"El Papa ha inaugurado un nuevo lenguaje"
Francisco y la literatura
"Bergoglio está produciendo una revolución moral
copernicana"
Roberto
Alifano, 07 de diciembre de 2013 Papa Francisco tira u
(Roberto Alifano)- No es sin cierta timidez que
empiezo la investigación para este libro sobre el papa Francisco y su
relación con las letras, que no sé dónde me llevará. Si bien el propósito
lo tengo claro, puedo anticipar que se centra esencialmente en el Francisco
hombre de la cultura, profesor de literatura, lector y escritor que, a través
de sus mensajes cotidianos, sus diálogos interreligiosos y sus homilías,
inauguró un nuevo lenguaje en la comunicación con su feligresía y con el que
quiera oírlo y leerlo. El campo que ilumina el espíritu de este misionero de
nuestra Iglesia Católica es casi inabarcable; sobre todo ahora que cada uno de
sus actos trasciende de manera universal.
Séneca señaló que "la vida del hombre es una
serie de sorpresivos presentes donde cada acto es un gesto que sugiere que
no hay cosa en la Tierra que no sea letra de la cifra de Dios". Todo
hombre debe cumplir con un deber irrenunciable que tiene lugar en su secreta
trama. De tal manera, cada momento de la historia encuentra también su imagen
arquetípica y, en un círculo más vasto, digamos que cada grupo lo encuentra
dentro de la época que le toca vivir. Para nuestra compleja contemporaneidad,
sujeta a los modernos medios de difusión masivos, a los vaivenes de las
contradicciones política y económica, el papa Francisco es el jefe espiritual
de una Institución convulsionada por los cambios que se operan en el mundo;
para el porvenir, despojado de las heterogéneas circunstancias, no dudamos que
será el apóstol de un nuevo camino que está abriendo con su accionar y su
palabra.
Quizá de dos maneras puede explicarse la misión de
este hombre con una forma de expresarse que es un llamado de atención
constante. Todo ser humano, se sabe, puede ser muchos hombres que se
superponen a veces como los textos de un palimsesto. El primero se desliza
casi gradualmente, o naturalmente a través de su expresión; el otro, el más
íntimo, el más elaborado, el más imperante, está en la certeza de un alma
grande puesta al servicio de la humanidad de la que es pastor. Ahí, me parece,
se centra el estilo singular de este gran argentino universal.
Creo entonces que en el espíritu del papa Francisco,
como en la convicción sacerdotal que profesa y es su símbolo, hay hospitalidad,
comprensión, amor a su Dios y auténtica vocación de entrega al prójimo.
Fue elegido papa de Roma y jefe de la cristiandad en un momento demasiado arduo
y a poco tiempo de su designación está provocando una auténtica revolución.
Al empezar su mandato tomó el nombre del santo sin
duda más conmovedor de la historia de la cristiandad, Giovanni Di
Bernardone, San Francisco de Asís (il poverello d'Assisis), fundador de la
Orden Franciscana, dedicada a los pobres, la oración y la predicación, y ha
manifestado que "quiere una Iglesia pobre para los pobres", hecho que
choca de frente con cierto boato vaticano, más afín a los rico y poderosos, que
a los humildes hijos de Cristo.
A menos de un año, desde el momento en que anunció
que se llamaría "Francisco", estableció cuál sería su impronta.
Luego dejó entrever a través de sus primeras palabras como pontífice que
introduciría un estilo diferente en la Iglesia, de mayor apertura a otros
credos, de austeridad, de tolerancia, de integración. Que sería un Papa cercano
a la gente e inauguraría un nuevo estilo, informal y abierto. A sabiendas de
que sería criticado por los sectores más conservadores de su Iglesia.
