PRONÓSTICO ELECTORAL
– José Ignacio González-Faus
No sé si
escribo por pesimismo, por realismo, o por consolar a los que luego se van a
sentir decepcionados. Pero mi sospecha es que en las próximas elecciones va
a ganar el PP. Otra cosa será que luego pueda formar gobierno. Pero veo los
siguientes factores que hacen probable su victoria.
1.- El miedo. Estamos claramente mal; en esas
situaciones una reacción muy común suele ser la del refrán: “más vale malo
conocido que bueno por conocer”. Las gentes tienden más a temer el paso de mal
a peor que a esperar la salida de mal a mejor. Sólo cuando el mal se ha
convertido en desesperante la multitud reacciona: pero entonces ya no lo hace
votando sino quemando, destruyendo o produciendo violencias.
Un par de factores
coyunturales puede atizar ese miedo al bueno por conocer. El primero ha sido la
ligereza de Susana Díaz: creyó que por su cara bonita (que la tiene) y
su coquetería política podría convertirse en señora de Andalucía; rompió un
pacto alegando unas razones de inestabilidad nunca aclaradas, y ahora se
encuentra con una inestabilidad mucho mayor de la que, encima, pretende culpar
al resto de los partidos. Que una promesa política pueda cometer semejante
error de cálculo, nubla el horizonte de todas las demás promesas. Mientras que
si Ada Colau tiene serias posibilidades de ganar en Barcelona es porque primero
hizo (y muy bien) y después ha hablado: al revés de los que hablan antes de
haber actuado.
El segundo
factor es el discurso superagresivo de Pablo Iglesias el primer día de
campaña. Personalmente sospecho que sólo dijo verdades; pero esas verdades
deberían haber sido dichas antes, en la lucha cotidiana y no en la campaña
electoral. Porque, como reconoció Felipe González, la gente mira las
campañas como unos días de mentiras. Al decir todo lo que dijo Iglesias en
plena campaña, pudo enardecer a los suyos pero convenció a todos los demás de
que aquello no era más que la ristra de insultos exagerados, típicos de las
campañas. Hubiera podido decir que Podemos no financia su campaña con créditos
bancarios; prometer incluso acabar con la forma actual de las campañas
electorales que suponen gran cantidad de gastos inútiles: que en cada lugar,
defiendan a cada partido sus candidatos en aquella circunscripción, sin que los
líderes hagan una inútil “vuelta electoral a España”, pronunciando discursos
que sólo convencen a los suyos; y que las campañas se hagan proponiendo
programas y no atacando al otro: que para eso ya está la oposición cotidiana.
Podía haber dicho algo de eso, pero cayó en un tic muy propio de la casta
que tanto ha denostado. ¡Lástima!
2.- La
insolidaridad. A nivel
mundial, vivimos una hora individualista e insolidaria. Cameron no ha ganado en
el Reino Unido por los resultados de crecimiento y empleo que esgrimía embobada
la amiga Soraya. Ha ganado porque ha triturado a una minoría de británicos que
lo están pasando fatal, pero que casi no tienen voz; y ha generado una reacción
insolidaria de “mientras eso les pase a los otros y no a mí, pues adelante”. En
España sucede exactamente lo mismo: muchos aceptarán las medidas inmorales de
este gobierno mientras no les toquen a ellos… Dicen que la democracia es cosa
de mayorías; pero una democracia política, sin democracia económica se
convierte fatalmente en la opresión de una minoría indefensa, por una mayoría
que se aprovecha de ella.
3.- La
corrupción. Parecerá
extraño que esgrima esta lacra como venero de votos para el PP, pero quisiera
recordar la cínica (y lúcida) frase de Berlusconi: “me votan porque me tienen
envidia y quisieran ser como yo”. Tengo la vehemente sospecha de que todo lo
que hemos ido sabiendo sobre la corrupción (los “horrores” que no “errores”,
como le corrigió a Rajoy una política valenciana), son sólo la punta de un
iceberg; que son muchas las gentes que, en este país, tienen su pequeño
chanchullo que les interesa esconder y conservar. Y se sentirán más seguras
si gobierna el PP. Hace ya muchos años, en México, tuve esta conversación
con un taxista (era público entonces que todos los taxistas votaban al PRI):
critiqué al expresidente Echevarría porque había robado mucho; y el taxista se
volvió indignado y me dijo literalmente “¡oiga! ¡es que era el presidente de la
república!” Pues eso: él hacía lo que podía y nosotros hacemos lo que podemos,
y que nos dejen en paz. Creo que algo de eso se repite entre nosotros y puede
ser otra fuente de votos para el PP.
4.- La
ignorancia. O la piedad o la buena fe, llámeselas como se quiera. Pero creo que otro puñado
de votos procederá de gente mayor que se siente católica (muchas monjas entre
ellos) y que tiene el esquema mental de que “el PP es el único partido que
defiende a la Iglesia”; esquema alimentado por la falta de respeto a lo
religioso que exhiben los demás partidos sobre todo el PSOE (donde hay tantos
cristianos por otro lado), desde los días de Alfonso Guerra y Matilde
Fernández. Más de dos veces he oído decir a personas de cierta edad: “claro, yo
votaría al PSOE, pero ¡son tan enemigos de la religión!”. Pueden faltar ahí
todos los matices que se quiera; pero esa mentalidad existe y seguirá votando
hasta que no se muera toda una generación.
5.- Los de
siempre. Como existe
también ese residuo de viejos franquistas, tejeros, “fuerzas-nuevas”… que no
pueden votar más que al PP, sea éste lo que sea y haga lo que haga. Incluso,
probablemente, sería ingenuo pensar que -como los anteriores- son sólo un
residuo que acabará desapareciendo: porque en una época sin otros horizontes
vitales que el consumo, brotan en la juventud posturas racistas, supernacionalistas,
agresivas… Y hasta te hacen pensar que mejor que se queden ahí que no que se
vayan al Estado Islámico.
6.- El opio del
pueblo. Y además de
todo eso, por mal que estemos “siempre nos quedará París”, como en la película
Casablanca: quiero decir que siempre nos quedarán Messi, y Cristiano y Marc
Márquez y Rafa Nadal y todas esas estrellas que nos iluminan la noche política
y económica, nos atontan como los psicofármacos y, aunque nos cambien la
personalidad, actúan como analgésicos y nos hacen olvidar lo insoportable de la
realidad que nos envuelve.
7.- “La clave”. Si ese análisis está bien
encaminado, creo que hay ahí unas fuentes que nutrirán al sr. Rajoy
(aunque no tengan nada que ver con su política), y hacen probable el triunfo
que he pronosticado (o temido). El problema surgirá entonces para Ciutadans.
Muchos votos del PP están emigrando ahí porque parecen ser una variante del PP
con menos grandes manchas en sus elegantes vestidos. Y aquí nace la pregunta: ¿aceptará
Ciudadanos pactar con el PP? ¿Mantendrá la misma coherencia inflexible que
está exhibiendo en Andalucía? ¿O echará mano ahora del argumento contrario de
“facilitar la gobernabilidad” y de que ya es sabido que la política hace
extraños compañeros de cama? A esa pregunta es a la que no sé responder. De
ella depende que el PP, con su presunta victoria pírrica, pueda seguir
gobernando, o se estrelle.
Y en fin: no sé
acierto; pero si estas líneas pudieran suscitar ahora nuevas reflexiones y
argumentos (amén de los inevitables insultos) y quizá consolar a algunos cuando
pase el día 24, ya me doy por satisfecho.
Ada Colau es como la ciudad
de Los Ángeles. Llegas a ella conociéndola desde la primera esquina de Westerly
Terrace hasta el último grano de arena de Venice Beach aunque sea la primera
vez que la visitas. Es el efecto del cine y la televisión, pero también de las
redes sociales y, en el caso de Colau, de esa impagable campaña de marketing
que los genios de la prensa cortesana castellana le han regalado con toda la
elegancia e independencia del poder político de la que suelen hacer gala. Ada
Colau, que según esta gente es ETA y Al Qaeda y el virus del ébola condensado
en 1,70 metros de altura, lo llama «la sobreexposición mediática». Una
sobreexposición mediática que, eso sí, le ha permitido a la plataforma Guanyem
Barcelona, de la que ella es cara visible, ganar por mayoría aplastante las
próximas elecciones a la alcaldía de Barcelona sin saber ni siquiera si se va a
presentar a ellas. Durante la entrevista, cita al menos media docena de veces
la frase más conocida de Eldridge Cleaver: «Si no eres parte de
la solución, eres parte del problema». Ya saben, Eldridge Cleaver, el ministro
de Información de los Panteras Negras. El de «no necesitamos una guerra contra
la pobreza, necesitamos una guerra contra los ricos».
Quieras o no, eres la cara visible de los
escraches tras tu paso por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH).
¿Dónde pones la raya del nivel de violencia aceptable en una democracia?
