Juan M. Laboa: "La minoría que
fracasó en el Concilio fue la que gobernó el postconcilio"
Martin Velasco: "El Vaticano II
se aplicó en España en su interpretación más minimalista"
Irene López
Alonso, 24 de enero de 2014
Isabel G.
Acebo: "50 años después del Concilio, las mujeres seguimos sin voz, ni
voto, ni silla. Seguimos siendo el segundo sexo"
e Un Concilio entre
(Irene López Alonso).- El 25 de enero de 1962
daba comienzo el Concilio convocado por Juan XXIII. Y ayer, 50 años más tarde,
en vísperas de este aniversario y con todo el peso de la historia y la memoria,
tuvo lugar en la Universidad Pontificia de Comillas la presentación de "Un Concilio entre
primaveras", coeditado por Religión Digital y Herder
Editorial.
Un libro "coral", una obra
"mosaico", como dijo José Manuel Vidal al presentar a algunos
de sus autores, presentes en el acto. Sin embargo, los ausentes también
recibieron su homenaje. Y es que Vidal quiso reconocer, aunque fuera
simbólicamente, la perseverancia de todos aquellos que, hasta el día de hoy
"han sido fieles al Vaticano II, muchas veces a contracorriente".
Son muchos los que forman parte de esta suerte de
resistencia, y que han tratado de preservar el ideal de una Iglesia
"inclusiva, plural, dialogante y samaritana" frente a quienes
hicieron todo lo posible por "congelar" el Concilio Vaticano,
según opinó Vidal. La lista incluye a obispos como Gabino Díaz Merchán, Loris
Capovilla o Antonio Montero, a teólogos como Pikaza, Espeja, Gelabert,
Castillo, Martínez Gordo, José Arregi, González Faus, el monje de Montserrat
Hilari Raguer o el sobrino nieto del Papa Roncalli, entre otros.
Ante la autoridad de sus nombres comenzó a hablar el
historiador Juan Mari Laboa, que rememoró el Concilio como el intento
(como dijo el "Papa Bueno") "quitarle el polvo al trono de San
Pedro". Señaló que la Iglesia Católica cometió el error en el que caen
fácilmente las instituciones de "convertirse en guetos o en fortalezas que
defienden a sus hijos, a los suyos", y que el mérito de Juan XXIII fue,
por el contrario, devolver al ser humano al centro de la Iglesia.
Tras él, Pablo VI "dio orden al
desconcierto", Juan Pablo I fue tan sólo "una foto y un
recuerdo", y durante el pontificado de Juan Pablo II fue cuando, según
enumeró Laboa, se hizo patente que "la minoría que fracasó en el
Concilio fue la que gobernó el post-Concilio".
A continuación, Jesús Bastante presentó a Isabel
Gómez Acebo, "teóloga desde cuando era pecado serlo", y apuntó lo
sintomático que resulta el hecho de que, de 20 autores que conforman el libro,
ella sea la única mujer. Pero es que, como explicó la escritora, "tras la
II Guerra Mundial la mujer accedió a todos los puestos... menos a la
Iglesia". Y al igual que el cardenal Newman dijo en una ocasión que
"una Iglesia sin laicos sería una tontería", Gómez Acebo afirmó que un
disparate mayor lo constituye una Iglesia "en la que falta la otra mitad
del género humano".
Pero disparates precisamente fue lo que abundó en el
Concilio Vaticano II en relación a las mujeres, a las que se intentó impedir la
entrada con la excusa de que en la Basílica de San Pedro no había aseos
femeninos, según narró la teóloga.
Tan sólo 23 mujeres estuvieron en el Concilio entre
cientos de varones, pero a ninguna de ellas se le concedió la palabra. El
obispo de Durban afirmó que, para que las mujeres fueran escuchadas en la
Iglesia Católica, tendrían que esperar a un hipotético Vaticano IV. "Se ve
que el Vaticano III le parecía demasiado cercano", bromeó Isabel durante
su ponencia, combinando humor y denuncia, y protestando contra la costumbre de
la Iglesia de "sublimar a las mujeres a la categoría de la Virgen María
para luego negarnos y no dejarnos lugar".
La autora, que no tuvo tapujos en reconocerse
feminista ("porque el feminismo convierte a las mujeres en
personas"), contó que una de las auditoras que presenció el Vaticano II
tuvo el coraje de decirles a los padres conciliares que las mujeres "no
somos una categoría dentro de la Iglesia".
Sin embargo, 50 años después, Isabel Gómez Acebo no
pudo asegurar que la situación haya cambiado: "Seguimos sin voz, ni
voto, ni silla. Seguimos siendo el segundo sexo". Lo que explica,
desde el punto de vista de la escritora, que las mujeres jóvenes actualmente no
quieran saber nada de la Iglesia: "Quedarse es suicida", afirmó.
Por su parte, Juan Martín Velasco recordó el
diagnóstico que hizo el cardenal Tarancón sobre la recepción en España del
Vaticano II: "Nos pilló fuera de juego". Ésa fue la causa, según
explicó uno de los referentes del Instituto de Pastoral, de que el Concilio se
aplicase en nuestro país "en su interpretación más minimalista".
Martín Velasco también criticó la "eclesiastización
del cristianismo" (y la potenciación de las estructuras, las
burocracias y las jerarquías eclesiales sobre "el verdadero fondo de la
fe"), origen, a su parecer, de la deriva de los creyentes hacia el
exterior de la Iglesia.
"La gente culta acaba en la indiferencia y la
inculta en la superstición", dijo el fenomenólogo, a falta de lo que Javier
Montserrat apuntaría a continuación como la carencia más perniciosa de la
Iglesia Católica en la actualidad: su incapacidad de "explicar el
cristianismo en nuestro tiempo".
Y es que Montserrat sostuvo durante su intervención
que la Iglesia Católica sigue aferrada a "sistemas de pensamiento que hoy
en día ya no están vigentes" y que es eso lo que le impide salir de su
"frustrante anacronismo indefinido". El jesuita, que apuesta por un
"Vaticano III", afirmó como último ponente que la tarea
imprescindible para la Iglesia es aprender a "proclamar el cristianismo
de manera que resulte inteligible para nuestra época".
Sin embargo, "éste puede ser un momento
espectacular para la vida de la Iglesia", dijo Juan M. Laboa, considerando
que cada error a corregir sugerido por los autores del libro supone en sí mismo
una oportunidad para que la Iglesia se centre en lo fundamental. Y es que, entre
primavera y primavera, sobran "razones para el optimismo", como
concluyó J. M. Velasco.
La mayor de
ellas tiene nombre propio y promete un nuevo aggiornamento.