Durante estos primeros tiempos de su mandato,
Francisco transformó aquellas promesas en decisiones sobre la familia, el papel
de los jóvenes y el Vaticano, que quedaron plasmadas menos en frases e imágenes
ostentosas que en hechos concretos. Arremetió contra la mafia afirmando que
"para los cristianos de doble vida no hay perdón de Dios. Se merecen -lo
dice Jesús, no lo digo yo- que les pongan en el cuello una piedra de molino y
los arrojen al mar". Pocos días antes, acusó sin eufemismos a "los
devotos del dios soborno, aquellos que a sus hijos les dan de comer pan sucio
de su corrupción. Tal vez deberíamos rezar por estos niños y jóvenes. Ellos
también tienen hambre. Pero tienen hambre de dignidad". Después de
recordar la disposición de Dios para perdonar a todos los pecadores, Francisco
agregó: "Pecadores somos todos, pero corruptos no. Quien peca y se
arrepiente, pide perdón. Pero aquel otro que, en el fondo, no se arrepiente,
finge ser cristiano y lleva una doble vida. Mete la mano en un bolsillo y da a
la Iglesia. Con la otra mano, roba. Su belleza es la de los sepulcros
blanqueados. Hay así cristianos corruptos, sacerdotes corruptos. La
corrupción, que quizá empieza con un pequeño sobre, al fin se convierte en un
sistema de vida".
Mensajes claros, contundentes, que conjugan de un modo
armonioso la sabiduría, el conocimiento y la información en el complejo
problema que el trato humano tiene que resolver permanentemente, también dentro
de la Iglesia. Francisco lo sabe y lo demuestra cada día con un accionar que es
ejemplo de que la sinceridad y la justicia son virtudes de todos las épocas
y de cada día, y lo es esencialmente del buen cristiano. Sócrates pensaba
que nuestro deber es evitar el mal y obrar con justicia. La ética sigue siendo
el principal problema de nuestro tiempo; a las flaquezas inherentes a la
condición del hombre, nuestra perseverancia ha agregado muchos elementos de
diversas raíces, cuya enumeración, por supuesto, no agotaré.
Durante mucho tiempo el hombre creyó que él y la
Tierra eran el centro del universo. Cuando se descubrió que apenas habitábamos
un planeta menor, a esta nueva perspectiva se la llamó "revolución
copernicana", en honor de Copérnico, que la descubrió. Creo que Francisco
está generando una nueva revolución copernicana, esta vez en el campo de la
visión moral, intelectual y social.
Desde que Jorge Mario Bergoglio es papa el Francisco,
ya produjo demasiadas señales en esta dirección. Habló cada día más de una
Iglesia de los pobres y de "ir de la periferia el centro y no a la
inversa". Pareciera que, desde su innegable simpatía, nos está
empujando suavemente hacia un nuevo orden que, lejos de ser en sí mismo
simpático, apunta hacia una dirección radicalmente nueva. Pero, así como Ortega
y Gasset decía que "la claridad es la cortesía del filósofo",
Francisco quisiera darnos sus enseñanzas de a poco, suavemente. Sin duda su
estilo no debiera confundirnos, ya que lo que trae detrás de su alegre sonrisa
es nada menos que una renovación acompañada, eso sí, por una simpatía gracias a
la cual terminaremos por aceptarla sin convulsiones.
Ya son famosas sus frases y a veces su humor y su
ironía se acercan a la del incisivo Borges, de quien se confiesa devoto lector
y a quien llevó a dar una conferencia cuando dirigía el Colegio de la
Inmaculada, en la provincia de Santa Fe. "Borges era el rey de las
palabras; si lo sabrá usted", me dijo en un diálogo que tuvimos en la
Embajada de Italia cuando era Cardenal y Arzobispo de la Buenos Aires.
Ese mediodía nos regocijamos recordando anécdotas de
nuestro primer escritor. Hace meses, en su encuentro con la juventud, en Río de
Janeiro, les pidió a los jóvenes que "hagan lío y no tengan miedo de ir
contra la corriente". Y ejemplificó: "No se dejen robar la esperanza,
cuando nos proponen valores averiados como la comida en mal estado,
rechacémoslos de plano; cuando la comida está en mal estado nos hace mal, estos
valores nos hacen mal".
Hace pocos días, cuando el presidente del Instituto
Gardeliano de Buenos Aires lo fue a visitar, le llevó como obsequio una foto
enmarcada de Carlos Gardel.