Hombre, es evidente que para mí el límite es la
violencia. Pero el debate está en qué definimos por violencia. Yo he sido una
activista de la no violencia y no he matado nunca una mosca. Y precisamente
porque lucho por una sociedad no violenta creo que no puedes utilizar la
violencia. No creo en ella ni en términos éticos ni estratégicos. Y por eso
nunca la he utilizado como activista. Pero más allá de la violencia física está
el debate de lo que se considera violencia. A nosotros nos decían que éramos
violentos por hacer escraches, que eran en realidad manifestaciones pacíficas
en la calle con cartelitos verdes de «sí se puede». Todos los jueces nos han
dado la razón yhan dicho que ahí no
había ninguna violencia. Estamos denunciando una violencia estructural que no
tiene a un sujeto concreto que pega a otro. Pero sí se está sacando a la fuerza
a familias de sus viviendas para mantener los beneficios de los bancos. Y eso
para nosotros es violencia. Hay policías antidisturbios que están derribando
puertas por la fuerza, la fuerza del Estado, para sacar a la gente de sus casas
y dejar esas viviendas en manos de especuladores. Eso para mí es violencia. Los
escraches no lo eran.
Tú hablas frecuentemente de desobediencia civil.
Imagina una plataforma ciudadana que llamara a la desobediencia civil por la
vía del impago de impuestos. ¿Tu opinión sobre ella cambiaría en función de si
gobierna Podemos o el PP?
No, no, no. Yo no creo en la desobediencia civil
«porque sí». La desobediencia es una herramienta. El objetivo de la PAH es el
derecho a la vivienda, no la desobediencia civil. La PAH quiere parar los
abusos de la banca en este país. Y por eso agotamos en su momento todas las
vías del sistema. Interpelamos a los partidos políticos; a las instituciones
locales, autonómicas y estatales; presentamos escritos en los juzgados;
interpelamos al Parlamento Europeo y a Naciones Unidas; recogimos un millón y
medio de firmas como hormiguitas y con toda la paciencia del mundo mientras se
echaba a la gente de sus casas… y todo para que luego el PP tirara esas firmas
a la basura. Nadie ha agotado más vías legales que la PAH. Pero una vez
agotadas esas vías nos encontramos con un sistema bloqueado y que daba la
espalda a las reclamaciones ciudadanas mientras las encuestas decían que entre
el 80 y el 90% de los ciudadanos apoyaba nuestras demandas de mínimos. Y si una
vez agotadas las vías para esas demandas legítimas, basadas en los derechos
humanos, con un amplísimo apoyo social, con una enorme movilización detrás, el
sistema da la espalda a los ciudadanos… entonces es legítima la desobediencia
civil. Pero no simplemente para protestar y visibilizar el conflicto, sino como
mecanismo efectivo de autotutela de derechos. La desobediencia nos sirve en
este caso para parar desahucios, para que la gente no se quede en la calle,
para realojar a gente en pisos vacíos propiedad de la banca… Dentro de esa
filosofía es donde la desobediencia civil tiene sentido: por una causa justa,
legitimada y contrastada con el resto de la población. Y el no pagar impuestos
se ha utilizado en diversos momentos como forma legítima de protesta. Por parte
por ejemplo de movimientos por la paz y contra la guerra. Pero lo han hecho de
una manera muy razonable, ante notario, destinando ese dinero a causas por la
paz y contra la industria de la guerra, no al lucro personal. Así que depende
mucho de cómo lo hagas.
Claro. Pero, ¿quién decide qué objetivos son legítimos
y justifican la desobediencia civil y cuáles no?
A ver. Que la ciudadanía se organice y proteste,
mientras esas protestas no sean violentas, es totalmente legítimo. Mande quien
mande. Otra cosa es lo que hemos visto por ejemplo en América Latina, con esas
protestas organizadas y financiadas por la derecha. Una derecha que puede tener
mucho dinero y que incluso ha intentado golpes de Estado en países democráticos
donde los ciudadanos han votado a sus gobiernos. Golpes de Estado financiados
por potencias extranjeras que han visto una amenaza en esas democracias
incipientes. Y ya estamos viendo aquí que por parte de las grandes
concentraciones de dinero puede haber incluso intentos golpistas para pervertir
las reglas democráticas. Tenemos unas reglas aparentemente democráticas e
iguales para todos. Pero lo que denunciamos es que eso no es así. Que las
instituciones legislan siempre a favor de unos y en contra de la mayoría. El rescate
a la banca es el ejemplo máximo. La democracia es contraste de poderes y
contrapoderes, no hay una verdad única, pero lo que sí hay son los intereses de
una mayoría que apuesta por democracia y los derechos humanos, y los intereses
de una minoría que busca beneficios económicos. En Guanyem Barcelona no
queremos ganar la alcaldía, queremos ganar Barcelona para sus vecinos y
vecinas. Queremos ganar la democracia. Eso va mucho más allá de las elecciones.
Las elecciones son un mecanismo, una herramienta más. Se pueden ganar y hay que
ganar. Pero una vez ganado el Ayuntamiento en número de concejales, no has
ganado. El día después hay que hacer políticas rupturistas y reconquistar
derechos. Por ejemplo: el agua. Tenemos un agua privatizada, más cara y de peor
calidad. Pero hay otros municipios que están recuperando la gestión del agua.
Eso supone enfrentarse a Agbar y La Caixa, que ahora mismo son los propietarios
del agua en Barcelona y Cataluña. Y enfrentarse con esos poderes no lo
consigues ni siquiera con una mayoría absoluta en el Ayuntamiento. Necesitas a
una sociedad movilizada para imponer el interés general por encima de los
intereses particulares. Intereses que hoy tienen tentáculos por todas partes.
No solo en las administraciones públicas sino en el poder judicial, en los
medios de comunicación…
Te has ido al ejemplo extremo del golpismo de
derechas, pero hay protestas que sin llegar a esos extremos podrían
considerarse legítimas. Por ejemplo contra la expropiación de viviendas vacías
propiedad de ciudadanos particulares.
No, eso no lo haríamos nunca. Nosotros planteamos
sanciones o expropiación temporal de los pisos en manos de los bancos, y
especialmente en manos de los rescatados con dinero público, no de pisos
propiedad de propietarios particulares. Esa confusión entre el pequeño
particular y el gran empresario con pisos para especular ha sido una de las
herramientas que se han empleado para impedir las medidas de sanción y
expropiación de los pisos vacíos. Esas medidas ya se han aplicado en Andalucía,
donde se diferencia entre pisos en manos de sociedades y pisos en manos de
particulares. Las sanciones y las expropiaciones son para los primeros.
Entiendo que vosotros aplicaríais esa misma medida en
Barcelona en caso de llegar a la alcaldía.
Evidentemente. Entre nuestros objetivos de mínimos
está el del derecho a la vivienda, que es una emergencia. Tenemos miles de
pisos vacíos y miles de desahucios. La provincia de Barcelona encabeza los rankings
estatales de ejecuciones hipotecarias y de desahucios. Y una situación de
emergencia requiere medidas de emergencia. De hecho, el contrapoder ciudadano
ya está forzando cosas que eran impensables hace un año, como la sanción a los
pisos vacíos. Se han aprobado mociones en el Ayuntamiento de Barcelona y en
otros gracias a la presión social. Se están dando pasos adelante. Pero muy
lentos, muy tímidos. Y una de las razones por las que queremos llegar a la
alcaldía es para primar el derecho a la vivienda por encima del derecho a
especular con la vivienda.
¿Alguna vez te has planteado la posibilidad de que los
políticos pueden estar alejados de los problemas reales de los ciudadanos pero
que quizá vuestra visión es demasiado cercana a ellos?
Cuando dices «vuestra», ¿de quién estás hablando?
De Guanyem Barcelona, pero cambio el enunciado y te lo
pregunto directamente a ti.
Te lo digo porque yo participo de un espacio mucho más
amplio que es la plataforma Guanyem Barcelona. En Guanyem Barcelona hay
catedráticos, ingenieros, médicos, gente de todo tipo, con todo tipo de
profesiones, experiencias y conocimientos. Presuponer que todos ellos están
demasiado cerca de los problemas, que tienen buenas intenciones pero que no
saben… ¿Cómo que no saben?
Yo no he dicho que no sepan, he dicho…
No, no, no. No has dicho eso, es verdad, has dicho que
quizá no hay perspectiva. Te voy a poner un ejemplo a partir de mi experiencia
concreta en temas de vivienda. Los partidos políticos y quienes han tenido el
control institucional han sido incapaces de ver la burbuja inmobiliaria. Han
negado su existencia hasta cuando la burbuja ya había estallado. ¿Quién ha
demostrado aquí una estupidez sublime? Estupidez… o mala fe. Porque todavía no
sabemos si quienes nos han gobernado hasta ahora nos han mentido como bellacos.
Cuesta creer que la ciudadanía se diera cuenta del problema sin tener recursos
y que los que tenían acceso a todo el entramado institucional, político y financiero,
con presencia en los mercados internacionales, en el entramado de bancos y las
inmobiliarias, lo negaran explícitamente. Y está en YouTube, no es cuestión de
memoria. Salen Zapatero, las ministras y los consejeros de la Generalitat de
Catalunya diciendo en 2008 y 2009 que no había burbuja y que lo que habría como
mucho es un estancamiento de precios. Que la vivienda era una inversión segura
y que había que comprar viviendas como fuera porque eso era lo más seguro que
podía hacer un ciudadano español. Eso lo hicieron los supuestos expertos, los
que tienen educación. Los economistas, los abogados, los que tienen una «visión
global» de las cosas. La ciudadanía de a pie, activista o no, supo ver ya en
2006 que había una burbuja inmobiliaria. Y salió a la calle para decir «nos
estáis mintiendo y nos estáis expulsando de nuestras ciudades». Hay toda una
generación de jóvenes que no pueden emanciparse hasta los cuarenta años por el
precio de la vivienda. Luego llegó el estallido de la burbuja. ¿Qué partido o institución
se anticipó a ese estallido? ¿Qué partido fue capaz de prever las ejecuciones
hipotecarias y los desahucios? Ni uno solo. Fue la ciudadanía la que creo la
PAH, la que denunció la deuda… Los ciudadanos iban a las administraciones y lo
explicaban. Hemos tenido reuniones con secretarios de Vivienda que no se creían
el sistema hipotecario español. Les decíamos «oiga, que la gente se queda con
la deuda» y ellos decían «no, eso no puede ser». ¿Cómo que no puede ser? ¡Que
lo pone en la ley, oiga! Eso se lo explicábamos nosotros a ellos. Está claro
que el entramado institucional no está hecho para dar respuesta a las
necesidades más básicas. Está hecho con otras finalidades. Y eso se puede decir
también en temas de agua y de sanidad. Y en muchos otros temas,
lamentablemente. La ciudadanía va muy por delante de las instituciones.
