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CV ASAMBLEA PLENARIA DE LA CONFERENCIA
EPISCOPAL ESPAÑOLA
IGLESIA, SERVIDORA DE LOS POBRES
INSTRUCCIÓN PASTORAL
INTRODUCCIÓN
1. LA SITUACIÓN SOCIAL QUE NOS INTERPELA
1.1. Nuevos pobres y nuevas pobrezas.
1.2 La corrupción, un mal moral
1.3 El empobrecimiento espiritual
2. FACTORES QUE EXPLICAN ESTA SITUACIÓN SOCIAL
2.1 La negación de la primacía del ser humano
2.2 La cultura de lo inmediato y de la técnica
2.3 Un modelo centrado en la economía
2.4 La idolatría de la lógica mercantil
3. PRINCIPIOS DE DOCTRINA SOCIAL QUE ILUMINAN LA REALIDAD
3.1 La dignidad de la persona.
3.2 El destino universal de los bienes
3.3 Solidaridad, defensa de los derechos y promoción de deberes
3.4 El bien común
3.5 El principio de subsidiariedad
3.6 El derecho a un trabajo digno y estable
4. PROPUESTAS ESPERANZADORAS DESDE LA FE
4.1 Promover una actitud de continua renovación y conversión
4.2 Cultivar una sólida espiritualidad que dé consistencia a
nuestro compromiso social
4.3 Apoyarse en la fuerza transformadora de la evangelización
4.4 Profundizar en la dimensión evangelizadora de la caridad
y de la acción social
4.5 Promover el desarrollo integral de la persona y afrontar
las raíces de las pobrezas
4.6. Defender la vida y la familia como bienes sociales
fundamentales
4.7 Afrontar el reto de una economía inclusiva y de comunión
4.8 Fortalecer la animación comunitaria
5 CONCLUSIÓN 2
Introducción
1. En los últimos años, especialmente desde que estalló la
crisis, somos testigos del grave sufrimiento que aflige a muchos en nuestro
pueblo motivado por la pobreza y la exclusión social; sufrimiento que ha
afectado a las personas, a las familias y a la misma Iglesia. Un sufrimiento
que no se debe únicamente a factores económicos, sino que tiene su raíz,
también, en factores morales y sociales.
Es de justicia, sin embargo, reconocer que este mismo
sufrimiento ha generado un movimiento de generosidad en personas, familias e
instituciones sociales que es obligado poner de manifiesto y agradecer en
nombre de todos, en especial de los más débiles. Dicha generosidad nos ha
recordado la promesa de Dios a través del profeta Elías cuando afirma que no le
faltará ni el aceite ni la harina a la pobre viuda que supo compartir con el
profeta lo poco que le quedaba para subsistir1.
1 Cf.1 R 17,14
2 FRANCISCO, Bula Misercordiae vultus,
15 (2015).
3 :1“. Propuestas de acción pastoral”1“”
4 FRANCISCO, Discurso a la Plenaria
del Pontifico Consejo “Justitia et Pax” (2014).
5 CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, “La
caridad en la vida de la Iglesia”, Introducción, p.11.
La Iglesia nos invita a todos los cristianos, fieles y
comunidades, a mostrarnos solidarios con los necesitados y a perseverar sin
desmayo en la tarea ya emprendida de ayudarles y acompañarles“Es mi vivo deseo
que el pueblo cristiano reflexione durante el jubileo sobre las obras de
misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra
conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar
todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados
de la misericordia divina”.2
Las comunidades cristianas están escribiendo entre nosotros
una historia desolidaridad y caridad. Basta recordar cómo Cáritas el año 2013
atendióen sus programas a casi dos millones de personas, y cuenta en la
actualidad con más de 71.000 voluntarios.
2. Como pastores de la Iglesia, queremos compartir con los
fieles y con cuantos quieran escucharnos nuestras preocupaciones ante la
difícil situación que estamos viviendo y que a tantos afecta3. Algunos datos
esperanzadores nos llevan a pensar que la crisis, poco a poco, se está
superando; pero, hasta que no se haga efectiva en la vida de los más
necesitados la mejoría que los indicadores macroeconómicos señalan, no podremos
conformarnos. Percibimos, por otra parte, que en este período de crisis se han
ido acrecentando las desigualdades sociales, debilitando las bases de una
sociedad justa. Esta realidad nos está señalando la tarea: nuestro objetivo ha
de ser “vencer las causas estructurales de las desigualdades y de la pobreza”,
como pide el papa Francisco4.
Para contribuir a alcanzar esta meta tan deseable, ofrecemos
modestamente estas reflexiones basadas en la Doctrina Social de la Iglesia; en
ellas tratamos de aportar motivos para el compromiso y la esperanza, y
colaborar con nuestro grano de arena a la inclusión de los necesitados en la
sociedad. Intentamos “mirar a los pobres con la mirada de Dios, que se nos ha
manifestado en Jesús”5. Secundamos así la especial atención que muestra el papa
Francisco a la dimensión social de la vida 3
cristiana6.
Quiera el Señor que nuestra palabra sirva de luz orientadora en el compromiso
caritativo, social y político de los cristianos y que nuestro aliento
acreciente en todos una solidaridad esperanzada.
6 Especialmente en el documento que es
programático: en el cap. 4 de la Exhort. ap. Evangelii Gaudium.
7 Un 43,2% están excluidas. FUNDACION
FOESSA, Análisis y perspectivas, Madrid, Cáritas, 2014.
8 Éstas han pasado de 17.042 euros por
unidad de consumo en 2009 a 15.635 en 2013. Cf. Encuesta de Condiciones de Vida
(ECV) 2012 y 2013, INE, Madrid, agosto de 2014.
9De una tasa de paro cercana al 8% en
2007 se ha llegado al 23,78 % INE. (EPA).
10San JUAN PABLO II. Mensaje a los
trabajadores y empresarios durante su viaje apostólico a España, 5,
Barcelona (1982). En Juan Pablo II en España, edición especial de la CEE, 1983.
11 Cf. UNICEF. Informe “La Infancia
en España 2014” (2014).
12 108.690
abortos. Fuente: Ministerio de Sanidad, Servicios sociales e Igualdad, 2013.
1. LA SITUACIÓN SOCIAL QUE NOS INTERPELA
1.1 Nuevos pobres y nuevas pobrezas.
Familias golpeadas por la crisis
3. Nos encontramos ante una sociedad envejecida como
consecuencia de nuestra baja tasa de natalidad y del escandaloso número de
abortos. La familia, ya afectada como tantas instituciones por una crisis
cultural profunda, se ve inmersa actualmente en serias dificultades económicas
que se agravan por la carencia de una política de decidido apoyo a las
familias. Un elevado número de ellas ha visto disminuida su capacidad
adquisitiva, lo que ha generado, al carecer de la protección social que
necesitan y merecen7, un incremento de desigualdades y nuevas pobrezas8.
Situación ésta que aflige de un modo especial a los hogares que han de cuidar
de alguna persona discapacitada o sufren la pérdida de empleo de alguno de sus
miembros9 e incluso de todos.
4. Nos resulta especialmente dolorosa la situación de paro
que afecta a los jóvenes: sin trabajo, sin posibilidad de
independizarse, sin recursos para crear una familia y obligados muchos de ellos
a emigrar para buscarse un futuro fuera de su tierra. Asimismo, resulta
doloroso el paro que afecta a las personas mayores de 50 años, que apenas
tienen esperanza de reincorporarse a la vida laboral. San Juan Pablo II
enumeraba las dramáticas consecuencias de un paro prolongado: “La falta de
trabajo va contra el ‘derecho al trabajo´, entendido- en el contexto global de
los demás derechos fundamentales- como una necesidad primaria, y no un
privilegio, de satisfacer las necesidades vitales de la existencia humana a
través de la actividad laboral. (…) De un paro prolongado nace la inseguridad,
la falta de iniciativa, la frustración, la irresponsabilidad, la desconfianza
en la sociedad y en sí mismos; se atrofian así las capacidades de desarrollo
personal; se pierde el entusiasmo, el amor al bien; surgen las crisis
familiares, las situaciones personales desesperadas y se cae entonces
fácilmente-sobre todo los jóvenes- en la droga, el alcoholismo y la
criminalidad”10.
5. También nos duele la situación de la infancia que
vive en pobreza11, que sufre privaciones básicas, que carece de un ambiente
familiar y social apto para crecer, educarse y desarrollarse adecuadamente. Y
no podemos olvidar los niños, inocentes e indefensos, a los que se les niega el
derecho mismo a nacer12. Como nos recuerda el papa Francisco “mientras se dan
nuevos derechos a la persona, a veces incluso 4
presuntos,
no siempre se protege la vida como valor primario y derecho básico de todos los
hombres”13.
13FRANCISCO, Audiencia a los ginecólogos
católicos que participaron en el encuentro de la Federación Internacional de
las Asociaciones Médicas Católicas (2013).
14 FRANCISCO, Discurso al Movimiento
por la Vida Italiano (2014).
