Publicado el
12.12.2013
Benedicto XVI
y el cardenal Martini, en 2005
JUAN RUBIO, director de Vida Nueva | Cada vez resuena con más fuerza;
incluso ahora corre un texto, con fuentes fidedignas, que iba a ser publicado
en marzo. Desde el corazón de los Palacios Apostólicos se aconsejó “prudencia y
tiempo. No olvidemos que aún vive el papa emérito”, dijo una alta instancia
vaticana al leer los folios, escritos en italiano, español y alemán. Y lo que
vienen a decir es que el cardenal Bergoglio era el candidato de Ratzinger en
el último cónclave.
- El eco de Martini…, por Juan Rubio
El arzobispo de Buenos Aires, antes de salir del
aeropuerto Ezeiza, echó en la maleta un par de zapatos nuevos, cosa que nunca
hacía. Las sandalias del pescador iban preparadas. La sucesión apostólica no se
construye bobaliconamente.
Lo comentábamos recientemente unos amigos. Francisco
consulta, mucho y a muchos, pero su principal consejero es su vecino, el papa
Ratzinger. Y circulan ya por ahí varios documentos fiables que temen ser
publicados.
En el fondo de las galeradas del libro al que
aludimos, se cuenta la última entrevista del cardenal Martini con Benedicto
XVI. El exarzobispo de Milán, nombrado por Juan Pablo II responsable de la
diócesis más grande del mundo, quiso despedirse del papa. Su enfermedad
avanzaba rauda. Era marzo de 2012 y el Vaticano vivía momentos convulsos.
La reforma de la Iglesia y su urgencia latían en aquel
fraternal diálogo. El propio Martini lo dijo en agosto, antes de su muerte.
Poco después, en febrero, Ratzinger le contestaba con la renuncia. Decía no
tener fuerzas, “ni físicas ni espirituales”, para llevar a cabo esa reforma.
Martini fue el “gran elector” de Bergoglio.
Con su voz profética, supo callar lo insignificante,
pero supo gritar, desde la debilidad de su cuerpo,
la necesidad de una reforma a fondo.
Con su voz profética, supo callar lo insignificante,
pero supo gritar, desde la debilidad de su cuerpo,
la necesidad de una reforma a fondo.
La vieja amistad volvió en los últimos momentos. Martini
fue uno de los pocos consultados y advertidos sobre la renuncia. Serenidad,
oración y recuerdos. Y apareció el nombre de Bergoglio, el hombre en quien
Martini había puesto su confianza en el cónclave de 2005, aquel en el que solo
podía ser elegido Ratzinger. La retirada de los dos cardenales jesuitas
facilitó la elección del amigo y colaborador de Wojtyla. No podía ser otro. Ahora,
los folios que corren por muchos despachos vaticanos hablan alto y claro: Martini
fue el “gran elector” de Bergoglio. Como el Cid, ganó la batalla desde la
tumba. La renovación de la Iglesia, que Ratzinger simbolizó eligiendo el nombre
del santo de Nursia, iba ahora a llevarse a cabo con otro nombre, el santo de
Asís. Todo corrió con la musitada voz con la que suelen correr en la Iglesia
estas cosas.
No hay por qué alarmarse. También en esas cosas anda
el Espíritu Santo de por medio. Pasarán unos años y conoceremos esos detalles.
Martini, con su voz profética, supo callar lo insignificante, pero supo gritar,
desde la debilidad de su cuerpo, la necesidad de una reforma a fondo. Recordaba
el impacto que le produjo la Introducción al Cristianismo, de Ratzinger.
A este le impresionaba –y así se lo dijo– su testimonio de estudio y oración en
su retiro de Jerusalén.
Tres hombres
para una nueva era. La Iglesia
siempre reformándose.
No el deixem sol
30 novembre
2013 Per A. Ferret
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Al llarg de la meva vida (tinc 78 anys) és la segona
vegada que tenim la sensació que hi ha una possibilitat de reforma evangèlica
de l’Església. Vejam. I que no ens passi altra vegada que després vingui un mal
papa polonès (o d’allà on sigui) que ens ho capgiri tot.
L’esforç del papa Francesc ha de ser acompanyat per
tota la massa de cristians i de persones de bona voluntat. No el podem deixar
sol en el seu esforç perquè hi ha unes masses de resistència (cardenals,
bisbes, mossens i «teòlegs») conservadors i fins i tot reaccionaris que poden
frenar la seva acció fins a fer-la ineficaç.
Tots hem de fer pressió, en les parròquies, en els
bisbats, a favor dels seus missatges de canvi i de les seves iniciatives.
I hem de
tenir present un programa de canvi radical, que jo m’atreviria a formular així:
1) El govern central de l’Església fora del Vaticà.
Situat en un altre lloc, un lloc normal, lluny d’aquesta magnificència
arquitectònica i sumptuosa.
2) Descentralització d’aquest govern, en favor dels
bisbats i de les conferències episcopals de cada país (com la catalana).
3) Elecció popular dels bisbes, que respongui al
tarannà dels seus fidels.
4) Canviar la forma d’elecció del papa. No per part
dels cardenals, sinó per part de tots els bisbes del món, i no presencial, sinó
per mitjà d’Internet.
Aquest programa reivindicatiu, o aquell que tingui un
consens generalitzat, ha de ser reclamat al papa de manera col·lectiva. Per a
això, cal obrir ponts de diàleg en l’àmbit local i en l’internacional.
Antoni
Ferret