Pero luego llegan las elecciones y los ciudadanos
vuelven a votar masivamente a los partidos «del régimen», como los llamas
tú.
Hasta ahora.
Algunas encuestas apuntan la posibilidad de que se
empiecen a recuperar de nuevo. ¿A qué se debe esa persistencia, según tú?
Hay varios factores. Uno es la inercia. Otro es el
poder y el control. Esos grandes partidos han diseñado las reglas del juego
para beneficiarse. ¿Quién tiene acceso hoy en día a la financiación para hacer
grandes campañas? Cualquiera que quiera llevar adelante una iniciativa como la
nuestra va a tener problemas. Nuestro primer problema es que no tenemos ni un
euro. Ahora mismo tenemos una cuenta con doscientos euros. Y no queremos
endeudarnos con los bancos. ¿Quién tiene el dinero en este país? Los mismos:
los bancos, las grandes empresas… Donde por cierto están colocados todos los
exministros de los gobiernos socialistas y del PP. Cuando denunciamos las
puertas giratorias no es por un tema estético. Es que eso tiene un efecto
directo en términos democráticos. ¿Quién financia luego las campañas
electorales? Y luego está el control de los grandes medios de comunicación.
Suerte que han aparecido internet y las redes sociales. Porque el control de
los grupos mediáticos es brutal. Y cuando aparecen temas en los que nos jugamos
muchísimo está claro que hay bajadas de línea, como hemos podido contrastar en
muchas ocasiones. Se han blindado para mantener su poder. Y, a pesar de eso, el
sistema se está resquebrajando por todas partes. A pesar de tenerlo todo atado
y bien atado pasó un 15M y han surgido nuevos partidos que sin disponer de
poder político o económico han irrumpido con mucha fuerza. Está claro que no
será fácil. Sufriremos campañas de propaganda. Como la campaña de
criminalización que está sufriendo Podemos, absolutamente desmesurada y fuera
de lugar, que roza el esperpento.
Hablando de Podemos. ¿Cuáles de sus errores no vais a
cometer vosotros? Si es que crees que han cometido alguno, obviamente.
Claro, la política es imperfección. Se le pueden hacer
críticas a Podemos y se le pueden hacer a Guanyem Barcelona ahora mismo. No
creo en la perfección. Y es más: una de las prácticas que deberíamos introducir
en política es el reconocimiento de los errores. Lo normal es equivocarse. Lo
que es insólito es que las fuerzas políticas actuales no reconozcan ningún
error. De Podemos podría mencionar por ejemplo el exceso de personalismo en la
figura de Pablo Iglesias. Pero eso no es responsabilidad suya sino de
una sociedad mediática que tiende a hacer caso solamente cuando ve figuras
fuertes. Ahí tienes una contradicción que me afecta también a mí. No me gusta
participar de ese espectáculo que magnifica a unas personas por encima de los
procesos colectivos. Pero al mismo tiempo es una herramienta que te permite
acceder a los medios.
¿Estás de acuerdo con la utilización del término
«casta» para referirse a la clase política actual?
Sí. Me parece una forma efectiva de resumir un sentir
general. Luego puedes hacer matices, puedes decir que no todos son iguales. Si
no quieres hablar de «casta», habla de «élites». Porque es evidente que en este
país existen unas élites que gobiernan en contra de la mayoría y de los
intereses generales. Son unas élites que llevan muchas décadas instaladas y que
en algunos casos vienen de la dictadura. Que se han mantenido siempre ahí, a
veces con un nombre, a veces con otro, a veces en la sombra. Pero los mismos
nombres te los encuentras en gobiernos de un color, de otro, en consejos de
administración, en los lugares de poder. Esas élites existen y «casta» es una
buena palabra para definirlas.
¿Pero las élites son malas por definición o estás
hablando más bien de las élites españolas?
Yo critico el concepto de élite. Porque está señalando
posiciones de desigualdad. Y yo estoy en contra de la desigualdad. «Élite»
tiene una connotación de superioridad. Otra cosa es que haya liderazgos o
referentes. En la cultura, en la política, en la sociedad. Es normal y es bueno
para el avance de la humanidad. Siempre y cuando respondan a intereses
colectivos.
Tú sueles utilizar el término «viejo régimen». ¿Eres
consciente de que a los viejos regímenes no se les sustituye pacíficamente por
otro sistema de gobierno sino que se les derroca por la fuerza?
Esperemos que no. Nosotros apostamos por la no
violencia aunque estamos sufriendo violencia de forma cotidiana. Lo que estamos
viviendo ahora lo definió muy bien la periodista Olga Rodríguez cuando
habló de «guerra sin balas». Esas élites extractivas están acumulando toda la
riqueza posible en todos los ámbitos a costa de mercantilizar la vida misma de
la gente. Mira todas las reformas laborales que se han hecho. Es que incluso el
aumento de la tasa de empleo ya no significa nada. Hay trabajo que roza la
esclavitud. Hay gente que ni con dos trabajos llega a fin de mes. Hoy ya hay
violencia. Y sí, estamos hablando de cambiar las reglas profundas del juego.
Estamos hablando de un proceso de transformación radical. Lo que es una
paradoja es que lo que estamos defendiendo ahora es lo que en teoría era
nuestro sistema. Estamos defendiendo la democracia. Y hoy defender la
democracia es revolucionario. Que hoy en día defender eso sea ser
revolucionario es toda una definición del sistema actual. Cuando a nosotros nos
llaman «antisistema»… No, perdone, es que el sistema era esto. [Pausa]
No sé si me estás cuestionando que hable de «viejo régimen»…
No lo cuestiono, simplemente apuntaba que tu discurso
tiene una carga de beligerancia bastante alta.
Es que se hizo una Transición que se nos vendió como
modélica. Todo era perfecto, se había conseguido la democracia. Como si la
democracia fuera un punto de llegada. La democracia, si es real, es un proceso.
A mi generación se le vendió que ya estaba todo hecho, que había llegado el fin
de la historia, que había una única visión del mundo, la versión oficial, que
es el capitalismo. El Muro ha caído, el capitalismo ha triunfado en todos los
rincones del planeta y no hay alternativa, así que apáñatelas como puedas,
sobrevive como sepas, cuenta solo contigo mismo y desconfía de tu vecino,
písale si puedes. Además, gracias a internet y las redes se ha visto que no hay
grandes alternativas. Y en España se junta ese discurso del final de la historia
con la Transición «modélica». Estaba todo hecho. Pero nosotros somos una
generación que sufrimos una enorme precariedad, un gran malestar. Muchas cosas
que se nos dicen no cuadran con nuestro día a día. Nos dicen que hay democracia
pero no podemos participar en las decisiones que nos afectan. Las del FMI, por
ejemplo. Con mis amigos siempre decimos que hay una canción que define bastante
bien eso. Es «Centro di gravità permanente» de Franco Battiato. Ese
discurso de la modernidad líquida, del fin de la historia, donde no hay
certezas, no hay grandes relatos y no existe un centro de gravedad. Vamos todos
flotando, sobreviviendo como podemos. Y lo que estamos aprendiendo es que los
grandes relatos y las versiones oficiales hay que cuestionarlos por definición.
Cuando te dan un relato hecho y acabado, desconfía. No hay que caer en la
trampa. Claro que hay alternativas al capitalismo. Si disfrutamos de más
recursos y avances tecnológicos que nunca no podemos vivir peor que hace
décadas. Es evidente que si se administraran las cosas de otra manera podríamos
vivir mucho mejor. Es de sentido común. No podemos vivir en una civilización
que te plantea como algo sencillo viajar a la Luna pero como algo imposible el
derecho a la vivienda. No tiene sentido. Y entre los grandes relatos del
capitalismo y el comunismo surgen relatos alternativos, como el de la economía
del bien común. Y ya hay experiencias económicas en muchos ámbitos que se están
gestionando de forma democrática y que no ponen la especulación y el beneficio
en el centro. Este mismo local en el que estamos pertenece a la Xarxa
Solidària, que es una realidad que no para de crecer, la del mundo de las
cooperativas. Cada día se tiran toneladas de comida mientras somos líderes en
Europa de malnutrición infantil. Somos el país con más desalojos de Europa y
con más vivienda vacía. Hay un tema de sentido común. ¿Eso es revolucionario?
En el fondo, sí. ¿Que tenga que hacerse con violencia? Creo que no está dicho.
Hablas de modernidad líquida y de banalización, pero
las redes sociales han jugado un papel importante en el cuestionamiento del
actual sistema político. ¿No te parece contradictorio?
