Evaristo Villar:
"¿Fue tan modélica la familia de Jesús?"
Jesús y su familia en los evangelios
"El modelo de
Jesús es justamente la alternativa a la familia patriarcal"
Evaristo
Villar, 10 de agosto de 2015
Jesús acaba rompiendo la armonía de la familia, que llega a pensar que
padece "trastorno mental"
(Evaristo Villar).- En la cultura y espiritualidad
cristina domina, en general, el monolitismo referente a la familia. Se habla de
la "familia cristiana" como institución unívoca que prolonga la
familia modélica de Jesús. Pero, a la luz de los evangelios, ¿fue tan
modélica la familia de Jesús?
1. El conflicto en la familia de Jesús
Entre la extrañeza por las obras que hace y el poco
aprecio de sus paisanos por la humildad de su origen, los tres evangelios
sinópticos dejan constancia de la familia nuclear de Jesús: "¿No es este
el carpintero [Mt 13,55 dice "el hijo del carpintero, y Lc 4, 22,
del "hijo de José"], el hijo de María y hermano de Santiago y José,
de Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas con nosotros", Mc 6,3?1
Como atestigua
Lucas en el libro de los Hechos 1, 14, parte de esta familia se encuentra en la
naciente Iglesia después de la pascua. Santiago, a quien se conoce como
"hermano del Señor" (Gal 1,9), presidió la Iglesia madre de Jerusalén
(Hch 15,13), yy, junto a Pedro y Juan, "dio la mano" a Pablo y
Bernabé cuando tuvieron que acudir a Jerusalén para dar cuenta de su
predicación entre los gentiles (Gal 2,9). Este dato se mantiene también durante
el s. II en la tradición extracanónica.
Pero,
contrariamente a esta aparente "armonía familiar", los evangelios
sinópticos, más pegados al tiempo real de Jesús, dan algunas noticias sobre el
comportamiento de la familia de Jesús antes de la pascua. Y no son precisamente
apologéticas. Reflejan grandes tensiones entre Jesús y sus familiares. Una
relación nada armónica que va desde el escepticismo que refleja el evangelio de
Juan ("es que ni siquiera sus hermanos creían en él", Jn 7,5)
hasta el conflicto, como veremos a continuación. El modo extraño de comportarse
Jesús acaba rompiendo la armonía de la familia que llega a pensar que padece
"trastorno mental". Y, para salvar ante el pueblo su reputación, la
familia se siente en la obligación de recluirlo.
La escena que cuenta
Marcos Mc 3, 21-31, seguido de Mateo y de Lucas, es paradigmática. Jesús está
en casa de Pedro y una multitud, descontenta con el sistema ("no podían
ni comer") se apiña a su entorno. Pero "al enterarse los suyos se
pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el
juicio... Llegó su madre con sus hermanos y, quedándose fuera, lo mandaron
llamar".
La fama de la
familia, en especial de María, su madre, está en entredicho. "El hijo
sensato, como rezaba el refrán popular, es alegría del padre, pero el hijo
necio es pena para la madre" (Prov 10,1). En una sociedad agraria como
aquella, el reconocimiento de la madre está en el número y valía de hijos
varones; pero el fracaso de estos acarrea también el fracaso de la madre. Por
esta razón han venido su madre y sus hermanos para retornarlo a la cordura
familiar.
Entre la multitud,
sentada en semicírculos a los pies de Jesús, alguien le pasa el aviso: "Tu
madre y tus hermanos te buscan ahí fuera". Ni siquiera entran para no
hacerse cómplices de sus extravíos. Sin inmutarse, Jesús reacciona con una
pregunta: "¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?" A nadie, y menos a
su madre, le podía dejar buen estómago esta respuesta. Si no fuera por la
aclaración que, después de observar la reacción del auditorio, él mismo hace,
cabría pensar en una grave desconsideración con su familia y hasta de una
humillación pública de su madre. Pero no parece ser esa la intención de Jesús.
En su respuesta deja claro que lo que más profundamente vincula a los seres
humanos no es el origen, sino la participación en el mismo proyecto. "Mi
madre y mis hermanos, dice, son quienes se ponen en camino para hacer lo que
Dios anhela". La participación en el Reino de Dios, viene a decir, no se
funda tanto en la sangre o la carne, representada allí por su madre, cuanto en
el proyecto de fraternidad que constituye a la gente por igual en hermanos y
hermanas.
