José Ignacio
González Faus
El jesuita denuncia que "en estos momentos está
creando una resistencia a Francisco"
González Faus, sj: "Hay que pensar desde Dios la
situación de este mundo de hambre, de miseria, de pobres, de enormes
diferencias"
"Quizá la gran promesa de Francisco sea que
saquemos la mirada evangélica del congelador"
Algunos estarán contentos con
Francisco, pero yo sé que también hay jesuitas que no acaban de entender a
Francisco z F
El jesuita José Ignacio González Faus, uno de
los dos o tres grandes teólogos españoles, advierte de las presiones en las
que se mueve el Papa Francisco y defiende que la Iglesia se desprenda de
sus bienes en favor de los pobres. González Faus dictó ayer, sábado, la
conferencia "De Romero a Francisco, y los pobres de Cristo",
promovida por el Comité Óscar Romero de Asturias, y ha sido entrevistado por La Nueva España.
-¿Qué es lo
que va de Romero a Francisco?
-Lo que tienen ambos en común es la sintonía
evangélica con el mundo de hoy. Una mirada al mundo desde los ojos del
Evangelio que en Romero supuso su asesinato en El Salvador, y en Francisco, con
un magisterio más amplio, supone lo contrario a una mirada puramente ejercida
desde el poder religioso, que es la que tiene muchas veces la Iglesia oficial,
como si se creyera la voz de Dios y fuera mucho más la de un juez que de un
hermano. Y en el tiempo que va entre ambos se ha dado lo que el teólogo Karl
Rahner llamó un "invierno eclesial", es decir, que después del
Concilio Vaticano II, por miedo o por la imprudencia de un lado, vino la
reacción de la curia, que se supone la tenía más o menos pensada. Yo digo a
veces que habíamos metido el Concilio en el congelador y a ver si ahora lo
sacamos y lo ponemos un poco al baño María para que vuelva. Quizá la gran
promesa de Francisco sea que saquemos la mirada evangélica del congelador.
-¿Usted
acaba de pedir en una carta al Papa que la Iglesia enajene bienes de culto para
dárselos a los pobres?
-En esa carta no hago nada más que citar unas frases
de Juan Pablo II cuando dijo que en tiempos de crisis es quizás obligatorio que
la Iglesia piense en cómo los objetos del culto divino pueden servir a los
pobres. Lo único que digo es que, si se hace así, se dará más culto a Dios
que teniéndolos metidos donde sea.
-Hay quienes
califican esas propuestas de demagógicas, porque ¿a quién se le vendería, por
ejemplo, la custodia del Corpus de Toledo?
-No hablo nunca de vender, sino de enajenar,
que es una palabra suficientemente vaga, y digo incluso en esa carta que se
nombre a un grupo de expertos en economía que estudie a ver si con eso se puede
hacer algo. A lo mejor el ejemplo de la custodia de Toledo no está bien puesto,
pero hay infinidad de otras cosas, como cálices de oro y otros objetos. Lo que
me hubiera gustado es ver en la Iglesia esa preocupación y, como no la he visto,
pienso que si Francisco moviera a nuestros obispos y les recordara lo que dijo
Juan Pablo II la Iglesia daría un ejemplo y mejor culto a Dios que teniendo
esos objetos guardados en una vitrina.
-Al igual que recuerda esa frase de Juan Pablo II,
usted suele citar la tradición de la Iglesia y los errores que cometió, por
ejemplo, en el libro "La autoridad de la verdad. Momentos oscuros del
magisterio eclesiástico".
-También es algo que le debo a Rahner, es decir, que
no descuidemos la tradición de la Iglesia porque, además de tener algunos
aspectos muy lamentables, tiene unas riquezas enormes. Me he metido en la
tradición de la Iglesia y creo que su fuente original, el Evangelio, es la que
debe motivar a la Iglesia, y no el progresismo actual ni cosas de ésas. También
me da cierto miedo que las generaciones que nos siguen, por no saber
latín o por ser de otra época, crean que el mundo empieza con ellos o que la
tradición de la Iglesia se reduce al siglo XIX. Pero ésa no es la tradición y
me gustaría abogar por volver a lo mejor del cristianismo original.
-Con la
tradición en la mano, ¿se puede ser crítico respecto a la Iglesia del presente?
-Se debe ser porque es evidente que la Iglesia se
equivocó muchas veces, lo que pasa es que tal vez esos errores se pueden
contextualizar y decir que en su tiempo no fue un error tan grande. Pero lo
terrible es que cuando una medida discutible se acepta luego se le quiera
convertir en palabra de Dios. Pongo el ejemplo de los Estados Pontificios. No
sé si entre Carlomagno y el Papa Adriano I estuvo bien o mal darle un poder
político a la Iglesia. Lo veo oscuro, pero en aquella época era todo muy
oscuro. Lo que no entiendo es que diez siglos después, cuando Italia se quiere
unificar, Pío IX diga que los Estados Pontificios no son suyos, sino de Dios, y
que por ello no puede cederlos. Eso no tuvo sentido. Puede que en el siglo IX
fuera una medida de excepción, pero en el siglo XIX no tenía ningún sentido y
hubo que quitarlo a la fuerza, por desgracia.
-En sus
críticas a la Iglesia o en sus escritos ¿ha recibido alguna censura de la Santa
Sede?
-Sí he tenido alguna, pero no ha llegado la sangre
al río. Y en parte también porque mis superiores jesuitas se han portado
muy bien conmigo, incluso en la curia general de la Compañía en Roma.
