La Navidad
es un momento especialmente adecuado para recordar que todos somos hermanos e
hijos de Dios y que Este ha puesto numerosos bienes en la Tierra pero no para
disfrute de unos pocos sino de toda la Humanidad. Por ello, además de enviaros
nuestros mejores deseos para vosotros y vuestra familias para estas fiestas y
el año próximo, os adjuntamos el interesante trabajo que sobre la comunicación cristiana de bienes
ha realizado Igor Irigoyen, de Itaka.
Recordamos aquí las conclusiones de dicho trabajo:
“La
comunicación cristiana de bienes, a la que estamos llamados todos los
seguidores de Jesús, es una práctica con hondas raíces en la Sagrada Escritura,
tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, así como en la tradición de la
Iglesia, de forma especial en la obra de los Santos Padres.
La
comunicación cristiana de bienes guarda una íntima relación con el destino
universal de los bienes, uno de los principios permanentes de la Doctrina Social de la Iglesia,
ya que se funda en una concepción de los bienes terrenales como creación de
Dios, al servicio de toda la humanidad. Igualmente, parte de una visión de la
propiedad sujeta a su función social. La comunicación de bienes se dirige, por
tanto, a hacer efectivos ese destino universal y la función social de la
propiedad de los bienes.
A lo largo
de la historia de la Iglesia encontramos una presencia constante de la
comunicación cristiana de bienes, aunque con diversa intensidad y acentos en
función del momento histórico y de los enfoques teológicos y filosóficos con
influencia en la propia Iglesia. En este sentido, puede afirmarse que el actual
magisterio social de la Iglesia ofrece sustento doctrinal para impulsar de
forma renovada la comunicación de bienes.
Son diversos
los caminos a través de los cuales la comunicación cristiana de bienes se puede
y debe hacer efectiva. Por un lado, está el de compartir de forma gratuita
aquello que los demás necesitan (a través de prácticas tradicionales como la
limosna, el diezmo o la bolsa común, y sus variantes actuales). Junto a ello,
adicionalmente, reviste una gran importancia el papel como agentes económicos y
construir desde dicho papel una sociedad más justa y fraterna.
Periodos de
crisis económica y de crecimiento de la desigualdad, como el que vivimos en la
actualidad, interpelan a la Iglesia de forma especial en orden a profundizar en
la práctica de la comunicación cristiana de bienes, como manera de responder a
la luz del Evangelio a los signos de los tiempos y dar testimonio de compromiso
con la justicia y la solidaridad.
En la sociedad actual han surgido un conjunto de iniciativas dirigidas a recuperar la vinculación entre la economía y la ética que, de forma explícita o implícita, participan de los fundamentos de la comunicación de bienes y, en esa medida, contribuyen a hacerla efectiva. Numerosas de esas iniciativas implican a entidades y personas de Iglesia, en algunos casos como impulsoras y en otros como participantes dentro de una pluralidad de colectivos y organizaciones sociales.”
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