-Su Santidad, le traigo el retrato de un amigo
-le dijo sonriendo en tono de complicidad, depositándola en sus manos.
Francisco la
recibió emocionado y con una carcajada contagiosa, le respondió:
-¡Pero, qué
lindo regalo! Carlitos era un muchacho del rioba (expresión que, al
revés, quiere decir barrio).
Hincha del club de fútbol San Lorenzo de Almagro, ya
se ha hecho familiar el lenguaje porteño de Francisco, a veces cercano al
lunfardo: "El Señor nos primerea", se le escuchó decir hace poco.
"Pecas y él te espera para perdonarte". Cuando alguien lo interrogó
sobre el origen del término, explicó que provenía de la jerga futbolista.
"Expresa la acción de llegar antes, de ganar de mano, de ‘primerear' a
otro equipo."
Hace poco recomendó a los jóvenes que "no
balconeen la vida y métanse en ella, como Jesús". Con ese término,
recomendó que deben involucrarse; no ser meros espectadores y observar desde un
balcón. No es menos comentada otra frase que se hizo pública y dejó perplejo al
presidente de Bolivia, Evo Morales: "Esta civilización de nuestra época se
está pasando de rosca", alusión a un término mecánico o del automovilismo,
que hace referencia a una tuerca que se ajusta demasiado.
Quizá no está lejano el día en que las expresiones de
Francisco se conviertan en lo que un porteño viejo llamaría como "el
nuevo chamuyo de Dios"
La sencillez de Francisco no deja de ser conmovedora.
Lo demuestra cada día y en cada acto que protagoniza. En Buenos Aires, siendo
el jefe de la Iglesia Argentina no era raro descubrirlo mezclado entre la gente
viajando ciudadanamente en los servicios públicos. Hay al respecto otra
anécdota, por cierto sabrosa, que lo muestra como el ávido lector que es. Un
conocido periodista se lo encontró en el metro concentrado en la lectura de un
libro y se acercó para saludarlo. El entonces Cardenal Bergoglio respondió al
saludo apenas levantando los ojos y siguió inmerso en el texto que lo ocupaba.
No demasiado tiempo después, el periodista, conductor de un programa en el
canal del Episcopado argentino, se debió reunir con él y, casi en tono de
reproche, se quejó de aquella actitud protagonizada en el metro.
-¡Pero, por favor; no se vaya a ofender por eso! -se
disculpó, apretando su mano, y le explicó con una sonrisa-. ¿Sabe lo que
ocurre? Que mis viajes en el transporte público están dedicados a la lectura.
Cuando llego a mi oficina me ocupan otros problemas. Si me distraigo
conversando dejo de leer. Hasta me paso varias veces de estaciones concentrado
en un libro.
Es conocida la postura de la Iglesia, y del mismo
Francisco sobre el divorcio. En una de sus homilías lo dejó en claro, pero con
humor, durante un discurso a principios de octubre, donde pidió a las parejas
que hagan lo posible por mantenerse unidas en matrimonio a pesar de las
adversidades, y completó: "Yo a los recién casados siempre les digo,
peléense, tírense los platos, pero nunca terminen la jornada sin hacer la paz.
¡Nunca!", dijo, y causó risas y aplausos entre los presentes. También ha
dicho que "no existe un Dios católico, existe Dios" y de una manera
concluyente que "la curia tiene un defecto: es Vaticano-céntrica".
Hacia ese Francisco lector y escritor, dueño de un
lenguaje casi popular, destinados a la mayoría, que ejerció durante años la
tarea de enseñar literatura, estará dirigido el libro en el que estoy
trabajando. Muchos hombres de la religión y de la cultura que lo han tratado y
lo conocen bien me han ofrecido sus testimonios; entre ellos el Rabino Abraham
Skorka, autor con Francisco de Sobre el cielo y la Tierra, un libro
dedicado al diálogo interreligioso, que firman ambos. Los memorables testimonio
abundan y se enriquecen cada día.