15OBISPOS DEL
SUR DE ESPAÑA, Nota ante las elecciones autonómicas, 8 (2012).
6. Nos preocupa la situación de los ancianos, en
épocas de bienestar olvidados por sus familias, pero que ahora se han
convertido en el alivio de muchas de ellas; con sus escasas pensiones,
contribuyen al sustento de sus hijos y, con su esfuerzo personal, cuidan de sus
nietos; pero ello les sobrecarga de trabajo y reduce su bienestar empeorando
ostensiblemente sus condiciones de vida. Los abuelos, junto con los jóvenes y
niños, “son la esperanza de un pueblo. Los niños y los jóvenes porque sacarán
adelante a ese pueblo; los abuelos porque tienen la sabiduría de la historia,
son la memoria de un pueblo. Custodiar la vida en un tiempo donde los niños y
los abuelos entran en esta cultura del descarte y se piensa en ellos como
material desechable ¡No! Los niños y los abuelos son la esperanza de un
pueblo”.14
7. Asimismo nos aflige el incremento del número de mujeres
afectadas por la penuria económica pues, no sin razón, se habla de ‘feminización
de la pobreza’. Algunas de ellas incluso son víctimas de la trata de personas
con fines de explotación sexual, particularmente las extranjeras, engañadas en
su país de origen con falsas ofertas de trabajo y explotadas aquí en
condiciones similares a la esclavitud.
Igualmente nos duele sobremanera la violencia doméstica que
tiene a las mujeres como sus principales víctimas. Resulta necesario
incrementar medidas de prevención y de protección legal, pero sobre todo
fomentar una mejor educación y cultura de la vida que lleve a reconocer y
respetar la igual dignidad de la mujer.
Las pobrezas del mundo rural y de los hombres y mujeres del
mar
8. Muchas veces pensamos en la pobreza en nuestras ciudades
pero atendemos menos, por no tener tanta resonancia en los medios de
comunicación, a la pobreza de los hombres y mujeres del campo y del mardesplazado,
incidiendo gravemente en su despoblación y envejecimiento. Los pueblos más
pequeños son habitados mayoritariamente por ancianos y personas solas. Todo
ello calado.
La pobreza del mundo rural, a veces, puede ser alimentada
también por las mismas políticas de subsidios, que llegan a convertirse en una
verdadera cultura de la subvención y que priva a las personas de su dignidad.
Algunos obispos ya denunciaron esta situación: “Frente a la mentalidad tan
extendida del derecho a la dádiva y de la subvención, se hace necesario
promover la estima del trabajo y del sacrificio como medio justo de crecimiento
personal y colectivo para el logro del bienestar”15.
La emigración, nueva forma de pobreza
9. En la actualidad los flujos migratorios y sus efectos
están reconfigurando Europa. La migración debe ser entendida como el ejercicio
del derecho de todo ser humano a buscar mejores condiciones de vida en un país
diferente al suyo. Hay un amplio consenso respecto al hecho de encontrarnos en
un nuevo ciclo migratorio. Ahora es el momento del asentamiento, de la
integración, de trabajar en el logro de la 5
convivencia,
sobre todo con las nuevas generaciones. Ha llegado la hora de reconocer la
aportación que han hecho los inmigrantes a nuestra sociedad. Hemos de valorar
la riqueza de los otros, cultivando la actitud de acogida y el intercambio
enriquecedor, a fin de crear una convivencia más fraternal y solidaria. En un
futuro próximo nuestra sociedad será, en mayor medida, multiétnica
intercultural y plurireligiosa.
Los inmigrantes son
los pobres entre los pobres. Los inmigrantes sufren más que nadie la crisis que
ellos no han provocado. En estos últimos tiempos, debido a la preocupación del
momento económico que vivimos, se han recortado sus derechos. Los más pobres
entre nosotros son los extranjeros sin papeles, a los que se facilita servicios
sociales básicos, olvidando así aquellas palabras de san Juan Pablo II: ”La
pertenencia a la familia humana otorga a cada persona una especie de ciudadanía
mundial, haciéndola titular de derechos y deberes, dado que los hombres están
unidos por un origen y supremo destino comunes”16.
16 San JUAN PABLO II, Mensaje para la
Jornada Mundial de la paz, 6 (2005).
17 Cf. FRANCISCO, Homilía en Lampedusa
(2013). BLÁZQUEZ, R. Discurso a la CV Asamblea Plenaria (2015).
18 Pontificio Consejo “JUSTITIA ET PAX”.
Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, 411. Cf. Bula Misericordiae
vultus, 19.
19 Cf. Compendio de Doctrina Social
de la Iglesia, n. 411.
Además, 17, así como de los responsables de la Unión Europea,
de cuyo territorio somos una frontera más. Exhortamos a las autoridades a ser
generosas en la acogida y en la cooperación con los países de origen en orden a
lograr unas sociedades más humanas y más justas.
1.2.-La corrupción, un mal moral
10. Los procesos de corrupción que se han hecho públicos,
derivados de la codiciay la avaricia, provocan alarma social y despiertan gran
preocupación entre los ciudadanos. Esas prácticas alteran el normal desarrollo
de la actividad económica, impidiendo la competencia leal y encareciendo los
servicios. El enriquecimiento ilícito que supone constituye una seria afrenta
para los que están sufriendo las estrecheces derivadas de la crisis; esos
abusos quiebran gravemente la solidaridad y siembran la desconfianza social. Es
una conducta éticamente reprobable, y un grave pecado.
11. La corrupción política, como enseña el Compendio de la
Doctrina Social de la Iglesia, «compromete el correcto funcionamiento del
Estado, influyendo negativamente en la relación entre gobernantes y gobernados;
introduce una creciente desconfianza respecto a las instituciones públicas,
causando un progresivo menosprecio de los ciudadanos por la política y sus representantes,
con el consiguiente debilitamiento de las instituciones»18.
Es de justicia reconocer que la mayoría de nuestros políticos
ejerce con dedicación y honradez sus funciones públicas; por eso resulta
urgente tomar las medidas adecuadas para poner fin a esas prácticas lesivas de
la armonía social. La falta de energía en su erradicación puede abrir las
puertas a indeseadas perturbaciones políticas y sociales.
Como pastores de la Iglesia que peregrina en España, consideramos
esta situación como una grave deformación del sistema político19. Es necesario
que se produzca una verdadera regeneración moral a nivel personal y social y,
como 6
consecuencia,
un mayor aprecio por el bien común, que sea verdadero soporte para la
solidaridad con los más pobres y favorezca la auténtica cohesión social. Dicha
regeneración nace de las virtudes morales y sociales, se fortalece con la fe en
Dios y la visión trascendente de la existencia, y conduce a un irrenunciable
compromiso social amor al prójimo20.
20 Cf. CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA,
Nota pastoral Una llamada a la solidaridad y a la esperanza. CIV
Asamblea Plenaria (2014).
22 Cf. FRANCISCO, Mensaje para la
Cuaresma, 2014.
23 CONC. ECUM.
VAT.II, Gaudium et spes, 22.
1.3.-El empobrecimiento espiritual
12.- Por último, y determinando las pobrezas anteriores, nos
referimos al empobrecimiento espiritual.
Como pastores de la Iglesia pensamos que, por encima de la
pobreza material, hay otra menos visible, pero más honda, que afecta a muchos
en nuestro tiempo y que trae consigo serias consecuencias personales y
sociales. La indiferencia religiosa, el olvido de Dios, la ligereza con que se
cuestiona su existencia, la despreocupación por las cuestiones fundamentales
sobre el origen y destino trascendente del ser humano no dejan de tener
influencia en el talante personal y en el comportamiento moral y social del
individuo.b,,. La personalidad del hombre se enriquece con el reconocimiento de
Dios. La fe en Dios da claridad y firmeza a nuestras valoraciones éticas. El
conocimiento del Dios amor nos mueve a amar a todo hombre; el sabernos
criaturas amadas de Dios nos conduce a la caridad fraterna y, a su vez, el amor
fraterno nos acerca a Dios y nos hace semejantes a Él. Es Jesucristo quien nos
ha dado a conocer el rostro paternal de Dios. Ignorar a Cristo constituye una
indigencia radical. Como cristianos nos duele profundamente la pobreza de no
conocer22. Pero quien conoce de verdad, inmediatamente lo reconoce en todos los
pobres, en todos los desfavorecidos, en los “pordioseros” de pan o de amor, en
las periferias existenciales. Como señala el Concilio Vaticano II, “el misterio
del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado”23.
13. Somos conscientes de que espiritual se da también en
muchos bautizados que carecen de una suficiente formación cristiana y vivencia
de la fe; esta falta de base les convierte en víctimas fáciles de ideologías
alicortas, tan propagadas como inconsistentes, que les conducen a veces a una
visión de las cosas y del mundo de espaldas a Dios, a un agnosticismo endeble.
Nos están reclamando a gritos el beneficio de una nueva evangelización.
