Sacerdotisa de ti misma
Publicado:
17 febrero, 2014 en REFLEXIONES
Etiquetas: Dios, Espiritualidad, Interioridad, Mujeres
Etiquetas: Dios, Espiritualidad, Interioridad, Mujeres
SACERDOTISA DE TI MISMA
SILKE APEL, silkeapel@gmail.com
GUATEMALA.
SILKE APEL, silkeapel@gmail.com
GUATEMALA.
ECLESALIA,
17/02/14.- Con Jesús de Nazareth se inaugura una nueva era, un nuevo
tiempo, en el cual se manifiesta la absoluta bondad de la divinidad. En él, la
Divina Sabiduría adquiere el rostro humano del hermano, de quien acompaña,
acoge y libera de cargas impuestas por otros. De ahí que el culto al templo y
la mediación de personas especializadas para vincularnos con la divinidad dejan
de tener sentido. Los mediadores de lo sagrado quedan sin oficio, porque Jesús
recuerda que la sacralidad habita a todo ser humano, indistintamente de su
condición social, sexo, raza u opción de vida.
Sin embargo, como dice Antonio Machado: caminante,
no hay camino, se hace camino al andar. El camino al misterio, a lo
sagrado, nadie te lo puede indicar. Sólo tú tienes la llave del sentido de tu
vida. Sólo tú tienes acceso al manantial divino que brota de lo más íntimo de
tu ser, en donde habita el silencio, en donde te puedes encontrar contigo
misma; donde confluyen tu pasado, tu presente, tu futuro.
Descubrir lo sagrado que habita en ti, te lleva a
encontrar la vida plena que ofrece Jesús. Ese es el agua viva del cual puedes
beber y puedes ofrecer a quienes te rodean (cf. Jn 4,14). Está en tus manos la
luz que ilumina las profundas zonas de tu interior para que puedas descubrir la
razón de que se haya visto disminuida tu conciencia de divinidad: la imagen
de Dios en ti (cf. Gn 1,27).
Resulta que tu miedo más grande no es por tu
limitación o incapacidad, sino que temes brillar con tu propia luz y ser
absolutamente poderosa, dueña de tu propia vida. Es tu luz, no tu sombra, lo
que te aterra, porque nos han enseñado a ocultarla. Tomar el papel de víctima o
pequeña no le sirve al mundo. Callar, no anuncia; el inmovilismo no genera; la
esterilidad no da a luz.
Viviendo desde tu manantial puedes llegar a sanar tu
propia vida. Las enfermedades y padecimientos están vinculados de una u otra
manera con la negación de tu ser, de tu pasado, de tus potencialidades o con
las sombras que buscan ser iluminadas por tu conciencia sagrada. La salud
solamente puede brotar de ti misma (de donde ha brotado también el padecer), de
tu habilitación como santa e inmaculada en el Señor (cf. Ef 1,4), siendo
coherente con tu interior.
Sólo hay verdadera conversión cuando descubres el
misterio que te habita, cuando asumes tu condición divina. Amando, descubres la
Presencia Divina en ti y te vinculas con ella. Cuando dejas de responder a las
expectativas de otros, dejas de fingir, dejas de seguir caminos de otros, para
encaminarte en la búsqueda del sentido de tu propia existencia; entonces serás
capaz de asumir el sacerdocio constituido por Jesucristo y asumirás
responsablemente tu condición de hija de Dios y hermana de la creación.
Más allá de transmitirse o infundirse, el sacerdocio
nace de lo más profundo de la conciencia humana. Cuando se le deja brotar y se
tiene el valor, como Jesús, de hablar con la propia voz desde aquello que nos
habita, que ve más allá de lo obvio, escucha lo que otros no escuchan, porque
se han abierto los ojos y los oídos de la interioridad. Sólo desde lo más
profundo del ser, se puede proclamar la Sabiduría Divina iluminando a quienes
nos rodean. El sacerdocio sagrado de la Divinidad busca ser anunciado y
compartido con quienes aún no han encontrado el camino.
Este trabajo nadie lo puede hacer por ti. Nadie puede
ni debe tomar decisiones por ti porque nadie asume ni vive las consecuencias de
ellas. Atrévete a dejarte iluminar por la sabiduría de quienes comparten tu
camino: maestras, sanadoras, abuelas, tías, hermanas y encamínate.
Cuando ya no te importen los cánones, cuando por ti
misma puedas distinguir la verdad de la mentira; cuando ya no le temas a la
opinión de los demás y distingas desde tu interior el bien del mal, entonces
habrás entrado en consonancia con tu ser divino. No temas, a Jesús le llamaron
loco, hereje y lo crucificaron.
Hoy ya no te clavan en una cruz, pero pueden acabar
contigo, callar tu alma, tu conciencia, la verdad que te habita. Sin embargo,
la verdad y la autenticidad de lo divino no muere nunca, la luz que brilla
trasciende los umbrales de los límites humanos y brillará por siempre, porque
es sagrada.
Esa es la verdad que te hará realmente libre y
sacerdotisa de ti misma. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la
difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
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