El demócrata
Creado el 11 març 2014 por J. I. González Faus

1.- El Demócrata ha de procurar tener bien controlados
todos los órganos decisivos del poder judicial (Tribunal Supremo, Constitucional
etc.) de modo que haya siempre una mayoría a su favor en esas instancias. Así
podrá después hacer sonoras declaraciones de respeto a la independencia de la
justicia.
2.- El Demócrata debe tener bien controlados al menos
una buena parte de los medios de comunicación. De modo que puedan destilar el
mensaje fundamental de un buen demócrata hodierno, que no es “hacer las cosas
bien”, sino decir y repetir que estamos haciendo bien las cosas. Porque, en
definitiva, aquello que se repite sin parar (sea falso o verdadero) acaba
por convertirse en verdad. (Recordemos si no: “España va bien”, en los
momentos en que se iba inflando la burbuja que luego nos estalló. O “estamos
girando al centro”, en los días en que se afianzaba la extrema derecha y
el renacer de las dos Españas)…
3.- El Demócrata ha de tener de su parte a todos los
poderes económicos del país. De este modo, entre otras cosas, dispondrá de
pingües ayudas en las campañas electorales y podrá competir en situación
ventajosa. Luego a esos poderes económicos se les reducirán los impuestos: que
bastante gastaron ya financiando las campañas.
4.- Y muy importante: El Demócrata debe procurar que
la educación buena sea privada y accesible a pocos; y que la educación pública
esté mal pagada y sea más bien regular. Pues unas multitudes bien educadas son
siempre un peligro para la democracia, como ya avisó Ortega y Gasset con
aquello de la rebelión de las masas. Mientras que unas masas con poca
formación son perfectamente manejables a la hora de votar. Porque entre una
derecha podrida y una izquierda perdida, ese votante preferirá siempre la
primera en la que se reconoce más, como bien sabía Berlusconi.
5.- Algo de eso diría hoy Maquiavelo reencarnado. Me
preguntarán si todo ello no llevará a la oposición a una especie de parálisis
mental, peligrosa para nuestras apariencias democráticas. En el fondo se
pretende eso. Pero el Demócrata sabe también que debe salvar las formas y
cómo hacerlo. Para la oposición se dejan las que antaño llamé “izquierdas
de plástico”, aparentes e inauténticas como las flores plastificadas.
Ahí caben el campo sexual y el anticlericalismo. Por
el primero las izquierdas parecen tener tanta obsesión como nuestros obispos,
aunque en dirección contraria. El Demócrata, según nuestro Maquiavelo
reencarnado, deja a la oposición esas reivindicaciones. Ello le permitirá
presumir de moralidad y ganarse apoyos episcopales, mientras sabe que si un día
gobierna él, tampoco cambiará demasiado lo que había hecho la oposición
en este campo (y si lo intenta puede costarle muy caro). En el segundo campo
entraría denunciar los acuerdos del 79 con el Vaticano.
Y no es que tenga yo nada contra esas
reivindicaciones. Incluso, por muy constitucional que sea, me parece inmoral
que las confesiones religiosas no paguen el IBI por edificios no destinados al
culto. Y quisiera recordar que la Iglesia católica se declaró en el Vaticano
II dispuesta a “renunciar a ciertos derechos legítimos cuando su uso pueda
empañar la pureza de su testimonio”. Pero ¿es esa denuncia lo urgente hoy? ¿O
se busca sólo que las Cortes la rechacen, tranquilizando la propia conciencia
izquierdosa?
El Demócrata sabe que esas reivindicaciones son
como el Sintrom que permite que la oposición vuelva a sentir la sangre
circulando por sus venas. Pero que la izquierda ponga en ellas lo más visible
de la propia identidad, como si fueran anteriores al pan para todos, vivienda para todos, salud y educación para todos o la
máxima igualdad posible entre todos, en momentos en que el estado de bienestar
va siendo desmantelando sigilosamente, descorazona. Así se transigió con una
monstruosa reforma de la Constitución de modo que “el pago de los créditos para
satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública gozarán de prioridad
absoluta”. ¡Por delante de derechos personales primarios! ¡Sin que les temblase
la mano y sin consultar al pueblo! Aceptando que el dinero no existe para
servir a los hombres sino que la mayoría de los hombres deben vivir para
servicio del dinero. Anti-izquierda, anticristiano, inhumano, inmoral… Más
importante y más urgente era no transigir en que los poderes judiciales sean
nombrados por el poder político. O reformar la ley electoral… Pero la oposición
se parece a aquellos serenos de La verbena de la Paloma que, sin saber qué
hacer, se decían “vamos a dar otra vuelta a la manzana”.
El balance es que el gobierno puede bajar sin que
la oposición logre subir. Lo que buscaba Maquiavelo.