Cuando los cristianos tienen la experiencia gozosa del
encuentro con Jesucristo, alimentada por la oración, la Palabra de Dios y la
participación fructuosa en los sacramentos, se acercan a la madre Iglesia
deseosos de amarla más y de hacerla crecer, se empeñan en su edificación, viven
una fe comprometida socialmente, y aprenden a encontrar y a servir a Cristo en
los pobres.
14. Los pobres también están necesitados de nuestra solicitud
espiritual. Comprobamos con dolor que “la peor discriminación que sufren es la
falta de atención espiritual. La inmensa mayoría de los pobres tiene una
especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su
amistad, su bendición, su 7
Palabra,
la celebración de los Sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y
de maduración en la fe. La opción preferencial por los pobres debe traducirse
principalmente en una atención religiosa privilegiada y prioritaria”24.
24 FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 200.
25Cf. OBISPOS DE NAVARRA Y DEL PAÍS
VASCO. Carta conjunta de Cuaresma-Pascua “Una economía al servicio de las
personas” (2011).
26 FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium,55.
28 BENEDICTO XVI, Caritas in
veritate, 21.
29 FRANCISCO, Discurso al Parlamento
Europeo. n. 8 (2014).
30 FRANCISCO,
Exhort. ap. Evangelii gaudium, 62.
2.- FACTORES QUE EXPLICAN ESTA SITUACIÓN SOCIAL
2.1.- La negación de la primacía del ser humano
15. En el origen de la actual crisis económica hay una crisis
previa25: “La negación de la primacía del ser humano”26. Un orden económico
establecido exclusivamente sobre el afán del lucro y las ansias desmedidas de
dinero, sin consideración a las verdaderas necesidades del hombre, está
aquejado de desequilibrios que las crisis recurrentes ponen de manifiesto. El
hombre no puede ser considerado como un simple consumidor, capaz de alimentar
con su voracidad creciente los intereses de una economía deshumanizada. Tiene
necesidades más amplias. Sin olvidar que “el objetivo exclusivo del beneficio,
cuando es obtenido mal y sin el bien común como fin último, corre el riesgo de
destruir riqueza y crear pobreza”28. Hoy imperan en nuestra sociedad las leyes
inexorables del beneficio y de la competitividad. Como consecuencia, muchas
personas se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin
salida. Parecía que todo crecimiento económico, favorecido por la economía de
mercado, lograba por sí mismo mayor inclusión social e igualdad entre todos.
Pero esta opinión ha sido desmentida muchas veces por la realidad. Se impone la
implantación de una economía con rostro humano.
16. Urge recuperar una economía basada en la ética y en el
bien común por encima de los intereses individuales y egoístas. El papa
Francisco ilumina el contenido de esta primacía: “Afirmar la dignidad de la
persona significa reconocer el valor de la vida humana, que se nos da
gratuitamente y, por eso, no puede ser objeto de intercambio o de comercio (…)
preocuparse de la fragilidad, de la fragilidad de los pueblos y de las
personas. Cuidar la fragilidad quiere decir fuerza y ternura, lucha y
fecundidad, en medio de un modelo funcionalista y privatista que conduce
inexorablemente a la «cultura del descarte». Cuidar de la fragilidad, de las
personas y de los pueblos significa proteger la memoria y la esperanza;
significa hacerse cargo del presente en su situación más marginal y angustiante
y ser capaz de dotarlo de dignidad”29.
2.2.- La cultura de lo inmediato y de la técnica
17. La inmediatez parece haberse apoderado de la vida
pública, de la vida privada, de las relaciones sociales y de las instituciones.
Como denuncia el papa Francisco, “en la cultura predominante, el primer lugar
está ocupado por lo exterior, lo inmediato, lo visible, lo rápido, lo
superficial, lo provisorio. Lo real cede el lugar a la apariencia”30. En la
cultura del aquí y del ahora, no hay espacio para la solidaridad con los otros,
con los que se encuentran lejos o con los que vendrán más adelante. Incluso 8
nos
mostramos comprensivos, por no decir permisivos, con decisiones que no
responden a criterios éticos pero que son acordes con la lógica pragmática que
parece inundar nuestro día a día. Ese pragmatismo nos invita a no asumir
proyectos que conlleven renuncia, salvo que el esfuerzo invertido tenga una
compensación rápida y suficiente.
18. En la “sociedad
del conocimiento”, la técnica parece ser la razón última de todo lo que nos
rodea. La misma crisis actual no es entendida como un fenómeno de carácter
moral, sino como una crisis de crecimiento, de aplicación correcta de las
reformas, en definitiva, como un problema de orden exclusivamente técnico.
El desarrollo técnico
parece ser la panacea para resolver todos nuestros males. Pero la técnica no es
la medida de todas las cosas, sino el ser humano y su dignidad. En efecto, sin
un fortalecimiento de la conciencia moral de nuestros ciudadanos, el control
automático del mercado siempre será insuficiente, como se viene demostrando
repetidamente. En este sentido, resultan difíciles de justificar apuestas
educativas que privilegian lo científico y lo técnico en detrimento de
contenidos humanistas, morales y religiosos que podrían colaborar a la solución31.
31 Cf. BENEDICTO XVI, Mensaje a la
diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación (2008)
32 Cf. OECD, "Income Inequality
Update- June 2014”. Según este informe el 10% de las rentas más altas de
España se ha librado de los efectos de la crisis.
2.3.- Un modelo centrado en la economía
19. Gran parte de la pobreza que actualmente existe en
nuestro pueblo tiene que ver con la crisis que estamos viviendo y con la
vigente situación social. Esta crisis es difícilmente explicable sin adoptar
una perspectiva global que se extienda más allá de nuestras fronteras, pero
algunas características de la misma son específicas de nuestro país. Entre
nosotros, las causas de la actual situación, según los expertos, son la
explosión de la burbuja inmobiliaria, un endeudamiento excesivo, ,,que han
conducido a efectuar recortes generalizados en los servicios, al asumir el
endeudamiento privado, por lo que las pérdidas se han socializado, aunque los
beneficios no se compartieron. Lo que la crisis ha puesto de manifiesto es que,
en nuestra economía, en época de recesión, se acrecienta la pobreza, sin que
llegue a recuperarse en la misma medida en épocas expansivas.
La crisis no ha sido igual para todos. De hecho, para
algunos, apenas han cambiado las cosas32. Todos los datos oficiales muestran el
aumento de la desigualdad y de la exclusión social, lo que representa sin duda
una seria amenaza a largo plazo.
20. Aspectos como la lucha contra la pobreza, un ideal
compartido de justicia social y de solidaridad –que deberían centrar nuestro
proyecto como nación–, se sacrifican en aras del crecimiento económico. Tanto
el diagnóstico explicativo de la crisis como las propuestas de solución
provenientes de la política económica se nos han presentado en un marco de funcionamiento
económico inevitable, cuando, en realidad, ha sido el comportamiento irracional
o inmoral de los individuos o las instituciones la causa principal de la
situación económica actual. Ante este “mal funcionamiento”, la única solución
aplicada ha sido la de las reformas y los reajustes. 9
Si
la crisis se ha desencadenado entre nosotros con rapidez, ha sido en gran
medida por dar prioridad a una determinada forma de economía basada
exclusivamente en la lógica del crecimiento, en la convicción de que “más es
igual a mejor”. Sin duda, es el modelo mismo el que corresponde revisar.
2.4.- La idolatría de la lógica mercantil
21. La extensión ilimitada de la lógica mercantil se acaba
convirtiendo en una “idolatría” que tiene consecuencias no sólo económicas,
sino también éticas y culturales; en lugar de tener fe en Dios, se prefiere
adorar a un ídolo que nosotros mismos hemos hecho33. Es la nueva versión del
antiguo becerro de oro, el fetichismo del dinero, la dictadura de una economía
sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano34. La realidad ha puesto
ante nuestros ojos la lógica económica en su dimensión idolátrica35. La
ideología que defiende la autonomía absoluta de los mercados y de la actividad
financiera instaura una tiranía invisible que impone unilateralmente sus leyes
y sus reglas36. “Cuando esto sucede estamos ante una verdadera idolatría en la
que al dinero se le rinde culto y se le ofrecen sacrificios; a la postre, es el
rendimiento económico el que da fundamento a nuestra existencia y dictamina la
bondad o maldad de nuestras acciones e incluso la actividad política se
convierte en una tecnocracia o pura gestión y no en una empresa de principios,
valores e ideas”37.
33 Cf. FRANCISCO, Carta enc. Lumen
Fidei,13.
34Cf. FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 55.
35Cf. San JUAN PABLO II, Carta enc. Centesimus
annus, 40.
36 Cf. FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 56.
37 BLÁZQUEZ R., Discurso inaugural de la
CV Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (20-4-2015).
38 FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 57.
39 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas
in Veritate, 34.
40 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas
in Veritate, 36.