No hay un «dentro» y un «fuera» del sistema. Todos
estamos dentro y fuera. Las redes sociales no son el problema, son una
herramienta más. Y se pueden usar bien o mal. Como la televisión, que creó la
opinión de masas mucho antes que las redes sociales. Puedes tener una
televisión plural o una televisión controlada que solo da pan y circo e
información orientada de forma partidista. También puedes tener unas redes
sociales que se usen para dos cosas contradictorias. Cuando se dice que tenemos
una juventud consumista que no se interesa por la política y a la que no le
importa nada… En primer lugar, los han educado para eso. Los han machacado
durante años midiendo a la gente por lo que acumula o por lo que posee y no por
lo que importa. Y eso es una educación recibida. Acusarles de eso me parece
injusto. Pero luego se encuentran con un sistema que no les garantiza nada.
Ellos han cumplido, son la generación más preparada de la historia, pero ahora
les dicen que no sirven y que no hay lugar para ellos. O que si trabajan lo van
a tener que hacer casi gratis, como becarios hasta los cuarenta, y luego ya
veremos. Así que el hecho de que a esta gente a la que no se le ofrece un papel
en la sociedad, a la que no se valora, busque mecanismos de huida en la
diversión superficial me parece lógico. Absolutamente lógico. Y eso se puede
expresar en las redes sociales, en el consumo de drogas o en muchas cosas. Pero
el tema es el origen. La herramienta en sí no crea la realidad.
Sí la crea. Que en Twitter no se puedan escribir más
de ciento cuarenta caracteres da forma a un tipo de realidad muy concreta.
Claro que las herramientas nos transforman. Y algunas
nos están convirtiendo en cyborgs y modificando nuestro pensamiento, nuestra
capacidad de concentración, la relación con nuestro cuerpo… Es posible que no
seamos conscientes de lo mucho que estamos cambiando en poco tiempo. Pero no
necesariamente nos transforman para mal. A veces también lo hacen para bien.
Por ejemplo, las redes han permitido cuestionar las versiones oficiales y tener
acceso a versiones alternativas que antes estaban controladas por los grandes
medios de comunicación. Y por eso desde el poder se está intentando controlar
internet y las redes: porque son un foco de subversión. También han permitido
que mucha gente aislada por diferentes motivos haya encontrado formas de
comunicación que hasta ahora no tenía. Ha roto muchas soledades, en definitiva.
Nos han dado una conciencia global de planeta y nos han permitido ver que no
somos el centro del universo.
Has dicho que has recibido ofertas de varios partidos
pero que las has rechazado porque no te interesa la política «institucional».
¿Qué partidos eran esos?
Fueron ICV y las CUP.
¿Cuándo?
En las últimas elecciones autonómicas. Y luego hubo
gente que me tanteó para varias experiencias que ha habido en las elecciones
europeas. Lo que yo dije, y sigo manteniendo, es que descarto un fichaje
individual. Yo apuesto por procesos colectivos. Como yo, mucha gente que no se
había planteado jamás el tema de las instituciones porque prefería mantenerse
en el campo del activismo se ve obligada ahora a planteárselo frente a una
situación de democracia secuestrada. Pero yo descarté el fichaje individual
porque creo que el sistema de partidos forma parte del problema más que de la
solución. Más allá de que no todos los partidos son iguales. Porque algunos son
partidos del régimen, partidos de gobierno que han diseñado las instituciones y
las reglas del juego tal y como funcionan ahora, y que están plagados de
corrupción. Y hay otros partidos minoritarios que no han tenido esa
responsabilidad. Pero, a pesar de esa diferencia, hay una forma de
funcionamiento del sistema de partidos y de la financiación que tiene que ver
con la falta de democracia en este país. Lo que en un momento dado podía tener
sentido, durante la Transición, ahora ya no responde a las necesidades de la
ciudadanía. Y eso hay que regenerarlo. Que no quiere decir tirar a la basura
todo lo que se ha hecho hasta ahora: hay mucha gente válida en muchos sitios.
Pero está claro que hay que actualizar las formas de participación política. Y
para hacer eso hay que buscar otras formas de representación y de intervención
en las instituciones más allá de los partidos existentes.
Entiendo que esas son las razones por las que
rechazaste su oferta, pero ¿qué crees que pretendían conseguir ellos con tu fichaje?
Vivimos en un sistema de partidos y en una democracia
absolutamente electoralista, del corto plazo, donde todos los partidos piensan
en estrategias para ganar las elecciones y no en mejorar la calidad de vida de
los ciudadanos. Y ese cortoplacismo electoralista hace que se busquen caras
visibles o que puedan tener legitimidad para reforzar candidaturas electorales.
Eso se puede hacer con buena o mala intención. Pero independientemente de las
intenciones, está claro que un problema de democracia secuestrada no lo cambias
con fichajes individuales. Por mucha legitimidad que tengan. Si yo me he
convertido en una figura pública con más o menos legitimidad no es por mis
cualidades personales, sino porque he sido cara visible de procesos muy
amplios. Y en concreto de la PAH, en la que han participado miles de personas.
No es mérito mío, así que tengo que ser extremadamente cuidadosa con ese
capital simbólico.
¿Crees quizá que ellos mataban dos pájaros de un tiro
con tu fichaje? Por una parte, ganaban legitimidad. Y por la otra, eliminaban a
un posible rival de cara a futuras elecciones.
Bueno, hay de todo. Creo que eso de evitar rivalidades
es más propio de partidos del régimen. Yo creo sinceramente que las CUP no
tenían esa intención. Al contrario. Son un formación de nuevo cuño, de reciente
creación, no es un partido del régimen. Es una experiencia horizontal y
asamblearia que se ha forjado en el municipalismo. Las CUP creen que deben ser
las personas que ya están activas en la sociedad, las que han demostrado que
trabajan por el bien común, las que sean caras visibles en otros espacios. En
cuanto a otros partidos, yo quiero pensar que tenían buenas intenciones.
También hay que saber ver una victoria en el hecho de que algunas formaciones
políticas reconozcan que hoy en día, en muchas cuestiones esenciales, el
liderazgo está en la sociedad civil y no en los partidos o en las
instituciones. Liderazgo en el sentido de que los que están anticipándose y
dando respuestas a necesidades básicas como la de la vivienda no son las
instituciones, que tienen todos los recursos para hacerlo, sino grupos como la
PAH. Y no solo para denunciarlo sino para dar respuesta y forzar a los bancos a
negociar.
¿Cómo surge la idea de la plataforma Guanyem
Barcelona?
No tiene un día concreto de nacimiento. Forma parte de
esa efervescencia, de ese anhelo de democracia. Forma parte de un debate mucho
más amplio que no es solo de Barcelona o de Ada Colau. De hecho, no es idea
mía. La ciudadanía está pidiendo más y mejor democracia porque vamos hacia una
versión contemporánea del feudalismo y de la esclavitud. Este es un proceso no
solo de critica al secuestro de la democracia sino también de autocrítica: si
no te implicas en política, otros la harán por ti. Está claro que la democracia
que delega el voto cada cuatro años no nos ha servido y que nos ha hecho acabar
como hemos acabado: con partidos e instituciones plagados de casos de
corrupción y con una de las situaciones de mayor empobrecimiento y desigualdad
de toda Europa. Ese debate se está viendo en las calles y en los colectivos de
Barcelona, una ciudad que tiene una tradición histórica de activismo y que ha
liderado muchas rebeliones democráticas a lo largo de su historia. Y si
planteas una revolución democrática, lo más coherente es empezar por el
municipalismo, desde abajo, desde la proximidad, desde lo más inmediato.
Además, Barcelona no es solo Barcelona. Es un símbolo de Cataluña, de España,
del Mediterráneo e incluso de Europa. Y, por eso, empezar procesos aquí que
planteen una confluencia muy amplia puede animar muchos procesos en otros
lugares.
Si la idea de Guanyem Barcelona no fue tuya, ¿de quién
fue?
Pues de varias personas. A mí me vino a buscar gente
próxima de distintos colectivos. Gente del movimiento vecinal, activistas de
los derechos sociales, de la universidad, gente que hablaba de que había que
hacer algo en Barcelona. Y me llamaron por el hecho de ser yo una cara visible
y una figura de consenso entre gente muy distinta. Yo siempre he dicho que si
puedo ayudar a procesos colectivos mucho más amplios estoy dispuesta a poner la
cara. Pero no para montar el grupo o el partido de Ada Colau. Eso no me
interesa y ya lo he demostrado. Porque ahora podría ser diputada y cobrar un
buen sueldo y hacer política interesante. Viviría mucho más tranquila.
¿Tú abandonaste la PAH por Guanyem Barcelona o ya la
habías abandonado cuando se creó esta última?
Yo llevaba ya mucho tiempo pensando en dejar de ser
portavoz de la PAH. Porque una cosa es ser portavoz y otra cosa es convertirte
en una figura mediática. Llega un momento en el que el personaje se puede comer
al colectivo. Y pasaba que muchos medios buscaban a Ada Colau y no a la
plataforma. Si no se hablaba con Ada Colau ya no querían hacer la entrevista. Y
entonces eso pasa de ser una potencia a ser un peligro para la organización.
¿Cómo va la recogida de firmas de Guanyem Barcelona?
Muy bien. Apenas ha pasado una semana y ya hemos
recogido la mitad de las que nos habíamos propuesto…
¿Quince mil?
