El informe hace un llamamiento a los participantes del Foro Económico mundial de Davos para que se comprometan con acciones concretas, tales como,
- No utilizar paraísos fiscales para evadir impuestos ni en sus propios países ni en otros países en los que invierten y operan;
- No utilizar su riqueza económica para obtener favores políticos que supongan un menoscabo de la voluntad política de sus conciudadanos;
- Hacer públicas todas las inversiones de las que sean beneficiarios efectivos;
- Respaldar una fiscalidad progresiva;
- Exigir a los gobiernos que utilicen su recaudación fiscal para proporcionar a los ciudadanos sanidad, educación y protección social universales;
- Reclamar que todas las empresas que poseen o controlan ofrezcan un salario digno a sus trabajadores;
- Exigir a otras élites económicas que también se adhieran a estos compromisos.
EL BANQUETE
DEL CORRUPTO BALTASAR
PABLO HERRERO HERNÁNDEZ, Laico Sacramentino, traductor de la revista ECCLESIA, pabloherrero.hernandez@gmail.com
MADRID.
PABLO HERRERO HERNÁNDEZ, Laico Sacramentino, traductor de la revista ECCLESIA, pabloherrero.hernandez@gmail.com
MADRID.
ECLESALIA, 13/02/14.- Tanto en su magisterio más
público como en el más discreto de sus reflexiones diarias en Santa Marta, el
papa Francisco insiste en distinguir entre el pecado, en el que todos caemos, y
la corrupción, esa institucionalización, esclerotización o elevación a sistema
del pecado, que trae consigo, entre otros males, la pérdida de conciencia del
mal que se comete. Y, dentro de esta corrupción, el Papa reserva palabras
durísimas —auténticamente proféticas y evangélicas— a los laicos cristianos que
practican la corrupción instrumentalizando a la Iglesia e implicándola en su
propia corrupción («¡Yo soy un benefactor de la Iglesia! Meto la mano en el
bolsillo y doy a la Iglesia. Pero con la otra mano, roba: al Estado, a los
pobres… Roba») y, aún en mayor medida, a todos aquellos «cristianos corruptos,
sacerdotes corruptos [...] que no viven en el espíritu del Evangelio, sino en
el espíritu de la mundanidad».
En el Oficio de Lecturas se propone a nuestra oración
y meditación, entre otros relatos, el famoso banquete de Baltasar, del libro de
Daniel (5, 1-30). En este episodio, como es sabido, el hijo de Nabucodonosor
manda traer los vasos de oro y plata de los que su padre se había apoderado en
el templo de Jerusalén, para beber en ellos él mismo con toda su corte: «Cuando
trajeron los vasos de oro que habían cogido en el templo de Jerusalén,
brindaron con ellos el rey y sus nobles, sus mujeres y sus concubinas. Y
mientras bebían vino, alababan a sus dioses de oro y plata, de bronce y hierro,
de madera y piedra» (vv. 3-4). Al explicar Daniel el sentido de las misteriosas
palabras trazadas en la pared de la sala del banquete por unos «dedos de mano
humana», el profeta hace hincapié precisamente en esta conducta del rey como
desencadenante de la ruina suya y de su reino: «Te has rebelado contra el Señor
del cielo y has hecho traer a tu presencia los vasos de su templo, para beber
vino en ellos en compañía de tus nobles, tus mujeres y tus concubinas. Has
alabado a dioses de plata y oro, de bronce y hierro, de madera y piedra, que ni
ven, ni oyen, ni entienden; mientras que al Dios dueño de tu vida y tus
empresas no lo has honrado» (v. 23).