22. Se dice que la economía tiene su propia lógica que no
puede mezclarse con cuestiones ajenas, por ejemplo, éticas. Ante afirmaciones
como ésta es necesario reaccionar recuperando la dimensión ética de la
economía, y de una ética “amiga” de la persona, pues “la ética lleva a un Dios
que espera una respuesta comprometida que está fuera de las categorías del
mercado”.38“La exigencia de la economía de ser autónoma, de no estar sujeta a
injerencias de carácter moral, ha llevado al hombre a abusar de los
instrumentos económicos incluso de manera destructiva”.39 ¿No es eso destruir y
sacrificar al ser humano en aras de intereses perversos?
La actividad económica, por sí sola, no puede resolver todos
los problemas sociales; su recta ordenación al bien común es incumbencia sobre
todo de la comunidad política, la que no debe eludir su responsabilidad en esta
materia. “Por tanto, se debe tener presente que separar la gestión económica, a
la que correspondería únicamente producir riqueza, de la acción política, que
tendría el papel de conseguir la justicia mediante la redistribución, es causa
de graves desequilibrios”.40
Esta tarea de restablecer la justicia mediante la
redistribución está especialmente indicada en momentos como los que estamos
viviendo. Es importante para la armonía de la vida social. «La dignidad de cada
persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda
política económica, pero a veces 10
parecen
sólo apéndices agregados desde fuera para completar un discurso político sin
perspectivas ni programas de verdadero desarrollo integral».41
41 FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 203.
42 Cf. FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 55.
43 COMISIÓN EP. DE PASTORAL SOCIAL
(CEE), La Iglesia y los pobres, 144 (1994).
44 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas
in Veritate, 15.
45 Cf. Lev 25,23; Jos 22,19; Os 9,3; Ez
36,5.
46 Cf. Lev 25,8-13 y 23-28.
47 Cf. Lev 19,9-10; 23, 22.
48 Cf. Is 5,8-9;
Am 8,4-7.
3.-PRINCIPIOS DE DOCTRINA SOCIAL QUE ILUMINAN LA REALIDAD
La Iglesia, maestra de humanidad, ha venido elaborando a lo
largo de los siglos un corpus doctrinal cuyos principios nos orientan en la
recta ordenación de las relaciones humanas y de la sociedad, y nos permiten
formar un juicio moral sobre las realidades sociales. Para evaluar la actual
situación evocamos algunos.
3.1.- La dignidad de la persona
23. La primacía en el orden social la tiene la persona. La
economía está al servicio de la persona y de su desarrollo integral42. El
hombre no es un instrumento al servicio de la producción y del lucro. Detrás de
la actual crisis, lo que se esconde es una visión reduccionista del ser humano
que lo considera como simple homo oeconomicus, capaz de producir y
consumir. Necesitamos un modo de desarrollo que ponga en el centro a la
persona; ya que, si la economía no está al servicio del hombre, se convierte en
un factor de injusticia y exclusión. El hombre necesita mucho más que
satisfacer sus necesidades primarias.
24. El documento “La Iglesia y los pobres” recordaba hace 20
años que nuestro servicio a la liberación del pobre debe ser integral y, en
consecuencia, «lo que debemos evitar siempre es hacer un uso parcial y
exclusivista del concepto de liberación reduciéndolo solamente a lo espiritual
o a lo material, a lo individual o a lo social, a lo eterno o a lo temporal»43.
3.2.- El destino universal de los bienes
25. En una cultura que excluye y olvida a los más pobres,
hasta el punto de considerarlos un desecho para esta sociedad del consumo y del
bienestar, es urgente tomar conciencia de otro principio básico de la Doctrina
Social de la Iglesia: el destino universal de los bienes. “No se debe
considerar a los pobres como un "fardo", sino como una riqueza
incluso desde el punto de vista estrictamente económico”44
En la Sagrada Escritura se afirma repetidamente que la tierra
es creación de Dios, que desea que todos sus hijos disfruten de ella por igual45.
Se dictan leyes para que, periódicamente, en los años jubilares, se restablezca
la igualdad y todos tengan acceso a los bienes46 y se recuerda que la tierra
debe tener una función social.47 En ocasiones se ve como Dios levanta su voz,
por medio de los profetas, contra la acumulación de los bienes en pocas manos.48
Y Jesús se aplica a sí mismo la misión de 11
proclamar
un año de gracia del Señor, es decir, la tarea de implantar la justicia
rehaciendo la igualdad.49
49.Cf. Lc 4,18-19.
50 In Lazarum, concio 2,6. En
Catecismo de la Iglesia Católica, 2446.
51 Sermón 239, 4: PL 38,1126.
52 Regula pastoralis 3,21: PL
77,87.
53 CONC. ECUM. VAT. II, Gaudium et
spes, 69.
54 Cf. Compendio de la Doctrina
Social de la Iglesia, 177 (2005).
55San JUAN PABLO II, Carta enc. Sollicitudo
rei socialis, 42.
56San JUAN PABLO II, Carta enc. Sollicitudo
rei socialis, 38.
57FRANCISCO,
Exhort. ap. Evangelii gaudium, 188, 189.
Los Padres de la Iglesia, inspirados en la Biblia,
denunciaron la acumulación de bienes por parte de algunos mientras otros vivían
en la pobreza. San Juan Crisóstomo afirmaba que “no hacer participar a los
pobres de los propios bienes es robarles y quitarles la vida. Lo que poseemos
no son bienes nuestros sino los suyos”50 y san Agustín decía que cuando tú
tienes y tu hermano no, ocurren dos cosas: “Él carece de dinero y tú de
justicia”51. San Gregorio Magno concluía que “cuando suministramos algunas
cosas necesarias a los indigentes, les devolvemos lo que es suyo, no damos
generosamente de lo nuestro: Satisfacemos una obra de justicia, más que hacer
una obra de misericordia”52.
26. La Doctrina Social de la Iglesia, arraigada en esta
tradición, ha afirmado claramente el destino universal de los bienes: “Dios ha
destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y
pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos de forma
equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad”53.
Igualmente ha recordado que la propiedad privada no es un derecho absoluto e
intocable, sino subordinado al destino universal de los bienes.54 Como expresó
tan claramente san Juan Pablo II, sobre toda propiedad privada «grava una
hipoteca social».55
El destino universal de los bienes hay que extenderlo hoy a
los frutos del reciente progreso económico y tecnológico, que no deben
constituir un monopolio exclusivo de unos pocos sino que han de estar al servicio
de las necesidades primarias de todos los seres humanos. Esto nos exige velar
especialmente por aquellos que se encuentran en situación de marginación o
impedidos para lograr un desarrollo adecuado.
3.3.- Solidaridad, defensa de los derechos y promoción de
deberes
27. Necesitamos repensar el concepto de solidaridad para
responder adecuadamente a los problemas actuales. Nos ayudarán dos citas. La
primera está tomada de san Juan Pablo II: «La solidaridad no es, pues, un
sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas.
Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien
común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos
verdaderamente responsables de todos».56 La segunda es del papa Francisco: «La
palabra “solidaridad” está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal,
pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear
una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la
vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos».57 12
28.
Debemos recordar que es la comunidad política –por la acción de los
legisladores, los gobiernos y los tribunales– la que tiene la responsabilidad
de garantizar la realización de los derechos de sus ciudadanos; a sus gestores,
en primer lugar, les incumbe la tarea de promover las condiciones necesarias
para que, con la colaboración de toda la sociedad, los derechos económico-sociales
puedan ser satisfechos, como el derecho al trabajo digno, a una vivienda
adecuada, al cuidado de la salud, a una educación en igualdad y libertad. La
implantación de un sistema fiscal eficiente y equitativo es primordial para
conseguirlo. Para garantizar otros derechos fundamentales, como la defensa de
la vida desde la concepción hasta la muerte natural, es necesario, además, la
efectiva voluntad política de establecer la legislación pertinente y, en
especial, la referida a la protección de la infancia y la maternidad.
29. El ser humano no
es sólo sujeto de derechos, también lo es de deberes; al derecho de uno responde el deber correlativo de otro. En
particular, los derechos económico-sociales no pueden realizarse si todos y
cada uno de nosotros no colaboramos y aceptamos las cargas que nos
corresponden; requieren de bienes materiales para satisfacerlos, y estos son
fruto del trabajo diligente del hombre.
Debemos advertir que «lamentablemente, aun los derechos
humanos pueden ser utilizados como justificación de una defensa exacerbada de
los derechos individuales o de los derechos de los pueblos más ricos (…) Hay
que recordar siempre que el planeta es de toda la humanidad y para toda la
humanidad, y que el solo hecho de haber nacido en un lugar con menores recursos
o menor desarrollo no justifica que algunas personas vivan con menor dignidad.
Hay que repetir que “los más favorecidos deben renunciar a algunos de sus
derechos para poner con mayor liberalidad sus bienes al servicio de los demás».58
58 FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 190.
59BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas
in Veritate, 7.