Sí, casi quince mil de momento. Y como nos habíamos
propuesto hasta el 15 de septiembre treinta mil, creemos que podemos ser
optimistas. De hecho ya nos lo imaginábamos. Pero claro, una cosa es lo que tú
imaginas y otra confirmarlo. Pero la validación de Guanyem Barcelona no se
limita a la recogida de firmas. En términos democráticos eso sería muy pobre.
Esta semana empezamos a movernos en el barrio del Clot y luego a dar charlas en
las barrios para ver qué opina la ciudadanía de Guanyem Barcelona, si cree que
hay que tirar adelante, si hay matices, si hay que cambiar cosas…
ICV ya ha manifestado su intención de sumarse a la
plataforma.
Nos hemos encontrado con un problema. Como estamos
acostumbrados a que hoy la democracia sea únicamente formal y representativa, y
a que la participación se limite a los partidos políticos, rápidamente los
medios, muchas veces en titulares, por inercia y no por maldad, han tendido a
simplificar. «Guanyem Barcelona habla con estos partidos y se propone hacer un
pacto de partidos de izquierda». Pero esa no es la idea. Guanyem Barcelona
quiere romper con la idea de pactos entre siglas, entre cúpulas. No queremos
hacer listas negociadas en despachos. Queremos hacer otra política. En el
sistema político actual la diversidad se traduce en fragmentación política, en
competencia electoral. Como hay un estado de necesidad, apelamos a la
generosidad y la responsabilidad de todos los actores. De esa ciudadanía que
desconfía de las instituciones. Razonablemente, visto lo visto. Pero también de
formaciones políticas que se dan cuenta de que este sistema ya no da más de sí,
que forma parte del problema y que hay que cambiarlo radicalmente. Y esa es la
confluencia que plantea Guanyem Barcelona. Somos mucho más ambiciosos, queremos
ir mucho más allá de los círculos viciosos. Lo que queremos lo hemos planteado
en un documento de mínimos que está en nuestra web. En él se habla de la
necesidad de un nuevo contrato ético, de limitación de sueldos, de limitación
de mandatos, de cosas concretas, no de enunciados genéricos. Hacer auditorías
de las administraciones, ver cómo están organizadas, qué organismos públicos y
privados hay, cuánta gente trabaja en ellos, con qué sueldos… Habla de
revocación de mandatos, de rendición de cuentas, de transparencia real de las
instituciones, de participación en los presupuestos, de descentralización del
poder municipal en los barrios y los distritos para que pueda haber más
autogobierno ciudadano. Hay muchas ideas que no son nuevas, que no nos las
hemos inventado nosotros y que se están aplicando en otros lugares. Así que
bienvenidas sean formaciones como ICV, que dice que se da cuenta de que el
sistema no da más de sí y de que tiene que juntarse con otra gente. Pero más
allá de decirlo, lo que tienen que hacer es demostrarlo. Y comprometerse con
prácticas que hasta ahora no han cumplido, como la limitación de sueldos o de
mandatos. Ahí es donde vamos a ver si hay voluntad real de confluir.
Y eso, ¿cómo se concreta en la práctica? Si llegáis a
un acuerdo, aunque a ti no te guste esa palabra, ¿os presentaréis a las
elecciones con el nombre de Guanyem Barcelona?
Está por ver. Hemos empezado un proceso y avanzamos
preguntando, así que no tendría sentido proponer algo completamente hecho y
acabado. Hemos salido con esta propuesta de mínimos y lo que haremos es
contrastarla con la gente de los barrios. En septiembre, una vez recogidas las
firmas, daremos el siguiente paso. Nos planteamos hacer unas jornadas de debate
público y transparente, que es algo que falta en la democracia actual, donde se
dan muchos pactos hechos y acabados sin que se haya visto el proceso de debate.
Por ejemplo qué quiere decir un nuevo contrato ético. ¿Estaríamos dispuestos a
limitar mandatos? ¿Cuántos? ¿Dos, tres? Cuando hablamos de sueldos, ¿cuánto es
un sueldo mínimo digno, cuánto es un sueldo máximo aceptable? Si el debate es
público y transparente, lo que salga de ahí va a ser robusto. Serán acuerdos
creíbles y un buen cimiento para formalizar la candidatura. Y a partir de ahí,
cuando ya se sepa quiénes quieren confluir, los actores tendrán que ponerse de
acuerdo en cómo se elabora un programa participativo. Porque ahora tenemos un
acuerdo de mínimos, pero luego deberá desarrollarse todo un programa municipal
de forma participativa y abierta. Y luego, cómo se elaboran las listas. Que ahí
hay un montón de opciones.
¿Se supone que los partidos que se integren en la
plataforma renunciarán a presentarse con sus siglas?
No hay nada escrito. Es algo que iremos debatiendo
durante el proceso. Hemos hecho una interpelación abierta y hemos tenido de
momento solo contactos informativos. Hemos hablado con las CUP, con Podemos,
con ICV… ERC no tenía por qué darse por excluida pero ha decidido pactar con el
régimen. Y ha pactado con CiU, lo que los autoexcluye. También hemos hablado
con Procés Constituent, con la gente de Red ciudadana Partido X… A todos ellos
les hemos informado del proceso. Lo que hacemos ahora es invitarles a que vengan
a las charlas en los barrios y a las jornadas que haremos en septiembre, y a
partir de ahí iremos viendo de qué manera se puede concretar eso.
Pero tú vas a participar en el debate y es obvio que
ese tema, el de las siglas, va a ponerse sobre la mesa. ¿Qué votarás cuando
llegue el momento?
Te lo pregunto más directamente. ¿Qué crees que
deberían hacer esos partidos?
Es que hay una parte de ese debate que todavía no se
ha hecho. Hay una parte de incertidumbre. Yo no conozco todas las formas
posibles de hacer listas y coaliciones. Habrá que hacer talleres informativos
con especialistas y politólogos. Gente que sabe mucho más que yo de temas
electorales. Habrá que ver cuáles son las opciones, que pueden ir desde una
agrupación de electores a no sé qué otras formas de integración de candidaturas
distintas. Lo que sí me imagino dentro de esa incertidumbre general es que,
evidentemente, ningún partido ya existente puede pensar en mantener las siglas.
Porque entonces no sería una confluencia real. Nosotros no queremos crear una
marca nueva ni un partido nuevo y nos parece muy rico que haya diferencias y
que cada partido que confluya mantenga su identidad como tal. Pero lo que
queremos hacer ahora es una candidatura, no un partido. No es el imperio
Guanyem Barcelona. Y eso deberá hacerse de forma que nadie prime sobre los
otros y todos puedan sentirse cómodos. Es evidente que si se mantienen unas
siglas y no otras eso va a ser fuente de discrepancias. Y por lo tanto es más
imaginable que se vaya bajo un paraguas común, que sería el nombre de la
candidatura. Y ese nombre puede ser Guanyem Barcelona, pero si se decide
cambiarle el nombre se le cambia, que lo importante no es el nombre. Igual se encuentra
otro mejor. Pero sí que imagino que no será el nombre de ninguno de los
partidos existentes.
¿Y no crees que es previsible que esos partidos
quieran hacer valer los votos y los concejales conseguidos en anteriores
elecciones por encima de movimientos sociales que nunca se han presentado a
unas elecciones y de los que, por tanto, se desconoce su representatividad
real?
Claro. Desde el máximo respeto a las formaciones ya
existentes que con gran esfuerzo han conseguido unos resultados, estamos
pidiendo mucha generosidad y valentía. Porque nos parece una condición
necesaria. Para que surjan cosas nuevas hay que arriesgar y hacer cosas
diferentes. Si hacemos lo de siempre no vamos a conseguir nada diferente. Es
cierto, hay que arriesgar. Pero todo el mundo arriesga. También la gente que no
ha querido formar parte de la política institucional arriesga dando ese paso.
Formaciones como ICV ya tienen representación. Pero si son coherentes con lo
que dicen y se dan cuenta de que si van solos no van a ir más allá, y no se van
a producir grandes cambios, y que por tanto hay que ir con más gente, y esa
gente está diciendo «bueno, es que no vamos a ir a tu partido, hay que ir a
otras formas de participación»… pues ahí tienen una elección. Si apuestas por
nuevas formas de participación política, es el momento de demostrarlo.
Evidentemente, con grandes dosis de generosidad y valentía. A nadie se le
escapa. Pero también es mucho lo que está por ganar.
Supongamos que llegáis a un acuerdo de mínimos. ¿Qué
pasa con los máximos? Con el independentismo de las CUP, por ejemplo, en
contraste con la posición de ICV, que apoya la consulta pero sin mojarse
oficialmente por el sí o el no.
Pues ya se irá viendo. Pero por ejemplo en el tema del
derecho a decidir la posición de Guanyem Barcelona está clara. El mínimo común
es el derecho a decidir, que en términos democráticos me parece incuestionable.
No ha habido siquiera debate sobre eso. Pero desde Guanyem Barcelona decimos
que la consulta no debería ser la excepción, sino la regla, y que en todas las
cuestiones debería ser normal consultar a la ciudadanía. En Guanyem Barcelona
se hará todo lo posible para que se produzca la consulta el 9 de noviembre,
pero también para que haya muchas otras consultas. De hecho, cuestionamos que
el Gobierno de la Generalitat y CiU crean realmente en el derecho a decidir.
