Por qué yo no reproduciré las viñetas de Charlie Hebdo
Ayer por la tarde terminaban las 56 horas de
terror que han conmocionado a Francia y a todo el mundo occidental, tras el
ataque terrorista a la sede de la revista satírica Charlie Hebdo que publicara
en su día las caricaturas de Mahoma.
El episodio terminaba con la muerte de los
tres terroristas localizados hasta el momento, en el asalto que las fuerzas
especiales francesas realizaron a los dos lugares donde mantenían rehenes.
Yo no deseo la muerte a nadie, pero desde
luego tampoco voy a ser yo quien derrame una lágrima por los terroristas
fallecidos. En todo caso, lamentaré que no murieran antes de llevarse por
delante a los 12 empleados de Charlie Hebdo y a 4 rehenes de un supermercado
judío, víctimas inocentes del fanatismo de esos canallas.
Dicho esto, permítanme que deje claro que no
me siento para nada identificado con muchas de las reacciones que estoy viendo
al atentado contra Charlie Hebdo, reacciones que me parecen irracionales e
inhumanas.
Me refiero, en concreto, al hecho de que mucha
gente ha calificado el atentado contra Charlie Hebdo como un ataque a la
libertad de expresión, y ha abogado por reproducir las viñetas anti-musulmanas
de Charlie Hebdo, como manera de responder al ataque terrorista.
Me parece una auténtica barbaridad. Ni el
atentado contra Charlie Hebdo es un ataque a la libertad de expresión, ni las
viñetas anti-musulmanas de Charlie Hebdo eran otra cosa que basura islamófoba.
Dado lo reciente de los acontecimientos,
permítanme hacer un paralelismo para quitar carga emocional a las
explicaciones: vamos a olvidarnos de Charlie Hebdo y vamos a suponer que
hubiera en Francia una revista que se dedicara, un día sí y otro también, a
hacer chistes sobre homosexuales. Pero no chistes cualesquiera, sino viñetas
extraordinariamente ofensivas en las que un día se presentara a todos los
homosexuales como pederastas peligrosos, y al día siguiente se los ridiculizara
de manera humillante y al otro se carcajearan del asesinato de una pareja de
homosexuales a manos de una banda neonazi.
¿Sería admisible semejante revista? A mi
juicio, no. De ninguna manera. La libertad de expresión no incluye el derecho a
incitar al odio contra los homosexuales, ni a hacer escarnio público de ellos,
ni a celebrar con chistes el asesinato de los mismos.
Imaginen ahora que algún grupo extremista
atentara contra esa publicación que incita al odio contra los homosexuales y
que, como resultado del ataque, murieran varios trabajadores de esa revista.
Independientemente de lo hiriente o
despreciable que fuera la revista, ese ataque sería un ataque terrorista
injustificable, y los perpetradores deberían ser perseguidos y castigados con
la máxima dureza posible, como asesinos que son.
Pero el ataque contra esa revista
anti-homosexuales no podría nunca ser calificado como un ataque contra la
libertad de expresión, porque la libertad de expresión no incluye, no puede
incluir, la incitación al odio, ni la sistemática humillación de ningún grupo
humano, ni mucho menos la defensa o trivialización de la violencia contra personas.
Se trataría de un asesinato despreciable e inhumano, de un ataque terrorista,
de un crimen ideológico... lo que ustedes quieran, pero no de un ataque a la
libertad de expresión.
Y por supuesto, lo que resultaría totalmente
inadmisible es que nadie iniciara una campaña pidiendo que, como respuesta al
atentado, todos nos hiciéramos eco de esas viñetas que incitan al odio contra
los homosexuales o que los humillan. A nadie en su sano juicio se le ocurriría
pedir semejante cosa, ni reproducir las viñetas, ¿verdad?
Bien, pues hecho el paralelismo, volvamos al
caso de Charlie Hebdo. Cuando se dice que Charlie Hebdo publicaba viñetas
satíricas, se está edulcorando la realidad. Lo que Charlie Hebdo publicaba era,
en muchas ocasiones, basura xenófoba.
Déjenme que les ponga un ejemplo bien
palmario: el 3 de julio de 2013, el gobierno militar egipcio dispersaba a tiros
en El Cairo una manifestación de partidarios del depuesto presidente Morsi.
Fueron asesinados a balazos 149 manifestantes; otros 403 resultaron heridos.
¿Qué hizo la revista Charlie Hebdo? Pues publicar a la semana siguiente una
portada asquerosa, en la que se ve a un musulmán sosteniendo un Corán, que cae
acribillado por las balas mientras exclama: "¡El Corán es una mierda! ¡No
detiene las balas!".
Eso no es humor. Eso no es libertad de
expresión. Hace falta ser muy mala persona para reírse de esa manera del
asesinato a sangre fría de 149 personas a manos de una infecta dictadura
militar. Pónganse Vds en la piel de las familias de esos asesinados y díganme:
¿qué sentirían Vds. al ver esa portada de Charlie Hebdo una semana después de
perder a sus seres queridos?
Y ahora, respóndanme a esta pregunta: ¿cómo
puede alguien pedirme que, en respuesta al ataque terrorista contra Charlie
Hebdo, yo reproduzca una portada como esa, riéndome de la muerte de seres
humanos? De ninguna manera puedo hacer eso.
Y no se trata de un chiste aislado de Charlie
Hebdo. Publicar viñetas en donde aparece la cara de Mahoma con una bomba como
turbante no es otra cosa que llamar terroristas a todos los musulmanes, es
decir, incitar al odio contra el musulmán por el simple hecho de serlo. Y
pintar chistes burdos y ofensivos donde a los musulmanes se los presenta
sistemáticamente como incultos, violentos y fanáticos, es humillar de manera
gratuita a todo un colectivo.