3.4.- El bien común
30. Una exigencia moral de la caridad es la búsqueda del bien
común. Éste «es el bien de ese “todos nosotros”, formado por individuos,
familias y grupos intermedios que se unen en comunidad social. (...) Desear el
bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad. Trabajar por
el bien común es cuidar, por un lado, y utilizar, por otro, ese conjunto de
instituciones que estructuran jurídica, civil, política y culturalmente la vida
social, que se configura así como pólis, como ciudad. Se ama al prójimo
tanto más eficazmente, cuanto más se trabaja por un bien común que responda
también a sus necesidades reales. Todo cristiano está llamado a esta caridad,
según su vocación y sus posibilidades de incidir en la pólis. Ésta es la
vía institucional —también política, podríamos decir— de la caridad».59 Una
caridad que, en una sociedad globalizada, ha de buscar el bien común de toda la
familia humana, es decir, de todos los hombres y de todos los pueblos y
naciones. “No se trata sólo ni principalmente de suplir las deficiencias de la
justicia, aunque en ocasiones es necesario hacerlo. Ni mucho menos se trata de
encubrir con una supuesta caridad las injusticias de un orden establecido y
asentado en profundas raíces de dominación o explotación. Se trata más bien de
un compromiso activo y operante, fruto del amor cristiano a los demás hombres,
13
considerados
como hermanos, en favor de un mundo justo y más fraterno, con especial atención
a las necesidades de los más pobres”60.
60CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA. Los
católicos en la vida pública, 61 (1986).
62 Cf. BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas
in veritate,63
63 Cf. San JUAN PABLO II, Carta enc. Laborem
exercens, 63.
64 Cf.
FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii gaudium, 205.
3.5.-El principio de subsidiariedad
31. Este principio regula las funciones que corresponden al
Estado y a los cuerpos sociales intermedios permitiendo que éstos puedan
desarrollar su función sin ser anulados por el Estado u otras instancias de
orden superior. Y, al distribuir la compleja red de relaciones que forman el
tejido social, la subsidiariedad nos hace sentirnos como personas activas y responsables
que viven y se realizan en las distintas comunidades y asociaciones, de orden
familiar, educativo, religioso, cultural, recreativo, deportivo, económico,
profesional o político. Estas instituciones surgen espontáneamente como
resultado de las necesidades del hombre y de su tendencia asociativa y
vertebran la necesaria sociedad civil que todos estamos llamados a promover y
fortalecer.
El principio de subsidiariedad establece un contrapunto a las
tendencias totalitarias de los Estados y permite un justo equilibrio entre la
esfera pública y la privada; reclama del Estado el aprecio y apoyo a las
organizaciones intermedias y el fomento de su participación en la vida social.
Pero nunca será un pretexto para descargar sobre ellas sus obligaciones eludiendo
las responsabilidades que al Estado le son propias; fenómeno que está
comenzando a suceder en la medida en que los organismos públicos pretenden
desentenderse de los problemas transfiriendo a instituciones privadas,
servicios sociales básicos, como, por ejemplo, la atención social a
transeúntes.
3.6.- El derecho a un trabajo digno y estable
32. La política más eficaz para lograr la integración y la
cohesión social es, ciertamente, la creación de empleo. Pero, para que el
trabajo sirva para realizar a la persona, además de satisfacer sus necesidades
básicas, ha de ser un trabajo digno y estable. Benedicto XVI lanzó un
llamamiento para “una coalición mundial a favor del trabajo decente”62. La
apuesta por esta clase de trabajo es el empeño social por que todos puedan
poner sus capacidades al servicio de los demás. Un empleo digno nos permite
desarrollar los propios talentos, nos facilita su encuentro con otros y nos
aporta autoestima y reconocimiento social.
La política económica debe estar al servicio del trabajo
digno63. Es imprescindible la colaboración de todos, especialmente de
empresarios, sindicatos y políticos, para generar ese empleo digno y estable, y
contribuir con él al desarrollo de las personas y de la sociedad. Es una
destacada forma de caridad y justicia social.
4. PROPUESTAS ESPERANZADORAS DESDE LA FE
33. Ante la ardua tarea que debemos afrontar, necesitamos
levantar la mirada y acudir a Dios para que Él nos inspire. Estamos convencidos
de que la apertura a la trascendencia puede formar una nueva mentalidad
política y económica que ayude a superar la dicotomía absoluta entre la
economía y el bien común social64. En la Palabra 14
de
Dios encontramos luz suficiente para ordenar las cuestiones sociales. El
Evangelio ilumina el cambio e infunde esperanza.
Ofrecemos algunas
pautas para el compromiso caritativo, social y político en el momento histórico
que nos toca vivir. Deseamos que estas propuestas sirvan para avivar la
esperanza en los corazones y para ayudar a construir juntos espacios de
solidaridad, tanto en nuestra sociedad como, especialmente, en el interior de
nuestras comunidades eclesiales, que han de ser casas de misericordia65.
65Cf. FRANCISCO, Mensaje para la
Cuaresma, 2015, nº 2.
66FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 25.
67Cf. Flp 2, 5.
La Iglesia ha sido desde su nacimiento una comunidad que ha
vivido el amor. En ella se ha amado y servido a todos, especialmente a los más
pobres a quienes ya los Santos Padres consideraban el ‘tesoro de la Iglesia’.
Los monasterios han socorrido siempre a las personas necesitadas y han
transmitido gratuitamente la cultura y el cultivo de la tierra. Las primeras
universidades, al igual que los primeros hospitales y centros de atención
sanitaria, han nacido de la mano de la Iglesia. Las diversas congregaciones
religiosas, las cofradías y, en general, todas las instituciones eclesiales
tienen como fin el ejercicio de la caridad. La Iglesia es caridad. Lo ha sido,
lo es y será siempre, si quiere ser la Iglesia de Cristo que dio su vida por
todos. Cáritas, Manos Unidas y otras organizaciones de la Iglesia especialmente
vinculadas a Consagrada, gozan de un bien ganado prestigio por su cercanía,
atención y promoción de los más pobres.4.1.- Promover una actitud de
continua renovación y conversión
34. La solidaridad de Jesús con los hombres y, sobre todo,
con los pobres de su tiempo, le llevó a comenzar su misión invitando a la
conversión: «Se ha cumplido el tiempo y está cerca el Reino de Dios. Convertíos
y creed en el Evangelio» (Mc 1,15). También nosotros, si queremos ser hoy buena
noticia para los pobres y hacerles presente el Evangelio del amor compasivo y
misericordioso de Dios, tenemos que ponernos en actitud de conversión, tal como
nos lo propone el papa Francisco: «Espero que todas las comunidades procuren
poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una pastoral de
conversión y misionera que no puede dejar las cosas como están».66Esta llamada
a cambiar nos afecta a todos, personas e instituciones, y en todos los niveles
de la existencia: personales, sociales e institucionales.
La conversión, si es auténtica, trae consigo una esmerada
solicitud por los pobres. En la medida en que nos adhiramos más a Cristo, en la
medida en que nos conformemos más a Él, de manera que veamos con sus ojos,
escuchemos con sus oídos y sintamos con su corazón, nuestra caridad será más
activa y más eficaz. 67, más encendido será nuestro amor a los hermanos. La
conversión a Cristo supone un retorno solícito a los que necesitan nuestro
auxilio. Por otro lado, al contemplar las penurias y estrecheces de los
desfavorecidos, se reaviva nuestra caridad y nos identifica con Jesucristo.
35. Cada cristiano y cada comunidad estamos llamados a ser
instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera
que puedan integrarse plenamente en la sociedad. Esto nos obliga a cambiar, a
salir a las periferias para 15
acompañar
a los excluidos, y a desarrollar iniciativas innovadoras que pongan de
manifiesto que es posible organizar la actividad económica de acuerdo con
modelos alternativos a los egoístas e individualistas.
“Sin la opción
preferencial por los más pobres, «el anuncio del Evangelio, aun siendo la
primera caridad, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar
de palabras al que la actual sociedad de la comunicación nos somete cada día»68.
Si el Evangelio que anunciamos no se traduce en buena noticia para los pobres,
pierde autenticidad y credibilidad. El servicio privilegiado a los pobres está
en el corazón del Evangelio.
68 FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 199.
69 FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 88. Cf. también 270, 274, 279, 288.
70 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas
in Veritate, 1.
71Cf. 1Jn 4, 10.16.
72CONFERENCIA GENERAL DEL ESPISCOPADO
LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Aparecida. Documento conclusivo, 240
(2007).
73COMISIÓN EP. DE PASTORAL SOCIAL (CEE),
La iglesia y los pobres, 130.
74 Ibid.
Pero, si realmente los pobres ocupan ese lugar privilegiado
en la misión de la Iglesia, nuestra programación pastoral no podrá hacerse
nunca al margen de ellos; han de ser, no sólo destinatarios de nuestro
servicio, sino motivo de nuestro compromiso, configuradores de nuestro ser y
nuestro hacer. Deseamos una sociedad que se preocupe de todas las personas, y
que muestre especial interés por los más débiles. Una sociedad que se esfuerce
por acabar con las pobrezas, antiguas y nuevas. “El Hijo de Dios, en su
encarnación, nos invitó a la revolución de la ternura” nos dice el papa
Francisco69.