Ahora lo están utilizando para ocultar otros debates. Para que no se cuestione
la política de recortes o la privatización de servicios básicos como la sanidad
o el agua, por ejemplo. Nosotros creemos en el derecho a decidir pero también
en el derecho a decidir sobre el modelo de sanidad pública, sobre la
privatización del agua, etcétera… Dentro de Guanyem Barcelona hay gente
abiertamente independentista, otra que no, otra que es federalista, otra a la
que no le interesa el tema porque lo considera secundario. Pero el mínimo común
es democracia. Que la gente pueda votar, que sea normal votar. Y luego, en la
consulta, que cada cual se posicione. Si hubiera formaciones políticas con
ideas diferentes, siempre que coincidan en el mínimo común, no habría ningún
problema en que se posicionaran de acuerdo a sus convicciones.
¿Te gustaría ser candidata a la alcaldía?
Si me preguntas si me gustaría ser candidata en
general, te digo que no. Yo vengo del activismo social y mi idea no era ser
candidata ni me apetece. Pero por otro lado sí me apetece ayudar a un proceso
de regeneración democrática. Eso me hace ilusión. Así que si puede ser útil ser
la cara visible de un proceso amplio y eso se transforma en ser candidata, eso
me hace ilusión. Pero en términos de cargos no me hace ilusión. Y, además, creo
que hay que revisar esa idea de la política que lo resume todo en el candidato
o la candidata. Yo aspiro a que seamos capaces de hacer procesos más amplios y
mucho más ricos, donde mucha más gente pueda ser protagonista. Y que el
candidato a la alcaldía no sea tan determinante porque haya una pluralidad de
voces.
Eso es la teoría, pero en el cartel va a salir una
cara, que será la tuya. Y si eres alcaldesa algún día, la que se reunirá con el
alcalde de París también serás tú.
Si llega eso, que aún han de pasar muchas cosas por en
medio, no tendré problema. Igual que no he tenido problema en ser portavoz de
movimientos. No le tengo miedo. Pero creo que se ha de experimentar todavía
mucho. Y hacer la política institucional de otra manera. Una cosa es que haya
caras visibles porque no todo el mundo puede hacer las mismas funciones al
mismo tiempo. Unos podemos ser más visibles porque tenemos facilidad de palabra
o porque somos figuras de consenso o por lo que sea. Pero una cosa es eso y
otra que se reduzca la acción política a tu persona. Eso es un gravísimo error.
Una democracia real tiene que saber valorar los múltiples liderazgos que ya existen
en la sociedad. No tiene sentido esperar que Ada Colau lo sepa todo de política
de vivienda, de políticas energéticas, de política de agua… Eso sería absurdo.
Hay gente buenísima que lleva años trabajando en esos temas, así que lo lógico
es que se reconozcan los liderazgos que ya están presentes en la sociedad.
Entiendo que en una sociedad mediática que reduce la política al electoralismo
se den esos fenómenos de sobredimensionamiento de las caras visibles. Pero como
sociedad no nos hemos de resignar a eso.
¿Estás diciendo que si eres elegida alcaldesa de
Barcelona renunciarás a las potestades del cargo en favor de los procesos de
decisión colectiva? ¿Que no ejercerás el poder?
No. Me parecería un gravísimo error. Eso sería
traicionar el proyecto. No tengo miedo de ejercer funciones de visibilidad o de
responsabilidad. Pero haría todo lo posible por cambiar esas formas de hacer
política que tienden a la concentración de poder en unas pocas personas. De
hecho, la concentración de poder en los alcaldes es uno de los núcleos de la
burbuja inmobiliaria y de la corrupción urbanística en España. Y mira cómo
hemos acabado. Hay corrupción en prácticamente todos los ayuntamientos del
país. Así que esa concentración es parte del problema, no de la solución.
Y si esa solución es tan obvia, ¿por qué no se aplica
masivamente en el resto del mundo?
Estás yendo a otro tema. Esta entrevista es larga pero
normalmente los tiempos son muy cortos y en los medios se tiende a simplificar
y a generar imágenes maniqueas. Hay por un lado un poder representativo y
vertical donde unos pocos mandan y deciden, lo que puede ser menos democrático,
pero que te venden como más ágil y eficaz. Y luego están los movimientos
sociales, asamblearios, caóticos, que pierden horas y horas discutiendo y que
pueden ser más simpáticos pero son menos eficaces. Pero evidentemente hay otras
formas de funcionar que no pasan por ese maniqueísmo entre un extremo y el
otro. Quienes defendemos una forma de ejercer el poder más distribuida y
descentralizada optamos por formas de política horizontales. Eso no quiere
decir estar de asamblea permanente y que todo el mundo tenga que discutir de
todas las cosas todo el rato. Eso sería infantil y estúpido. Está claro que se
pueden delegar funciones, que puede haber formas de representación, comisiones
o grupos de trabajo. Eso también es distribuir. Entre que mande uno solo o que
haya asambleas permanentes hay vías intermedias bastante razonables. Por poner
un ejemplo concreto: ahora, en Barcelona, todo el poder está concentrado en el
Ayuntamiento y en la figura de la alcaldía. Pero hay demandas históricas muy
razonables del movimiento vecinal, como la de descentralizar el poder en los
distritos y que haya elecciones directas de los concejales de esos distritos.
Eso ya sucede en otros países europeos, no estamos proponiendo ninguna cosa
extraña. Eso es hacer que, para los temas de barrio, el barrio tenga la primera
palabra. Evidentemente hay cuestiones más amplias, de ciudad, y para eso tiene sentido
que esté el Ayuntamiento. ¿Pero por qué se tiene que decidir desde el
Ayuntamiento la intervención urbanística que se hace ahora en el Paralelo, que
es una intervención muy agresiva orientada al turismo de masas, sin contar con
la opinión de los vecinos del Paralelo? Pues no. Entre el extremo de las
asambleas y el del alcalde que decide arruinar un barrio a favor del turismo de
masas existen figuras intermedias. Y eso ya está funcionando en muchos sitios,
tampoco se trata de inventar la rueda.
Supongamos que planteáis una consulta popular por el
tema del Paralelo que acabas de mencionar y vota únicamente el 15% de los
vecinos.
No sería una sorpresa. Ha habido consultas puntuales y
ha costado que hubiera una alta participación. Yo creo que eso es significativo
de la cultura que se ha creado. Claro, la gente no participa de repente.
Llevamos décadas así. Primero con una dictadura y luego con una Transición que
ha dado todo el poder a los partidos políticos y que no ha generado otras
formas de participación política. Porque en nuestra Constitución están los
partidos como forma prioritaria de participación política y luego las
iniciativas legislativas populares, que son una tomadura de pelo como ya hemos
podido comprobar en muchas ocasiones. Te ponen una multitud de obstáculos,
recoges más firmas que en otros muchos países y encima cuando llega esa
iniciativa ni siquiera están obligados a discutirla. Esa es la participación
política de nuestro diseño institucional, a grandes rasgos. Y si tienes a
varias generaciones educadas en esa cultura de pobreza democrática, eso no
cambia de repente. Se cambia con tiempo. Has de generar las condiciones y
generar nuevas prácticas para que se vea que eso puede funcionar de otra
manera. Así que seguramente ha de haber varias consultas fallidas o con baja
participación para que luego cada vez haya más gente que le vea sentido a
participar y para que se vea que de esa consulta han salido resultados
vinculantes que han cambiado su barrio o su modelo de ciudad. Que la gente vea que
esa participación es efectiva y que no es maquillaje puro. Porque ese es otro
problema. Muchas consultas se han hecho por hacerlas, pero luego no han sido
vinculantes. Si la gente participa pero luego no es decisiva se pierde el
incentivo para participar. Una cultura de la no participación no se invierte en
dos días.
El diario El País hablaba hace poco de dos
formas de legitimidad democrática distintas: la que nace de los movimientos
sociales y la que nace de las urnas. ¿Crees que son legitimidades equivalentes?
No, equivalentes claramente no. Responden a
naturalezas distintas. En una democracia saludable las dos deberían ser
relevantes. El problema es que hasta ahora solo han contado las elecciones.
Unas elecciones, además, hechas de una manera y con unas reglas que benefician
siempre a los mismos. Con una ley electoral hecha a medida. De hecho, ahora que
puede haber sorpresas en las municipales ya ha salido el Gobierno de Rajoy
diciendo que hay que cambiar el sistema para que sea la lista más votada la que
decida el alcalde. Bueno, por ahí se ve cómo funciona la democracia
representativa. ¿Que tiene una cierta legitimidad? Por supuesto. Pero que es
insuficiente, también. Una democracia saludable necesita una sociedad
permanentemente organizada. Y eso no se ha dado nunca en este país por
diferentes motivos. No ha sido algo casual e inocente. Y si no tienes eso, el
poder, por definición, tiende a abusar del poder. Eso ha sido así a lo largo de
la historia de la humanidad. Quien tiene privilegios no renuncia a ellos
angelicalmente o por iluminación. Lo hace porque hay un contrapoder que le
obliga a repartir la riqueza. Lo que es un error es reducir la democracia a
unas elecciones. Eso es un error y a la vista está.
¿Crees que el PSC acabará desapareciendo?
Tiene todos los números, desde luego. Se lo ha ganado
a pulso.
¿Te alegrarías si llegara a pasar eso?