Reforzando esta
escena emblemática de la casa de Pedro -pero ahora sin la presencia de los
familiares directos- está esta otra que narra exclusivamente Lucas en 11,
27-28. Para todo el mundo es notorio que el establishment judío no
soporta de buen grado la transformación física y mental de la gente que sigue y
oye los discursos de Jesús. El poder oficial le acusa de magia por la terapia
que practica y le exige señales del cielo para acreditar el origen divino de
sus poderes. En estas, una mujer que lo viene siguiendo y conoce perfectamente
el bienestar y la esperanza que infunde en las masas, grita mirando a Jesús y contra
la ceguera de los dirigentes: "dichoso el vientre que te llevó y los
pechos que te criaron". Jesús no la desmiente, pero aclara en seguida que
la dicha, aun de esa madre afortunada, no está tanto en la vinculación natural
con él, sino en la fidelidad de ambos al proyecto global de Dios:
"Dichosos, mejor, los que escuchan el mensaje de Dios y lo cumplen".
Mantener estos datos conflictivos, contra la
poderosísima tendencia de esa primera época cristiana a convertir a Jesús en
leyenda y objeto de culto es, a juicio de Gerd Theissen, profesor de Nuevo
testamento en Heidelberg, un buen indicio de su historicidad.
2. Apuntando directamente a las causas
El extraño comportamiento de Jesús con su madre y sus
hermanos apunta directamente a las causas: su modelo de familia, como luego
veremos, no coincide con el que ellos representan. El de Jesús es justamente
la alternativa a la familia patriarcal. Frente a la dependencia y sumisión
de la primera, Jesús apuesta abiertamente por la autonomía y la igualdad en las
funciones y en los sexos. Veamos algunos ejemplos paradigmáticos:
. El referente a la paz y la espada, en Lc 12 51-53:
"¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? Os digo que paz no, sino
división. Porque, de ahora en adelante, una familia de cinco estará dividida:
tres contra dos y dos contra tres; se dividirá padre contra hijo e hijo contra
padre, madre contra hija e hija contra madre, la suegra contra su nuera y la
nuera contra la suegra". La decisión a favor o en contra de Jesús está
causando, en las comunidades de Lucas, una división profunda en el seno de las
familias. No hay paz, sino guerra porque, en el fondo, se están enfrentando
dos proyectos alternativos, el de la verticalidad patriarcal y el de
horizontalidad del proyecto de Jesús. Y todo esto se manifiesta tanto en el
conflicto generacional que enfrenta a los hijos con los padres como en el
conflicto de género que rompe la dependencia de las mujeres frente a los
varones.
. Odiar a la propia familia (Lc 14, 26). La expresión,
para nuestra sensibilidad, resulta hiriente. No nos está permitido odiar a
nadie y menos a la propia familia. Tampoco, así como suena, encaja bien en el
pensamiento real de Jesús. Este aparece más certeramente expresado en este
dicho a propósito de los enemigos: "Os han enseñado que se mandó: amarás a
tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros
enemigos" (Mt 5, 43). Los paralelismos con otros lugares del Antiguo y
Nuevo Testamento han inclinado a los exégetas a traducir el verbo griego
"miseo" (odiar) por "amar menos" o "amar más"
(como en Mt 10,37). Las nuevas Biblias castellanas entienden adecuadamente la
opción alternativa por el seguimiento de Jesús al traducir este semitismo por
"preferir": "Si uno quiere ser de los míos y no me prefiere a su
padre y a su madre...". Superado este semitismo, estamos, como en el dicho
anterior sobre la paz y la espada, ante la doble ruptura generacional y de
género. Ante el peligro de convertir la familia en gueto privilegiado y
clasista, excluyente de los extraños y frecuente foco de egoísmo colectivo y
posesivo, Jesús ofrece un proyecto de familia abierta, levantada sobre la
gratuidad y la universalidad
. El divorcio o la igualdad del hombre y la mujer (Mc
10, 11; Mt 19, 8; Lc 16,18). Los tres evangelios sinópticos reflejan este dicho
de Jesús. Pero, mientras Marcos lo acomoda a la mentalidad grecorromana, más
liberal, Lucas se mantiene más pegado a la tradición androcéntrica judía:
"Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el
que se casa con una repudiada comete adulterio". Como afirma Dominic
Crossan, Jesús no se opone directamente al divorcio, sino a la legislación
judía que lo convierte en privilegio exclusivo del varón. En este contexto
jurídico, contra el que Jesús reacciona, se rompe el proyecto ideal del Génesis
2, 24 que apunta a la constitución, desde el amor, de un solo ser sin
sometimientos ni dominios en la pareja. La ley judía está siendo injusta porque
deshumaniza a la mujer y a toda la familia sometiéndolos al capricho y dominio
del patriarca. El conflicto, una vez más, surge entre la igualdad que propugna
el Reino y el sometimiento que vige en la familia patriarcal, reflejo, a su
vez, del dominio de la clase dominante sobre el pueblo.