Enseguida pienso que esta famosa escena bíblica —tan
pictórica y «oriental» como la de la danza de la hija de Herodías— recobraba para
nosotros, hoy, toda su densidad de Palabra de Dios como condena de esa misma
corrupción tan denunciada por el Papa, consistente en emplear y dedicar las
riquezas de fe y de gracia de la Iglesia —los «vasos de oro y plata» del
Templo— para hacer carrera en el escalafón eclesiástico, para vivir según
principios mundanos, y no cristianos, rindiendo culto a los ídolos de la
riqueza, del poder y de la violencia —la acción de «brindar» precisamente en
esos vasos sagrados, alabando a «dioses de plata y oro, de bronce y hierro, de
madera y piedra»—.
Pero la Palabra de Dios no es arma arrojadiza que
debamos lanzar contra los demás sin dejarnos cuestionar y encausar por ella:
nos interpela siempre a todos y a cada uno de nosotros, y esta página de Daniel
también puede precavernos hoy a los laicos comprometidos en la Iglesia y con
ella, impulsándonos a discernir una y otra vez si y en qué medida, al poner al
servicio de la comunidad nuestros respectivos y diferentes dones y talentos,
buscamos la realización y el aplauso humanos en vez de esa gloria de Dios que
es la vida —abundante y en plenitud— de cada uno de nuestros hermanos.
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos,
indicando su procedencia).
Los mayores riesgos para el mundo

El informe llega a la conclusión que la disparidad de los ingresos, en concreto la brecha crónica entre los ingresos
de los ciudadanos más ricos y los más pobres, es el
riesgo que más probablemente podría causar graves perjuicios a escala mundial en la próxima década. Otros de máxima
importancia son episodios meteorológicos
extremos, el desempleo (en
particular el juvenil) y las crisis
fiscales.
Los 5 riesgos considerados los más
probables son, en este orden:
1. La disparidad de
ingresos (riesgo social)
2. Episodios meteorológicos
extremos (riesgo medioambiental)
3. El desempleo y subempleo
(riesgo económico)
4. El cambio climático
(riesgo medioambiental)
5. Los staques cibernéticos
(riesgo tecnológico)
Los 5 riesgos considerados de mayor
impacto potencial son:
1. Crisis fiscales (riesgo
económico)
2. Cambio climático (riesgo
medioambiental)
3. Crisis del agua (riesgo
medioambiental)
4. Desempleo y subempleo
(riesgo económico)
5. Interrupción crítica de
la infraestructura de la información (riesgo tecnológico)
Jennifer Blanke,
Economista Jefa del Foro Económico
Mundial, advierte que la interconectividad de los riesgos hace que sus
repercusiones
negativas sean más pronunciadas ya que, en su conjunto, pueden ejercer un
efecto aumentado.
El informe
considera, en particular, los dos desafíos altamente asociados a los que hacen
frente los jóvenes que llegan a la
mayoría de edad en la actual década de menores oportunidades de empleo y costos
crecientes de la educación, y evalúa su impacto sobre la estabilidad política y
social así como el desarrollo económico. Ante el hecho de que más del 50% de
los jóvenes de algunos países desarrollados estén buscando trabajo y de que hay
un nivel creciente del empleo informal en regiones en desarrollo donde vive más
del 90% de la juventud del mundo actual; el Informe brinda perspectivas de cómo
pueden desplegarse medidas tecnológicas y de otra índole a fin de mitigar una
parte de este riesgo.
David Cole, Jefe de Riesgos del Grupo, de
Swiss Re, manifestó: “Hoy en día muchos
jóvenes se enfrentan a una situación muy difícil. Como resultado de la crisis
financiera y la globalización, la generación más joven de los mercados maduros
lucha contra una situación desesperada, con cada vez menos oportunidades de
trabajo, y con la necesidad de soportar el envejecimiento de la población.
Aunque en los mercados emergentes hay más trabajo, los trabajadores aún no
poseen el amplio conjunto de aptitudes necesarias para satisfacer la demanda.
Es vital que nos sentemos con los jóvenes ahora y empecemos a plantear
soluciones que tengan como objetivo crear sistemas educativos más adecuados,
mercados de trabajo funcionales, intercambios eficaces de competencias y el
futuro sostenible del que todos dependemos”.