4.2 Cultivar una sólida espiritualidad que dé consistencia y
sentido a nuestro compromiso social
36. La caridad «es una fuerza que tiene su origen en Dios,
Amor eterno y Verdad absoluta», «de la que Jesucristo se ha hecho testigo con
su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección».70 Como dice san
Juan, es la experiencia de ser amados por Dios la que nos posibilita amar a los
hermanos71. Por eso, la caridad hunde sus raíces en la fe en Dios: «La
experiencia de un Dios uno y trino, que es unidad y comunión inseparable, nos
permite superar el egoísmo para encontrarnos plenamente en el servicio al
otro».72
37. Por eso, en el documento “La Iglesia y los pobres” se
advirtió ya que «más de una vez, dentro de la Iglesia, hemos caído en la
tentación de contraponer la vida activa y la contemplativa, el compromiso y la
oración y, más concretamente, hemos considerado la lucha por la justicia social
y la vida espiritual como dos realidades no sólo diferentes —que sí lo son en
cuanto a su objeto inmediato—, sino independientes y hasta contrarias, cuando
no lo son en modo alguno, sino más bien complementarias y vinculadas entre sí»73.
Es el Amor personificado de Dios, -el Espíritu Santo- «el que transforma y
purifica los corazones de los discípulos, cambiándolos de egoístas y cobardes
en generosos y valientes; de estrechos y calculadores, en abiertos y
desprendidos; el que con su fuego encendió en el hogar de la Iglesia la llama
del amor a los necesitados hasta darles la vida».74 Es muy importante no
disociar acción y contemplación, lucha por la justicia y vida espiritual.
Estamos llamados a ser 16
evangelizadores
con Espíritu, evangelizadores que oran y trabajan. «Siempre hace falta cultivar
un espacio interior que dé sentido al compromiso».75
75 FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 262.
76 BENEDICTO XVI, Carta enc. Deus
caritas est, 19.
77 Cf. COMISIÓN EP. DE PASTORAL SOCIAL
(CEE), La iglesia y los pobres, 23.
78 Lc 4, 18-21.
79Cf. BENEDICTO XVI, Exht. ap.
postsinodal Sacramentum caritatis, 89-91.
80 BENEDICTO XVI, Carta enc. Caritas
in Veritate, 19.
81 PABLO VI,
Carta enc. Populorum progressio, 20.
En el compromiso caritativo y social hemos de estar muy
atentos al Espíritu que lo anima y alienta: «El Espíritu es también la fuerza
que transforma el corazón de la Comunidad eclesial para que sea en el mundo
testigo del amor del Padre, que quiere hacer de la humanidad, en su Hijo, una
sola familia».76 Y es este mismo Espíritu, el que obró la encarnación del Verbo
en las entrañas de María, el artífice de la encarnación del amor de Dios en la
Iglesia.77
La Iglesia puede y debe hacer suya la proclamación de Jesús
en la sinagoga de Nazaret, al comienzo de su vida pública. Comentando el texto
de Isaías dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, / porque me ha ungido /
para anunciar a los pobres la Buena Nueva, / me ha enviado a proclamar la
liberación a los cautivos / y la vista a los ciegos, / para dar la libertad a
los oprimidos / y proclamar un año de gracia del Señor”. Y añadió después, al
comenzar su comentario: “Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido
hoy”.78
38. La espiritualidad que anima a los que trabajan en el
campo caritativo y social no es una espiritualidad más. Posee unas
características particulares que nacen del Evangelio y de la realidad en que se
vive y actúa, y que hemos de cultivar: una espiritualidad trinitaria que hunde
sus raíces en la entraña de nuestro Dios, una espiritualidad encarnada y de
ojos y oídos abiertos a los pobres, una espiritualidad de la ternura y de la
gracia, una espiritualidad transformadora, pascual y eucarística.La unión con
Cristo que se realiza en el sacramento de la Eucaristía es al mismo tiempo
unión con todos los hermanos. Cristo refuerza la comunión y apremia a la
reconciliación y al compromiso por la justicia. La vivencia del misterio de la
Eucaristía, alimento de la verdad, nos capacita e impulsa a realizar un trabajo
audaz y comprometido para la trasformación de las estructuras de este mundo.79
4.3.- Apoyarse en la fuerza transformadora de la
evangelización
39. Los problemas sociales tienen, como ya hemos señalado,
causas más profundas que las puramente materiales. Tienen su origen “en la
falta de fraternidad entre los hombres y los pueblos”80. Derivan de la ausencia
de un verdadero “humanismo que permita al hombre hallarse a sí mismo, asumiendo
los valores espirituales superiores del amor, de la amistad, de la oración y de
la contemplación”81. Por eso anuncio del Evangelio, fermento de libertad y de
fraternidad, ha ido acompañado siempre de la promoción humana y social de
aquellos a los que se anuncia. El Evangelio afecta al hombre entero, lo
interpela en todas sus estructuras: personales, económicas y sociales. Entre la
evangelización y la promoción humana 17
existen
lazos muy fuertes. La evangelización –la proclamación de la buena noticia del
Reino de Dios– tiene una clara implicación social82.
82Cf. FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 176.
83 BENEDICTO XVI, Carta enc. Deus
caritas est, 25.
84Cf. PABLO VI, Carta enc. Populorum
progressio, 75.
85Aportación de
CARITAS INTERNATIONALIS al Sínodo sobre la Nueva Evangelización para la
transmisión de la fe, 2012.
40. El papa Benedicto XVI nos explica claramente la
interrelación entre las funciones de la Iglesia: «La naturaleza íntima de la
Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma-martyria),
celebración de los Sacramentos (leiturgia) y servicio de la caridad (diakonia).
Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para
la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que
también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es
manifestación irrenunciable de su propia esenciaque sufra por falta de lo
necesario,».83El compromiso social en la Iglesia no es algo secundario u
opcional sino algo que le es consustancial y pertenece a su propia naturaleza y
misión. El Dios en el que creemos es el defensor de los pobres.
La Iglesia nos llama al compromiso social. Un compromiso
social que sea transformador de las personas y de las causas de las pobrezas,
que denuncie la injusticia, que alivie el dolor y el sufrimiento y sea capaz
también de ofrecer propuestas concretas que ayuden a poner en práctica el
mensaje transformador del Evangelio y asumir las implicaciones políticas de la
fe y de la caridad.84
4.4 Profundizar en la dimensión evangelizadora de la caridad
y de la acción social
41. La Iglesia existe para evangelizar, nuestra misión es
hacer presente la buena noticia del amor de Dios manifestado en Cristo; estamos
llamados a ser un signo en medio del mundo de ese amor divino. El servicio
caritativo y social expresa el amor de Dios. Es evangelizador, y muestra de la
fraternidad entre los hombres, base de la convivencia cívica y fuerza motriz de
un verdadero desarrollo.
Si Dios es amor, el lenguaje que mejor evangeliza es el del
amor. Y el medio más eficaz de llevar a cabo esta tarea en el ámbito social es,
en primer lugar, el testimonio de nuestra vida, sin olvidar el anuncio
explícito de Jesucristo. «Hablamos de Dios cuando nuestro compromiso hunde sus
raíces en la entraña de nuestro Dios y es fuente de fraternidad; cuando nos
hace fijarnos los unos en los otros y cargar los unos con los otros; cuando nos
ayuda a descubrir el rostro de Dios en el rostro de todo ser humano y nos lleva
a promover su desarrollo integral; cuando denuncia la injusticia y es
transformador de las personas y de las estructuras; cuando en una cultura del éxito
y de la rentabilidad apuesta por los débiles, los frágiles, los últimos; cuando
se vive como don y ayuda a superar la lógica del mercado con la lógica del don
y de la gratuidad; cuando se vive en comunión, cuando contribuye a configurar
una Iglesia samaritana y servidora de los pobres y lleva a compartir los bienes
y servicios; cuando se hace vida gratuitamente entregada, alimentada y
celebrada en la Eucaristía; cuando nos hace testigos de una experiencia de amor
de la que hemos sido hechos protagonistas, y abre caminos, con obras y
palabras, a la experiencia del encuentro con Dios en Jesucristo».85 18
42.
No podemos olvidar que la Iglesia existe, como Jesús, para evangelizar a los
pobres y levantar a los oprimidos y que, evangelizar en el campo social, es
trabajar por la justicia y denunciar la injusticia.86
86 Cf. COMISIÓN EP. DE PASTORAL SOCIAL
(CEE), La iglesia y los pobres, 46.
87CONFERENCIA GENERAL DEL ESPISCOPADO
LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE, Aparecida. Documento conclusivo, 382
(2007).
88 Ibid., 384
89 Cf. BENEDICTO
XVI. Carta enc. Caritas in Veritate, 67.
Nuestra caridad no puede ser meramente paliativa, debe de ser
preventiva, curativa y propositiva. La voz del Señor nos llama a
orientar toda nuestra vida y nuestra acción «desde la realidad transformadora
del Reino de Dios»87. Esto implica que el amor a quienes ven vulnerada su vida,
en cualquiera de sus dimensiones, «requiere que socorramos las necesidades más
urgentes, al mismo tiempo que colaboramos con otros organismos e instituciones
para organizar estructuras más justas».88
43. El acompañamiento es otra forma muy válida de
presentar el Evangelio. No todos tenemos posibilidad de anunciar a Jesucristo
promoviendo grandes obras sociales, pero sí que podemos hacerlo en el encuentro
con el hermano, acompañándolo en sus dificultades, compartiendo con él sueños y
esperanzas, haciendo juntos el camino del crecimiento humano integral y
liberador; obrando así hacemos presente la buena noticia del amor del Padre.
