Encíclica
Laudato si’
Sin lugar a
dudas, la encíclica Laudato si’ ha concitado de momento un consenso
y adhesión pocas veces visto en anteriores documentos del Vaticano. Decimos de
momento porque los responsables del caos medioambiental actual, perfectamente
identificados en el documento, puede que no se den por enterados, pueden
reaccionar con fuerza o plantear dudas a la argumentación del Papa. En
cualquier caso, bienvenida.
Pero de entrada
parece necesario situar el papel de Vaticano en relación con el tema de la
ecología. Mucho antes ya del lejano pronunciamiento del Club de Roma “Los
límites al crecimiento” de 1972, la comunidad científica internacional
investiga sobre esta cuestión. Miles de centros, institutos, universidades,
etc… —entre ellos el mismo mientrastanto— se han preocupado del tema y
sus investigaciones han tenido una clara repercusión en la conciencia
mundial. Entre otras hay que tener presentes las innumerables conferencias
internacionales de organismos políticos de los más diversos niveles, desde
Río-92 a los acuerdos de Kyoto. A muchos profesionales podría parecerles una
actitud instrumentalizadora señalar como finalmente importante la intervención
del papa para justificar el interés por el tema. Ahora que el Vaticano ha
tomado esta iniciativa, convertir al papa en inesperado protagonista del tema
ecológico sería una falta de respeto.
1. El contenido
Se trata de un
duro alegato que señala con severidad la gravedad de los problemas: “La tierra,
nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un depósito de basura” (n.21).
“Basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de
nuestra casa común” (n.61). En esta parte incorpora los datos más consistentes
referentes al cambio climático (n.20-22), la cuestión del agua (n.27-31), la
erosión de la biodiversidad (n.32-42), el deterioro de la calidad de la vida
humana y la degradación de la vida social (n.43-47), denuncia la alta tasa de
iniquidad planetaria, que afecta a todos los ámbitos de la vida (n.48-52),
siendo los pobres las principales víctimas (n. 48).
Reconoce: “Nunca
habíamos maltratado y lastimado a nuestra casa común como en los dos últimos
siglos” (n.53). Frente a esta ofensiva humana contra la madre Tierra que
muchos científicos han denunciado como la inauguración de una nueva era geológica
—el antropoceno— lamenta la debilidad de los poderes de este mundo que,
engañados, “piensan que todo puede continuar como está” como coartada para
“mantener sus hábitos autodestructivos” (n.59) con “un comportamiento que
parece suicida” (n.55).
Reconoce la
diversidad de opiniones (n.60-61) y que “no hay una única vía de solución”
(n.60). Así y todo “es cierto que el sistema mundial es insostenible desde
diversos puntos de vista porque hemos dejado de pensar en los fines de la
acción humana (n.61) y nos perdemos en la construcción de medios destinados a
la acumulación ilimitada a costa de la injusticia ecológica (degradación de los
ecosistemas) y de la injusticia social (empobrecimiento de las poblaciones).
2. Método
Sin embargo,
por lo dicho anteriormente, la importancia del documento y la repercusión que
ha tenido no dependen tanto del contenido como de su procedencia, el Vaticano y
el papa Francisco.
Dado que han
pasado ya algunos días desde su publicación y los lectores de mientras tanto
están acostumbrados ya al planteamiento ecológico, en este breve comentario voy
a poner el acento, por su novedad como documento vaticano, en otros aspectos,
en concreto en el método escogido por los redactores.
a. Desde la
perspectiva de los pobres
Esta opción de
método tiñe y condiciona todo el contenido. No habla desde la situación
acomodada del Norte o de los intereses de las corporaciones mercantiles o desde
las estructuras del sistema o de la necesidad que los pobres acepten el sistema
como mal menor. El punto de partida, repetido hasta la saciedad en todos los
capítulos, es “escuchar tanto el clamor de la tierra como el de los pobres”
(n.49). Así cuando habla de la contaminación (20), del calentamiento global (23
y 51), de los migrantes y refugiados ambientales (25), del acceso al agua (28),
de la biodiversidad etc., etc.
Se trata de un
punto de partida insólito en los documentos vaticanos. En todo discurso o
investigación la epistemología escogida, como unas gafas, condiciona el color
de lo que vemos, el contenido. También aquí.
b. Desde la
perspectiva de la ciencia
Parte del
diálogo con la ciencia y de la lectura de los hechos. No parte, como la mayoría
de documentos vaticanos, del “depósito” de la fe, de otros “dogmas”, de la
“revelación” o de la “tradición”, sino de lo contingente, del intercambio
científico que se va construyendo y de la observación de la realidad. El papa,
simplemente, asume las conclusiones a las que ha llegado la comunidad
científica. Incluso en algunos párrafos hay algunas precisiones de carácter
técnico insólitas en un documento vaticano que expresan que ha habido muchas
manos en su redacción.
Pero
definitivamente se trata también de una nueva manera de “construir” teología
a la que el vaticano no nos tenía acostumbrados. Esto da a la encíclica un
tono de voluntad de “caminar juntos” con toda la humanidad en la búsqueda de la
felicidad humana que le confieren el carácter de verosimilitud y honradez que
su publicación ha despertado.