Sí. Es un partido del régimen. No el único, también
están CiU y el PP. Son partidos corruptos y clientelares. Y como parte del
problema, no pueden ser parte de la solución. Me sabe mal por mucha gente
militante de base que ha creído. Mis padres votaron mucho tiempo socialista. Ha
habido mucha gente que lo ha pasado muy mal cuando el partido socialista ha
hecho políticas de derecha. Y, además, son grandes responsables de la
modernidad líquida en la política. Que no haya certezas, que no haya valores.
Si quienes se supone que han de defender la justicia social abrazan las
políticas neoliberales, entonces se convierten en responsables de que no haya
referentes políticos y de que la gente crea que todos los políticos son
iguales. Es importante que toda la gente buena que ha creído en ese proyecto
encuentre rápidamente otros proyectos en los que implicarse. Lo mejor que puede
hacer el PSOE como estructura es desaparecer.
¿Qué diferencia a la nueva izquierda de la vieja?
Ellos también empezaron cargados de ilusión y buenas intenciones.
Bueno, ese proceso de decadencia se explica por muchas
cosas de las que ya hemos hablado antes: el fin de la historia, la caída del
Muro… Cuando ellos tuvieron que posicionarse frente al poder económico no lo
hicieron y ahí empezó el principio del fin.
¿Y por qué crees que a ti no te va a pasar eso?
Nadie está libre de duda. Lo que hay que hacer es
aprender del pasado y mejorar nuestra democracia. No se trata de trasladar la
confianza de unas siglas a otras, eso sería una visión errónea y vieja. Lo que
hay que hacer es cambiar las reglas del proyecto para que pueda haber un
control democrático permanente.
A ti se te ha acusado, entre otras muchas cosas, de
apoyar a grupos proetarras y de formar parte del caldo de cultivo que ha
conducido, por ejemplo, al asesinato de políticos como Isabel Carrasco…
Madre mía.
Esto último se publicó en El Mundo.
Sostres, sí, menudo bárbaro. He denunciado a Cifuentes,
que fue la primera que me calificó de simpatizante etarra. Los jueces han
admitido la demanda. Y aunque ha habido un montón de periodistas de la caverna
que han dicho barbaridades, y creo que debería haber algún tipo de control para
que no fuera posible esa difamación constante, creo que es mucho más grave que
eso lo haga un responsable político. Como Cifuentes, que no es una ciudadana
cualquiera que expresa una opinión porque sí. Es una delegada del Gobierno, con
responsabilidades políticas, y sabe que lo que está diciendo es mentira. Y eso
tiene consecuencias penales. Si tú señalas a alguien como simpatizante del
terrorismo, que es un tema que hiere a mucha gente en este país porque hay
heridas todavía abiertas, sabes que puede haber gente descontrolada. Como me
pasó a mí después de que me señalara Cifuentes. Hubo gente que me amenazó.
Horas después ya estaba recibiendo amenazas de muerte. ¿Cómo puede ser un
responsable político tan irresponsable como para banalizar el terrorismo? De
hecho, hubo asociaciones contra el terrorismo que pidieron la dimisión de
Cifuentes porque se sentían insultadas. El PP ha llegado al esperpento. Todo es
ETA. El aborto es ETA, la Colau es ETA, tú eres ETA. Y eso en términos democráticos
es grave. Ha habido ministras alemanas que han dimitido solo porque mintieron
en su currículum respecto a un trabajo de doctorado. Y en este país no dimite
ni dios después de cosas tan graves como estas. Quieren asustarte, quieren
criminalizarte, quieren que te pongas a la defensiva y te justifiques todo el
rato por cosas absurdas. ¡Que demuestren ellos que yo tengo algo que ver con
ETA!
Tú llamaste «criminal» a Javier Rodríguez Pellitero,
vicesecretario general de la Asociación Española de la Banca, en el Congreso de
los Diputados. Incluso dijiste que te habría gustado lanzarle tu zapato. ¿Te
arrepientes de eso?
¡Nooo! No me arrepiento nada.
¿Y eso no es contradictorio con lo que me acabas de
decir?
No. ¿Por qué?
¿Cuál es la diferencia?
Yo lo que hago es visibilizar una violencia que está
invisibilizada. Pellitero es uno de los responsables. Y digo «uno» porque no es
el único, pero para ser precisa debería haber dicho «este señor es un criminal
junto a sus otros compañeros criminales de la banca». Es una responsabilidad
compartida. Pero mantengo la acusación de criminales para los directivos de
banca. Es una descripción. No es violencia. Es la descripción de un aparato que
se comporta como la mafia, como una organización criminal organizada. Pero a
diferencia de otras mafias, esta está incrustada en el poder. Están destrozando
la vida de miles de personas. Cuando dije que le habría tirado un zapato pero
que no lo hice porque era más importante decir lo que tenía que decir, y eso es
apostar por la democracia en vez de por tirar zapatos, visibilizo la violencia
que él acaba de invisibilizar. Encima de que han arruinado la economía del país,
de que han arruinado a miles de personas con deudas a perpetuidad, con
desahucios injustos… Además de todas esas barbaridades, tuvo las santas narices
de ir al Congreso a decir que era todo mentira, que los bancos no desahuciaban.
Por eso me puse como me puse. Yo iba allí muy tranquila a explicar lo que
siempre explico de la plataforma. Pero me encuentro con un infame que rehúye
sus responsabilidades, que va tranquilo y sobrado, convencido de que nadie le
va a decir nada, y que tiene la poca vergüenza de decir barbaridades, como que
tenemos un sistema hipotecario, dijo literalmente, «ejemplar». Cuando somos el
país que más desahucia con diferencia. Lo mínimo era llamarlo criminal. Podría
haberle dicho mucho más.
¿Te sientes responsable de la demonización de los
políticos?
Eso dicen de los movimientos sociales. «Ah, es que
vosotros estáis promoviendo la demagogia, metéis a todos los políticos en el
mismo saco y eso es muy peligroso porque desautorizáis las instituciones,
erosionáis la democracia». Y eso es una trampa. Si hay tantos ciudadanos
denunciando a los políticos es porque ha habido una práctica institucional
sistemática que se ha desautorizado a sí misma. Tenemos unas instituciones que
se están saltando sus propias reglas. No las que nosotros creemos que deberían
tener, ¡las suyas propias! La corrupción es el máximo ejemplo. Son ellos los
que han minado la democracia y deslegitimado las instituciones. Nosotros
decimos «hay que recuperar la dignidad, hay que legitimar las instituciones».
Es tramposo acusar de los males de la democracia a quien está denunciando
precisamente la mala praxis democrática.
¿Disolverías la unidad antidisturbios de la Guardia
Urbana si llegaras a la alcaldía de Barcelona?
Pues sí. De hecho, hay muy pocos ayuntamientos que
tengan antidisturbios. No es normal. Además es un cuerpo lleno de denuncias de
malas prácticas y denunciado también por varias organizaciones de defensa de
los derechos humanos. Hay que apostar claramente por otros modelos de
seguridad. Y el municipio lo permite. Permite por ejemplo buscar figuras de
proximidad. Como el policía local, que trabaja en proyectos de seguridad
comunitarios. La seguridad pasa por el respeto de los derechos sociales. Cuando
eso pasa, baja el nivel de delincuencia y de conflictividad. Y también hay
conflictos del día a día que necesitan de algún tipo de gestión, pero creo que
hay que buscar modelos basados en la mediación y en la proximidad. Modelos que
han sido implantados en muchos otros países con gran éxito. El modelo más duro
y más represivo, que es el de los antidisturbios, es un mal ejemplo y hay que
acabar con él.
¿Cómo castigarías la corrupción política?
De forma tajante. En España una persona humilde,
trabajadora, con toda su buena voluntad, que no delinque, que por culpa de una
crisis que no es su responsabilidad pierde su casa y su trabajo, se queda con
una deuda de por vida que encima aumenta y que el Estado no le perdona,
condenándole a la exclusión de por vida. Y por otro lado los delitos económicos
salen gratis en este país. No hay casi ningún corrupto que haya pisado la
prisión. Y a mí la prisión no me parece la mejor de las soluciones. Hay que
evitar que se produzcan determinados delitos, pero lo que no puede ser es que
quien atenta contra el interés general, quien abusa de su situación de
privilegio, sea el único que nunca pague. Los delitos económicos prescriben a
los cuatro o cinco años. Las deudas de las familias no prescriben jamás. Las
multas a los ciudadanos tampoco. Los impuestos no se perdonan jamás. El
ciudadano de a pie que roba para dar de comer a sus hijos tiene muchos números
para acabar en la cárcel, mientras quien atenta contra el interés general se
sale de rositas. Ahí hay una desigualdad del sistema brutal.
¿Cuál es tu postura respecto a la libertad de horarios
comerciales?
Se tiene que gestionar pensando siempre en el interés
de los barrios, de los vecinos y del pequeño comercio. El debate de los
horarios comerciales se plantea pensando en los intereses de los grandes
centros comerciales, de las grandes franquicias. En nombre del turismo y del
interés general se adoptan medidas que solo benefician a quien tiene capacidad
para adaptarse a ellas a gran escala. Y al pequeño comerciante que depende de
su trabajo esas medidas le perjudican.
¿Y respecto a los alquileres de pisos turísticos por
parte de particulares?
Ya se hizo una regulación con la anterior concejala, Itziar
González, que por fin escuchó a los vecinos e hizo un plan de usos en
Ciutat Vella. Porque había un descontrol absoluto. Y, de hecho, hay una trama
de corrupción vinculada a ese tema. Esta concejala, que fue la única que se
enfrentó a estas tramas vinculadas a los apartamentos turísticos y al Palau de
la Música, tuvo que dimitir por las amenazas de muerte y las presiones que
recibió.