44. El recto ejercicio de la función pública representa
una forma exquisita de caridad. Es preciso que el impulso de la caridad se
manifieste eficazmente en el modo justo de gobernar, en la promoción de
políticas fiscales equitativas, en propiciar las reformas necesarias para una
razonable distribución de los bienes, en la efectiva supervisión de las
instituciones bancarias, en la humanización del trabajo industrial, en la
regulación de los flujos migratorios, en la salvaguardia del medioambiente, en
la universalización de la sanidad y la educación. Que mueva a los depositarios
del poder político a colaborar estrechamente con otros gobiernos para resolver
aquellos problemas que, en una economía globalizada, superan el control de los
Estados particulares. Y a cooperar en el pronto establecimiento de una
autoridad política mundial, reconocida por todos y dotada de poder efectivo
capaz de garantizar a cada uno la seguridad, el cumplimiento de la justicia y
el respeto de los derechos y de la paz.89
45. Tenemos, además, el reto de ejercer una caridad más
profética. No podemos callar cuando no se reconocen ni respetan los
derechos de las personas, cuando se permite que los seres humanos no vivan con
la dignidad que merecen. Debemos elevar el nivel de exigencia moral en
nuestra sociedad y no resignarnos a considerar normal lo inmoral. Porque la
actividad económica y política tienen requerimientos éticos ineludibles, los
deberes no afectan sólo a la vida privada. La caridad social nos urge a buscar
propuestas alternativas al actual modo de producir, de consumir y de vivir, con
el fin de instaurar una economía más humana en un mundo más fraterno.
4.5 Promover el desarrollo integral de la persona y afrontar
las raíces de las pobrezas 19
46.
El aumento de la pobreza en esta crisis ha obligado a las instituciones de la
Iglesia a dar una respuesta urgente de primera asistencia -reparto de comida,
ropa, pago de medicamentos, de alquileres y otros consumos- que considerábamos
ya superadas en nuestro país. Estos servicios de beneficencia se han multiplicado
tanto que en ocasiones han restado tiempo y disponibilidad para poder atender a
tareas tan importantes como el acompañamiento y la promoción de la persona.
Este segundo nivel de asistencia, junto con la erradicación de las causas
estructurales de la pobreza, constituyen las metas superiores de nuestra acción
caritativa.
47. El acompañamiento a las personas es básico en nuestra
acción caritativa90. Es necesario “estar con” los pobres – hacer el camino con
ellos– y no limitarnos a “dar a” los pobres recursos (alimento, ropa, etc.). El
que acompaña se acerca al otro, toca el sufrimiento, comparte el dolor. “Los
pobres, los abandonados, los enfermos, los marginados son la carne de Cristo”91.
La cercanía es auténtica cuando nos afectan las penas del otro, cuando su
desvalimiento y su congoja remueven nuestra entraña y sufrimos con él. Ya no se
trata sólo de asistir y dar desde fuera, sino de participar en sus problemas y
tratar de solucionarlos desde dentro. Por eso, si queremos ser compañeros de
camino de los pobres, necesitamos que Dios nos toque el corazón; sólo así
seremos capaces de compartir cansancios y dolores, proyectos y esperanzas con
la confianza de que no vamos solos, sino en compañía del buen Pastor.
90Cf. CÁRITAS ESPAÑOLA, Modelo de
Acción social, Madrid, Cáritas, 2009, 31-36.
91 FRANCISCO, Misa de Canonización de
la Santa mexicana María Guadalupe García Zabala ( 2013).
92 COMISIÓN EP. DE PASTORAL SOCIAL
(CEE), La iglesia y los pobres, 28.
93 FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 202.
94 Cf. San JUAN PABLO II, Mensaje a
los trabajadores y empresarios durante su viaje apostólico a España,
Barcelona (1982).
48. La pobreza no es consecuencia de un fatalismo inexorable,
tiene causas responsables. Detrás de ella hay mecanismos económicos,
financieros, sociales, políticos…; nacionales e internacionales. «Un
enfrentamiento lúcido y eficaz contra la pobreza exige indagar cuáles son las
causas y los mecanismos que la originan y de alguna manera la consolidan».92 Debemos
hacerlo movidos por la convicción de que la pobreza hoy es evitable; tenemos
los medios para superarla. Los principales obstáculos para conseguirlo no son
técnicos, sino económicos y políticos. “Mientras no se resuelvan radicalmente
los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los
mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de
la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún
problema. La inequidad es raíz de los males sociales”93. Debemos asumir todos
la propia responsabilidad, a nivel individual y social, las naciones
desarrolladas y las naciones en vías de desarrollo.
49. Hemos de trabajar con tesón para alcanzar esta ambiciosa
meta de eliminar las causas estructurales de la pobreza. Los objetivos han de
ser:
Crear empleo. Las empresas han de ser apoyadas para que
cumplan una de sus finalidades más valiosas: la creación de empleot. En los
tiempos difíciles y duros para todos —como son los de las crisis económicas— no
se puede abandonar a su suerte a los trabajadores pues sólo tienen sus brazos
para mantenerse94.
20
Que las
Administraciones públicas, en cuanto garantes de los derechos, asuman su
responsabilidad de mantener el estado social de bienestar, dotándolo de
recursos suficientes.
Que la sociedad
civil juegue un papel activo y comprometido en la consecución y defensa del
bien común.
Que el mercado
cumpla con su responsabilidad social a favor del bien común y no pretenda sólo
sacar provecho de esta situación.
Que las personas
orientemos nuestras vidas hacia actitudes de vida más austeras y modelos de
consumo más sostenibles.
Que, en la medida de
nuestras posibilidades, nos impliquemos también en la promoción de los más
pobres y desarrollemos, desde la coherencia ética con nuestros valores,
iniciativas conjuntas, trabajando en “red”, con las empresas y otras
instituciones apoyando, también con los recursos eclesiales, las finanzas
éticas, microcréditos y empresas de economía social.
Que la dificultad
del actual momento económico no nos impida escuchar el clamor de los pueblos
más pobres de la tierra y extender a ellos nuestra solidaridad y la cooperación
internacionaly avanzar en su desarrollo integral.
Cultivar con esmero la
formación de la conciencia sociopolítica de los cristianos de modo que sean
consecuentes con su fe y hagan efectivo su compromiso de colaborar en la recta
ordenación de los asuntos económicos y sociales.
4.6 Defender la vida y la familia como bienes sociales
fundamentales
50. La familia ha sido la gran valedora social en estos años.
¡Cuántos han podido subsistir ante la crisis gracias al apoyo moral, afectivo y
económico de la familia! Este hecho nos tiene que llevar a valorar la vida y la
familia como bienes sociales fundamentales y superar lo que san Juan Pablo II
llamó la cultura de la muerte y de la desintegración. También el papa Francisco
nos exhorta en este sentido al recordarnos que no hay una verdadera promoción
del bien común ni un verdadero desarrollo del hombre cuando se ignoran los
pilares fundamentales que sostienen una nación, sus bienes inmateriales, como
lo son la vida y la familia.95
95 Cf. Discurso a la comunidad de
Varginha, Río de Janeiro (25-7-2013).
Tenemos una sociedad demográficamente envejecida a la vez que
empobrecida en el orden moral y cada vez más limitada para mantener
determinados servicios sociales: pensiones, subsidios por desempleo, atención a
la dependencia, etc.
51. Nos preocupan las desigualdades que sufren las mujeres en
el ámbito familiar, laboral y social. Es preciso aceptar las legítimas
reivindicaciones de sus derechos, convencidos de que varón y mujer tienen la
misma dignidad. Debemos reconocer que la aportación específica de la mujer, con
su sensibilidad, su intuición y capacidades propias, resulta indispensable y
nos enriquece a todos.
Es urgente crear cauces para «acompañar adecuadamente a las
mujeres que se encuentran en situaciones muy duras porque el aborto se les
presenta como una rápida solución a sus profundas angustias, particularmente
cuando la vida que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o
en un contexto de extrema 21
pobreza.
¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de tanto dolor?».96 Nuestras
instituciones sociales deben movilizarse para asistir, acompañar y ofrecer
respuestas suficientes a las mujeres que se encuentran en estas difíciles
situaciones.
96 FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 214.
97 Ibid., 53.
98 Cf. Ibid.
99 Cf. FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 204.
100 BENEDICTO
XVI, Carta enc. Caritas in Veritate, 36.