3.
Consecuencias
a. Desmontar
paradigmas
Habiendo
escogido la perspectiva de los pobres y esta manera de “construir” teología
desde abajo, la consecuencia no podía ser otra que la condena sin paliativos
—desde la ética y desde la fe— del sistema que fabrica pobres.
Hasta hace bien
poco, la Doctrina Social de la Iglesia en general suponía la aceptación o
legitimación moral del capitalismo como sistema, a pesar de que había que
corregir algunos excesos.
La Laudato
si’, al revés, condena la estructura y los valores que configuran el
sistema. No sólo los excesos sino su misma esencia y los paradigmas culturales
difundidos por la modernidad: la posibilidad y bondad del crecimiento
indefinido, la posibilidad de convertirlo “todo” en mercancía o la
“cosificación” incluso en las relaciones humanas tanto laborales como
afectivas, la tecnociencia como demiurgo capaz de resolverlo todo, la cultura
moderna que ha despejado la cancha para intervenir la creación sin escrúpulos y
la cultura posmoderna del usar y tirar como modo de vida individualista y
egoísta.
b. Condena las
estructuras
No ahorra
palabras para denunciar a los culpables. Dirige las acusaciones contra los
grandes poderes económicos y políticos, y la tecnocracia de que se sirven, para
obtener las máximas ganancias con los menores costos posibles. Estos mismos
poderes, sean corporaciones o países, son quienes le bajan el perfil al peligro
del caos ecológico o esperan que algún día la ciencia y la economía encuentren
la solución que siempre dicen que se ha encontrado para que el progreso
continúe. Es una misma la lógica explotadora que ha generado el daño ecológico
y la pobreza. Interroga a fondo.
En definitiva, es
el documento más “antisistema” producido por el vaticano.
4. Propuestas
a. Ecología
integral
En una
conferencia en l’Hospitalet con ocasión de la inauguración del curso escolar
1983-1984 bajo el título “Algunos atisbos político-ecológicos de Marx”, Manolo
Sacristán abordó el tema de “Ecología integral”. Personalmente estuve implicado
en la gestión de la conferencia a través de Juliana Joaniquet y Giulia
Adinolfi. Ante el comienzo de los planteamientos ecológicos fue Manolo
Sacristán quien propuso el tema y el título. No estábamos acostumbrados ni al
término “ecología integral” ni a la consideración del conflicto social como
conflicto ecológico. En el texto Sacristán sostenía que en el planteamiento
ecológico no deben tenerse presentes sólo los aspectos relacionados con la
naturaleza o su destrucción —polución, vertidos, destrucción de la biosfera
etc.— sino también el conflicto humano y social tal y como lo había descrito
Marx, las múltiples formas de depredación del trabajo, la adulteración de la
alimentación, la salud, la vivienda insana, la aglomeración en las grandes
ciudades, el problema demográfico. Ecología supone también ecología humana, ecología
del trabajo, ecología urbana, etc., y en el texto ponía múltiples ejemplos del
pensamiento de Marx.
Sorprende cómo
más de treinta años después el papa asume el término “Ecología integral” como
eje central de su propuesta y, sobre todo en el capítulo IV, se habla también
de ecología del trabajo, ambiental, de la ciudad, de la vida cotidiana, del
bien común.
b. Cambio de
modelo de vida
En sus
conclusiones Sacristán afirmaba el necesario cambio de modelo de vida hacia una
mayor austeridad. Es necesario un cambio de estructuras pero es también
necesario un cambio de modelos de vida: ”si la persona humana quiere destruir
su casa, o es ignorante o es estúpido”, “si la naturaleza de la especie humana
es tal que la mueve a destruir su hábitat, peor para ella…”, lo mismo que con
tanta frecuencia repetía Ramon Margalef, nuestro gran ecólogo: “evitem ser
tant imbècils que fem malbé la pròpia casa”. Se trata de la misma
conclusión en la que la encíclica abunda en los dos últimos capítulos.
5. Deficiencias
La ausencia de
temas-clave en el debate actual sobre la ecología, por ejemplo:
– El
agotamiento de los recursos fósiles y su repercusión en la crisis energética.
– El problema
demográfico o del crecimiento exponencial de la población como amenaza seria
del equilibrio entre naturaleza y biosfera.
– El mismo
concepto de “decrecimiento”, como propuesta aun en ocasiones controvertida por
sus múltiples acepciones.
– El concepto
de democracia política y sus exigencias de participación desde la base.
Sabemos que el
itinerario del texto ha sido tortuoso y objeto de múltiples presiones. ¿Será
que estos temas han “caído” por las presiones de los poderes fácticos (p.e., de
las multinacionales de la energía, o de los propios dicasterios del vaticano
ante la resistencia que despierta siempre del tema de la natalidad)?
En cualquier
caso es obvio que la encíclica es un avance y es de esperar que tenga sus
repercusiones en las próximas cumbres sobre medioambiente, especialmente en la
de principios de diciembre en París.