3. La alternativa de Jesús o la familia Dei
El tipo de familia que propone Jesús es en definitiva
una respuesta crítica y, a la vez, una propuesta alternativa al modelo
patriarcal vigente. Surge como reacción espontánea a la provocación ética que
está generando la realidad sociopolítica y religiosa de la Galilea de su
tiempo. Una realidad impuesta desde el poder que está dejando fuera de las
instituciones oficiales a mucha gente. No podía ser nunca bueno un sistema que
ignora y excluye a la mayoría social. Y la familia androcéntrica y patriarcal,
que reproduce en el espacio doméstico este mismo desajuste social, es, por este
motivo, rechazable. La alternativa de Jesús apuesta por una forma de
articulación social que, invirtiendo el (des)orden establecido por las
instituciones oficiales del imperio y del templo, comienza desde abajo,
desde las víctimas que estas mismas instituciones están creando. Su
propuesta o tipo de familia que Jesús propone y pone él mismo en marcha se
concentra en lo que él mismo consideraba la familia Dei. En esquema, se
reduce a las dos claves siguientes:
Frente a la familia patriarcal fundada sobre la
propiedad de los bienes y de las personas que se convierte en un sistema
cerrado, excluyente, y frecuentemente posesivo, el nuevo proyecto se
levanta sobre la sociabilidad y la gratuidad de los bienes y las personas,
abierto a la inclusión y la universalidad. Y frente a la verticalidad que se
impone desde arriba y reproduce el viejo (des)orden de autarquía y sumisión,
Jesús propone un nuevo tipo desde abajo que se levanta desde la autonomía e
igualdad de todos los miembros. Al poder monárquico y absoluto de la figura del
padre que todo lo somete y domina se opone la toma de conciencia de la igual
dignidad desde la que todas y todos son hermanos: "vosotros, en cambio, no
llaméis a nadie "padre" vuestro en la tierra, porque uno solo es
vuestro "Padre": el del cielo" (Mt 23, 9).
De entre la multitud de gente que lo seguía, algunas
personas se comprometen con el nuevo modelo. Provienen desde distintas
situaciones. Un colectivo amplio lo constituyen los que nada tienen, víctimas
del sistema; otros lo hacen por vocación.
El primer grupo lo constituyen los que Holl calificó
de "malas compañías", es decir, los pobres y mendigos, los sin hogar
y sin tierra, desarraigados y siempre en camino. Entre los segundos se cuentan
los que, por opción, han dejado casa, hacienda o familia. Unos y otros van
creando en torno a Jesús círculos de pertenencia de forma espontánea, desde
los "meros oidores de su palabra" y los discípulos y discípulas que
lo siguen de forma itinerante entre las aldeas hasta los mismos labradores que
ponen su casa y sus bienes a disposición de lo que anuncia un nuevo estilo de
vida, el del Reino de Dios.
Una reflexión final
Pretender trasladar la realidad de hoy al evangelio y
querer descubrir en él la presencia explícita de todos y cada uno de los tipos
de convivencia que hoy se dan, es, quizás, demasiado artificial. Pero
tampoco sería correcto dejar tanta vida fuera del evangelio.
Hay, a mi modo de ver, dos instancias desde las que
todos estos tipos de familia entran por la puerta grande en la nueva Familia de
Jesús o Familia Dei: desde la situación de exclusión, rechazo y
marginación de la que-si no jurídicamente en algunos países- están siendo
objeto sociopolítica y religioso-culturalmente en la "buena sociedad"
y en las viejas iglesias. Son ellos hoy aquellas "malas compañías"
de las que quiso rodearse Jesús en su día. Esto en primer lugar. Y, luego,
desde el principio del amor, omnipresente en todos los rincones de los
evangelios. También hoy se puede oír la propuesta de Jesús: "amadlos como
yo los he amado".