La libertad de expresión no lo ampara todo. Yo
no puedo insultar en antena a mi vecino porque me dé la gana, porque sería un
delito de injurias; yo no puedo imputar a nadie hechos delictivos o deshonrosos
que no sean ciertos, porque sería un delito de calumnias; yo no puedo humillar
o predicar odio contra ningún grupo humano por cuestiones de raza, sexo o
religión, porque estaría vulnerando los derechos constitucionales de otros.
Defecar en las tumbas de un cementerio judío o
hacer chistes sobre las cámaras de gas no es libertad de expresión, sino una
ofensa gratuita que ataca la libertad religiosa de los judíos.
Desnudarse delante del altar de una iglesia
mientras se celebra una misa o hacer viñetas obscenas sobre la Virgen María no
es libertad de expresión, sino una ofensa gratuita que ataca la libertad
religiosa de los católicos.
Y, de la misma manera, pintar un cerdo en la
pared de una mezquita o publicar chistes riéndote de las creencias de 149
manifestantes asesinados en Egipto no es libertad de expresión, sino una ofensa
gratuita que ataca la libertad religiosa de los musulmanes.
Así que, por favor, no mezclemos temas. Como
decía al principio, el ataque terrorista contra Charlie Hebdo es una canallada
infame, y no seré yo quien llore la muerte de los terroristas que la
perpetraron.
Pero la libertad de expresión
es otra cosa: libertad de expresión es poder decir lo que pienso... y respetar
también lo que piensen los demás, sean éstos ateos, judíos, cristianos... o musulmanes.
LA OPINIÓN DEJuan Manuel de Prada
Yo no soy «Charlie Hebdo»
Llegados a la culminación del dislate, hemos escuchado defender un sedicente «derecho a la blasfemia»
Día 12/01/2015 - 17.03h
Llegados
a la culminación del dislate, hemos escuchado defender un sedicente «derecho a
la blasfemia»
DURANTE los últimos días, hemos
escuchado calificar a los periodistas vilmente asesinados del pasquín Charlie Hebdo de «mártires de la libertad de
expresión». También hemos asistido a un movimiento de solidaridad póstuma con
los asesinados, mediante proclamas inasumibles del estilo: «Yo soy Charlie Hebdo». Y, llegados a
la culminación del dislate, hemos escuchado defender un sedicente «derecho a la
blasfemia», incluso en medios católicos. Sirva este artículo para dar voz a
quienes no se identifican con este cúmulo de paparruchas hijas de la debilidad
mental.
Allá por septiembre de 2006,
Benedicto XVI pronunció un grandioso discurso en Ratisbona que provocó la
cólera de los mahometanos fanáticos y la censura alevosa y cobarde de la
mayoría de mandatarios y medios de comunicación occidentales. Aquel espectáculo
de vileza infinita era fácilmente explicable: pues en su discurso, Benedicto
XVI, además de condenar las formas de fe patológica que tratan de imponerse con
la violencia, condenaba también el laicismo, esa expresión demente de la razón
que pretende confinar la fe en lo subjetivo, convirtiendo el ámbito público en
un zoco donde la fe puede ser ultrajada y escarnecida hasta el paroxismo, como
expresión de la sacrosanta libertad de expresión. Esa razón demente es la que
ha empujado a la civilización occidental a la decadencia y promovido los
antivalores más pestilentes, desde el multiculturalismo a la pansexualidad,
pasando por supuesto por la aberración sacrílega; esa razón demente es la que
vindica el pasquín Charlie
Hebdo, que además de publicar sátiras provocadoras y gratuitamente
ofensivas contra los musulmanes ha publicado en reiteradas ocasiones
caricaturas aberrantes que blasfeman contra Dios, empezando por una portada que
mostraba a las tres personas de la Santísima Trinidad sodomizándose entre sí.
Escribía Will Durant que una civilización no es conquistada desde fuera hasta
que no se ha destruido a sí misma desde dentro; y la basura sacrílega o
gratuitamente ofensiva que publicaba el pasquínCharlie Hebdo, como los
antivalores pestilentes que defiende, son la mejor expresión de esa deriva
autodestructiva.
Debemos condenar este vil
asesinato; debemos rezar por la salvación del alma de esos periodistas que en
vida contribuyeron a envilecer el alma de sus compatriotas; debemos exigir que
las alimañas que los asesinaron sean castigadas como merecen; debemos exigir
que la patología religiosa que inspira a esas alimañas sea erradicada de
Europa. Pero, a la vez, debemos recordar que las religiones fundan las
civilizaciones, que a su vez mueren cuando apostatan de la religión que las
fundó; y también que el laicismo es un delirio de la razón que sólo logrará que
el islamismo erija su culto impío sobre los escombros de la civilización
cristiana. Ocurrió en el norte de África en el siglo VII; y ocurrirá en Europa
en el siglo XXI, a poco que sigamos defendiendo las aberraciones de las que
alardea el pasquín Charlie
Hebdo. Ninguna persona que conserve una brizna de sentido común, así como
un mínimo temor de Dios, puede mostrarse solidaria con tales aberraciones, que
nos han conducido al abismo.
Y no olvidemos que el Gobierno
francés –como tantos otros gobiernos occidentales–, que amparaba la publicación
de tales aberraciones, es el mismo que ha financiado en diversos países (y en
especial en Libia) a los islamistas que han masacrado a miles de cristianos,
mucho menos llorados que los periodistas del pasquín Charlie Hebdo. Puede parecer
ilógico, pero es irreprochablemente lógico: es la lógica del mal en la que
Occidente se ha instalado, mientras espera la llegada de los bárbaros