No hablo de mafias, hablo de ciudadanos particulares
que alquilan su piso por días.
Tiene que haber una regulación igual para todos. Y se
tiene que pensar en el interés de todos. Si eres propietario, puedes alquilar
tu piso. Tienes derecho. Ahora bien, eso tiene que estar regulado. Se tiene que
pensar en los intereses de todos y no solo del propietario que puede alquilar.
Uno de los problemas principales que denuncian las escaleras de vecinos en
Ciutat Vella es que los apartamentos turísticos generan muchas molestias. Quien
pasa puntualmente por allí no piensa en las consecuencias y genera auténticas
situaciones de maltrato. El volumen de apartamentos turísticos en el centro de
Barcelona es uno de los principales motivos de la expulsión de vecinos, de la
subida de precios de la vivienda. ¿Verdad que no puedes quemar tu vivienda? Los
derechos tienen límites. En el caso de la propiedad, ese límite es su función
social. Y también colisiona con otros derechos, como el derecho a la salud del
resto de los vecinos. Si los derechos individuales fueran absolutos, ¿para qué
hacen falta administraciones? Pues que se autorregule todo el mundo y ya está.
¿Qué te ha parecido la actuación del ayuntamiento en
Can Vies?
Un desastre total. Como política pública, un desastre.
Lo que no era un problema se ha convertido en un conflicto. Can Vies era un
activo de la ciudad y en concreto del barrio de Sants. Y eso lo demuestra su
arraigo de años, las miles de actividades culturales y vecinales que se han
hecho allí, el grandísimo apoyo del tejido del barrio… Pero cuando hay un
Ayuntamiento gobernado por unas élites alejadas de los barrios… Cualquiera que
conociera el barrio de Sants sabía que esa decisión tan agresiva de desalojar y
derruir una realidad de diecisiete años era una declaración de guerra que
provocaría desastres. Si lo hicieron sin saberlo demuestran un desconocimiento
absoluto del barrio de Sants. Y, en cualquier caso, no les importan las formas
de autoorganización y de cultura popular, que es una de las grandes riquezas de
Barcelona. Hoy en Barcelona hay cada vez más centros sociales, culturales y
vecinales que se gestionan comunitariamente y que funcionan mil veces mejor en
términos de eficacia y de gestión que cualquier centro externalizado. Eso es
una demostración práctica de que hay dos modelos de ciudad.
Y al propietario de la casa ocupada, ¿qué le dirías si
eres alcaldesa?
Es muy diferente si estamos hablando de un propietario
particular. En el caso de Can Vies el propietario es Transports Metropolitans
de Barcelona, lo que convierte el desalojo en algo aún más miope y obtuso. En
el caso de pequeños propietarios hay que ver realidad a realidad de qué estamos
hablando. Las mejores intervenciones en estos casos son las que se basan en la
mediación. Hay que ver cuál es la realidad de ese inmueble. ¿Había estado
abandonado y el propietario he hecho dejación de sus funciones y por lo tanto
tiene una responsabilidad? Quizá la gente que ha entrado ha hecho todo un proceso
de rehabilitación que merece ser reconocido. O no: igual el propietario estaba
haciendo un uso legítimo y ha habido un acto de violencia. Es que depende. Y
dependiendo de eso, merecerá una u otra respuesta de mediación. A lo mejor no
tienen por qué desaparecer el uno o el otro. Se puede buscar realojar a las
personas que han ocupado. Depende de la situación.
No pretenderás gobernar una ciudad de un millón y
medio de habitantes caso a caso…
Hay ejemplos maravillosos de gestión comunitaria y de
mediación. Si hay descentralización en los barrios, haces que el entramado
institucional, junto con el social y el vecinal, busque la mejor respuesta.
Porque son ellos los que conocen la realidad local. Los servicios sociales
saben lo que está en juego, si esa familia tiene realojo posible o no…
Pero eso puede conducir al caciquismo de barrio.
Tiene que haber un control democrático. No es darle
poder a una gente en concreto. Tiene que ser una cuestión de procesos.
¿Estás a favor de una renta mínima universal?
Sí. Estoy a favor en términos de políticas de
derechos. Porque creo que la existencia y la dignidad humana son mínimos no
negociables, y eso pasa hoy por garantizar unos ingresos mínimos. Es una forma
de redistribuir. Y de pasar de una política asistencial que ve la pobreza como
un tema de caridad a una política de derechos. Hay que hacer política de
derechos, no política asistencialista. Y creo que es viable económicamente. Hay
muchas pequeñas ayudas muy mal administradas. Para la gente que las necesita es
una odisea kafkiana acceder a ellas. Se criminaliza al pobre desde la
Administración, se ponen trabas burocráticas para acceder a ellas y son ayudas
parciales: que si para el comedor, que si para la vivienda, que si para mujer
separada con niños… Muchas de esas ayudas se podrían concentrar en esta renta
mínima y eso sería mucho más eficaz en términos económicos y de gestión.
¿Y del salario máximo?
Totalmente a favor. El capitalismo nos ha hecho creer
que la riqueza es un fenómeno privado. Que depende de méritos privados que unos
se hagan más ricos que otros. Y no es verdad. Más allá de que unos tengan unas
capacidades y otros otras, la riqueza se genera siempre a partir de bienes
comunes. El suelo, el agua, el aire, la comida… Todo eso son bienes comunes que
deberían tener una gestión mínima común. Con los bienes de primera necesidad no
se debería poder especular. Otra cosa es que luego tú te montes un negocio de
yates, de Rolex, o de lo que sea. Pero hay que poner límites. Uno es la
fiscalidad, que ahora penaliza al trabajador en vez de al especulador. Y,
además de eso, ¿por qué no va a haber un sueldo máximo si hay un sueldo mínimo?
¿Cuál sería tu primera decisión si llegaras a la
alcaldía?
No sería mía.
Cuál te gustaría que fuera, entonces.
La sanción a los pisos vacíos propiedad de bancos
sería de las primeras. O dejar de trabajar con bancos que están desahuciando.
Reorientar las finanzas hacia las finanzas éticas. La descentralización. Y
medidas de participación efectiva para la ciudadanía. Comprometerme a consultas
ciudadanas de resultado vinculante a partir de la recogida de firmas.
Tu imagen como icono de la izquierda alternativa es
ahora inmaculada. ¿Temes que eso cambie en cuanto tengas que tomar decisiones
reales que afecten a aquellos que ahora te consideran un referente?
Como no voy a hacer nada individualmente y sé que me
voy a encontrar límites, pensar lo contrario sería ingenuidad. Evidentemente,
va a haber dificultades. Pero si eso se hace de forma colectiva y transparente,
la gente va a participar de ese proceso y va a entender que si hay un límite
habrá que buscar soluciones. Aparte de eso, entiendo tu pregunta en el sentido
de que cualquiera que se meta ahora en política institucional se arriesga a la
desconfianza y a la fiscalización permanente, a que no se te perdone ni un
error. Pero sé por qué lo hago. Tengo miles de cuestiones pendientes, de
novelas por leer, he trabajado en temas de comunicación y me encanta, he
trabajado de traductora y de intérprete y me encanta, tengo un hijo de tres años
al que le quiero dedicar más tiempo. No me va la vida en esto. Sé que me
arriesgo y que nos equivocaremos y que nos vamos a enfrentar a intereses
económicos. Que esto a Itziar González le costó amenazas de muerte. Pero como
creo que el proceso colectivo y el objetivo de fondo, que es hacer una
revolución democrática, vale la pena, también creo que hay intentarlo.
¿Qué le responderías a alguien que te dijera que ese
recurso habitual tuyo a las «decisiones colectivas» es una manera de eludir
posibles responsabilidades personales?
Pero cuando me has preguntado qué haría yo, te lo he
dicho. ¿No?
Sí, has respondido a todas las preguntas.
Mi opinión te la he dado. Pero es importante recordar
que la política que queremos hacer no depende de personajes individuales.
Venimos de una inercia personalista muy fuerte, pero yo no rehúyo opinar. He
demostrado que opino con soltura y no me muerdo la lengua.
Acabo. Llegas a la alcaldía y las juventudes del PP
organizan un escrache frente a tu casa. La cosa se calienta y llamas a los
antidisturbios. Pero no responde nadie porque los has disuelto. ¿Qué haces?
Bueno, hay otras figuras policiales para según qué
tipo de disturbios. Como los Mossos d’Esquadra. Pero has mezclado muchas cosas.
A mí no es tan necesario hacerme un escrache porque cojo el transporte público
cada día. Hago actos públicos. Es muy fácil hablar conmigo. A diferencia de los
dirigentes del PP, que viven bunkerizados. Por eso nos vimos obligados a
hacerles escrache: porque no había manera de contactar con ellos. Es una
diferencia importante. Si llego a ocupar algún cargo público, quien quiera
hablar conmigo podrá hacerlo. Y por eso no será necesario hacerme un escrache.
Pero si alguien quisiera hacerme un escrache… Un escrache es señalar e
interpelar. Es importante no mezclarlo con la violencia. Si es violento no es
un escrache. Yo saldría de mi casa y hablaría de lo que tuviéramos que hablar.
No tendría miedo. Y si hubiera un ataque violento, que eso ya no es un
escrache, intentaría defenderme como pudiera. Sobre todo si tengo cerca a
alguna persona a la que quiero.