-Apelando también a la tradición, varios cardenales se
han manifestado contra la solución propuesta por el cardenal Kasper para los
divorciados vueltos a casar y que consiste en darles una segunda oportunidad
para que puedan acceder al sacramento de la confesión y de la eucaristía. ¿De
qué parte está usted?
-Dicho así es como preguntar si uno es del Barça o del
Madrid, pero comparto la visión de Kasper, y los que se han manifestado en
contra son tres o cuatro cardenales, que tampoco son muchos. Sí que me
extraña que se haya opuesto el cardenal Müller, prefecto de la Congregación
para la Doctrina de la Fe, porque le he leído recientemente una cosa sobre la
Teología de la Liberación, en el libro publicado con Gustavo Gutiérrez, que es
de lo mejor y más lúcido que se ha escrito. Me he preguntado si, en el caso de
que en 1984 hubiera estado Müller en el puesto de Ratzinger, habría salido
aquel documento no tan afortunado sobre la Teología de la Liberación. En cuanto
a que esos cardenales apelen a la tradición frente a la idea de Kasper
está muy bien, pero ya en los Evangelios se nota que la misma tradición de
Jesús tiene aplicaciones y excepciones. Por ejemplo, en la cláusula que pone
San Mateo, cuando dice que es adúltero quien repudia a su mujer, salvo en caso
de "porneía". Ésta es una palabra que se puede traducir por
"prostitución" o por "unión ilegal". Pero, además de ser
difícil su traducción, es casi seguro que esa salvedad no la dijo Jesús, sino
que la introdujo el autor del Evangelio para aplicar a su tiempo las palabras
del maestro.
-¿Y la
segunda oportunidad que dan los ortodoxos?
-Más tarde, la Iglesia ortodoxa estableció lo que se
llama "disciplina de la misericordia". Es evidente que el
matrimonio debe tender a expresar la totalidad y la fidelidad entre las
personas y que no tiene vuelta atrás el amor de Dios, pero igual que un cura
puede fallar en su vocación, puede haber un error, puede fallar algo en el matrimonio.
Entonces, cuando se produce el error, la Iglesia ortodoxa dice que cabe una
"disciplina de misericordia". Apelando a la tradición, el Concilio de
Trento no quiso condenar a las iglesias ortodoxas por seguir esa
"disciplina de misericordia", y como mucho dice que la Iglesia
católica no hace mal si no la sigue. No aplicar la misericordia podía no ser
malo en tiempos de Trento, pero sí que puede hacer mal en el presente.
-Usted ha
dicho que al Papa Francisco lo rodean "los fariseos y los
herodianos".
-"Fariseos y herodianos" es una expresión
del Evangelio de San Marcos que narra el hecho de que hubo una conducta de
Jesús que molestó y a partir de ahí fariseos y herodianos se pusieron de
acuerdo para acabar con él. Tomé esa expresión porque los fariseos y los
herodianos no se podían ver en aquellos tiempos, pero a la hora de tener un
enemigo común resultó que se sintieron unidos. No sé quiénes son hoy los
fariseos y los herodianos, si la CIA, si el KGB, si la mafia, si la curia
romana... No lo sé, pero sí parece que hay algo que en estos momentos está
creando una resistencia a Francisco. De hecho, un hombre tan institucional
como Andrea Riccardi, fundador de las comunidades de San Egidio, acaba de hacer
unas declaraciones diciendo que cuidado, porque el Papa está teniendo unas
resistencias muy fuertes.
-Antes se ha referido a la Teología de la Liberación.
A iniciativa de Müller, Francisco recibió a su creador, Gustavo Gutiérrez.
¿Está cambiando algo al respecto y hay que hacerla, aunque sea sin nombrarla?
-Eso ya lo decía Gustavo Gutiérrez: si no quieren
utilizar la expresión, que no la utilicen, pero hay que pensar desde Dios la
situación de este mundo de hambre, de miseria, de pobres, de enormes
diferencias. Se le puede llamar como queramos, pero está claro que eso es
contrario a la voluntad de Dios. Lo mejor de Müller no es que consiguiera una
audiencia de Gustavo Gutiérrez, que, por otro lado, se la merece porque ha sido
un hombre fiel que nunca ha querido romper con la Iglesia y es de los hombres
que yo canonizaría rápidamente. Lo mejor de Müller es ese libro que he
mencionado y que escribieron entre los dos. En el capítulo cuarto hay una
comprensión tan profunda por parte de Müller sobre lo que es la Teología de la
Liberación que ya convendría que la leyeran todos esos que creen que es
marxismo recalentado y todos esos eslóganes que vienen de Wall Street.
-Con Francisco, los jesuitas están en palmitas: el
Papa canonizará a Fabro y Anchieta, visitó la tumba del padre Arrupe y concedió
la célebre entrevista a las revistas de la Compañía. ¿Es bueno o es malo?
-No me gusta estar en palmitas. Comprendo que este
Papa es jesuita y, por ejemplo, puede tener una gran devoción al padre Arrupe.
Ése es un nivel de su existencia personal, pero una vez que es Papa hasta
cierto punto ya no es jesuita para el resto de la gente, sino que es el hermano
Francisco, sucesor de Pedro, y nada más. Por lo que toca a los jesuitas,
tenemos de todo: algunos estarán contentos con Francisco, pero yo sé que
también hay jesuitas que no acaban de entender a Francisco. No sé quién
dijo una vez que lo mejor que tenemos hoy en la Compañía es que somos la orden
más dispar y ya no nos peleamos, porque cuando yo era joven nos estuvimos
peleando mucho tiempo, pero hemos aprendido a convivir.