4.7 Afrontar el reto de una economía inclusiva y de comunión
52. “No a la economía de la exclusión”97, a esta economía que
olvida a tantas personas, que no se interesa por los que menos tienen, que los
descarta convirtiéndolos en “sobrantes”, en “desechos”.98 No a la indiferencia
globalizada, que nos lleva a perder la capacidad de sentir y sufrir con el
otro, a buscar nuestro propio interés de manera egoísta, y a apoyar el sistema
económico vigente pensando que el crecimiento, cuando se logra, beneficia a
todos de forma automática. Es preciso superar el actual modelo de desarrollo y
plantear alternativas válidas sin caer en populismos estériles.
No podemos seguir confiando en que el crecimiento económico,
por sí solo, vaya a solucionar los problemas; esto no sucederá si el
comportamiento económico no tiene en cuenta el bien de todos y cada uno de los
ciudadanos, si no considera que todos importan, que ninguno nos resulta
indiferente. La búsqueda del verdadero desarrollo implica dar relevancia a los
pobres, valorarlos como importantes para la sociedad y para las políticas
económicas.
53. La reducción de las desigualdades –en el ámbito nacional
e internacional– debe ser uno de los objetivos prioritarios de una sociedad que
quiera poner a las personas, y también a los pueblos, por delante de otros
intereses. Para ello necesitamos tomar conciencia de que no es deseable un
mundo injustamente desigual y trabajar por superar esta inequidad, bien
conscientes de que la solución no puede dejarse en manos de las fuerzas ciegas
del mercado.99
Es preciso dar paso a una economía de comunión, a
experiencias de economía social que favorezcan el acceso a los bienes y a un
reparto más justo de los recursos; llevar a cabo lo que ya nos pedía Benedicto
XVI: «No sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de
la ética social, como la transparencia, la honestidad y la responsabilidad,
sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica
del don, como expresión de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la
actividad económica ordinaria. Esto es una exigencia del hombre en el momento
actual, pero también de la razón económica misma».100
4.8 Fortalecer la animación comunitaria
54. La caridad es una dimensión esencial, constitutiva, de
nuestra vida cristiana y eclesial, que compete a cada uno en particular y a
toda la comunidad. Así lo dice Benedicto XVI: «El amor al prójimo enraizado en
el amor a Dios es ante todo una tarea para cada fiel, pero lo es también para
toda la comunidad eclesial...También la Iglesia en cuanto comunidad ha de poner
en práctica el amor. En consecuencia, el amor necesita también una
organización, como presupuesto para un servicio comunitario 22
ordenado»101.
Y amplía: «Cuando la actividad caritativa es asumida por la Iglesia como
iniciativa comunitaria, a la espontaneidad del individuo debe añadirse también
la programación, la previsión, la colaboración con otras instituciones»102.
101 BENEDICTO XVI, Carta enc. Deus
caritas est, 20.
102 Ibid., 31 b).
103 Cf. CARITAS ESPAÑOLA, Marco de
Acción en los Territorios, Madrid, Cáritas, 2013, 7-9.
104 FRANCISCO,
Exhort. ap. Evangelii gaudium, 209.
El documento “La Iglesia y los Pobres”, refiriéndose a la
Iglesia servidora que encarna el rostro misericordioso de Dios manifestado en
Cristo, afirmaba que «en la Iglesia de hoy debemos adquirir “una conciencia más
honda” de esta misión recibida del Espíritu Santo para dar testimonio de la
misericordia de Dios. Se trata de un deber de toda la comunidad, y no solamente
de unos pocos, digamos, especializados en este ministerio
Es necesario que la comunidad cristiana sea el verdadero
sujeto eclesial de la caridad y toda ella se sienta implicada en el servicio a
los pobres; toda la comunidad ha de estar en vigilancia permanente para
responder a los retos de la marginación y la pobreza103.
55. La acción social en la Iglesia no es labor de personas
inmunes al cansancio y a la fatiga, sino de personas normales, frágiles, que
también necesitan de cuidado y acompañamiento. Han de prestarse mutuamente
asistencia y ayuda para poder cumplir la noble tarea en la que están
comprometidos. En servir a los demás ponen su alegría. Las organizaciones han
de cuidar con solicitud de sus agentes; también a ellos se extiende el deber de
la caridad. Son instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los
pobres, signos e instrumentos de su presencia salvadora. Pero tienen sus
limitaciones, necesitan ayudarse unos a otros para más saber y mejor hacer,
para crecer en formación y en espiritualidad.
5.- Conclusión
56. “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he oído
sus quejas”, dijo el Señor a Moisés (Ex 3,7). También nosotros Pastores del
Pueblo de Dios hemos contemplado cómo el sufrimiento se ha cebado en los más
débiles de nuestra sociedad. Pedimos perdón por los momentos en que no hemos
sabido responder con prontitud a los clamores de los más frágiles y
necesitados. No estáis solos. Estamos con vosotros; juntos en el dolor y en la
esperanza; juntos en el esfuerzo comunitario por superar esta situación
difícil. Juntos, hermanos en Jesucristo, debemos edificar la casa común en la
que todos podamos vivir en dichosa fraternidad. Pedimos al Padre que nos colme
de inteligencia y acierto para construir una sociedad más justa en la que los
anhelos y necesidades de los más desfavorecidos queden satisfechos.
Las víctimas de esta situación social sois nuestros
predilectos, como lo sois del Señor. Queremos, con todos los cristianos, ser
signo en el mundo de la misericordia de Dios. Y queremos hacerlo con la
revolución de la ternura a la que nos convoca el papa Francisco. “Todos los
cristianos estamos llamados a cuidar a los más frágiles de la Tierra”.104 23
57.
No podemos dejar de agradecer el esfuerzo tan generoso que, en medio de estas
dificultades, están haciendo las instituciones de Iglesia como Cáritas, Manos
Unidas, Institutos de Vida Consagrada –que realizan una gran labor en el
servicio de la caridad con niños, jóvenes, ancianos, etc–; y otras muchas.
Hemos podido comprobar con gran satisfacción el ingente trabajo llevado a cabo
por voluntarios, directivos y contratados en la atención a las personas y en la
gestión de recursos. Tras ellos están las comunidades cristianas, tantos hombres
y mujeres anónimos que responden con su interés y preocupación, con su oración
y su aportación de socios y donantes.
58. A pesar de las
crecientes desigualdades sociales y económicas que advertimos y de las demandas
cada día mayores que los pobres nos presentan, os pedimos a todos que
continuéis en el esfuerzo por superar la situación y mantengáis viva la
esperanza.
La caridad hay que
vivirla no sólo en las relaciones cotidianas –familia, comunidad, amistades o
pequeños grupos–, sino también en las macro-relaciones –sociales, económicas y
políticas–. Necesitamos imperiosamente «que los gobernantes y los poderes
financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que
haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos».105
Es preciso que todos seamos capaces de comprometernos en la construcción de un
mundo nuevo, codo a codo con los demás; y lo haremos, no por obligación, como
quien soporta una carga pesada que agobia y desgasta, sino como una opción
personal que nos llena de alegría y nos otorga la posibilidad de expresar y
fortalecer nuestra identidad cristiana en el servicio a los hermanos.
105 Ibid., 205.
106 FRANCISCO, Exhort. ap. Evangelii
gaudium, 222.
107 Ibid., 223.
109 Lc 1, 52.
Recordamos frecuentemente con el papa Francisco que “el
tiempo es superior al espacio”106. «Este principio permite trabajar a largo
plazo sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con
paciencia las situaciones difíciles y adversas. […] Darle prioridad al espacio
lleva a enloquecerse para tener todo resuelto en el presente. […] Darle
prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer
espacios».107 Por eso, no nos quedemos en lo inmediato, en los limitados
espacios sociales en que nos movemos, en lo que logramos aquí y ahora. Demos
prioridad a los procesos que abren horizontes nuevos y promovamos acciones
significativas que hagan patente la presencia ya entre nosotros del Reino de
Dioseterna.
59. Con María cantamos que Dios «derriba del trono a los
poderosos y enaltece a los humildes».109 Es el canto de la Madre que lleva en
su seno la esperanza de toda la humanidad. Y es el canto de la comunidad
creyente que siente cómo el Reino de Dios está ya entre nosotros transformando
desde dentro la historia y alumbrando un mundo nuevo y una nueva sociedad,
asentados no en la fuerza de los poderosos, sino en la dignidad y los derechos
inalienables de los pobres. El canto de María es nuestro canto, un canto que es
llamada a la esperanza, canto que nos apremia a ser luz alentadora, soplo
vivificante para todos, de manera especial para aquellos que más hondamente
están sufriendo los efectos devastadores de la pobreza y la exclusión social.
24
Que
santa María, Virgen de la Esperanza y Consoladora de los afligidos, ruegue por
nosotros hoy y siempre. Que ella consiga que no nos falte nunca en el corazón
la necesaria y urgente solidaridad con los más pobres.
A nuestra Madre del
Cielo unimos la intercesión de Santa Teresa de Jesús, bajo cuya protección, en
el V Centenario de su nacimiento, ponemos también nuestro servicio a los más
pobres.
Ávila, 24 de abril de
2015
