Papa Francisco, dos años: ante un
tren que ha de ponerse en marcha
Francisco, dos años después: primerear, involucrarse,
acompañar...
Bergoglio: siete virtudes, siete pecados
Hace dos
años (13.3.13) el cónclave secreto de cardenales eligió como Papa al Cardenal
Jorge Bergoglio, que tomó el
nombre de Francisco, el cristiano de Asís, recordando que la Iglesia debía
volver a la pobreza hecha fraternidad, al evangelio sin glosa.
Dos años son muchísimo tiempo para los que esperan impacientes
unos cambios que parecen necesarios, aunque resulte difícil concretarlos. Pero
son muy poco para el ritmo de tiempo de una Iglesia hecha de siglos, parada
en el XVI (Trento y Vaticano), atrancada en el XI (reforma gregoriana),
arraigada en el IV (sistema sacral helenista y romano).
Con esta ocasión, siguiendo el esquema de las
discusiones escolásticas (¡que no eran bizantinas en el mal sentido de la
palabra!), quiero evocar siete cosas en contra del Papa, para presentar
después otras siete más hondas a su favor. En el fondo está la imagen de la
estación del tren del Vaticano. Quien lea hasta el final verá que mi juicio es
positivo, que pienso que Francisco se ha puesto en buen, pero que espero aún
mucho más.
-- Dicen algunos que los trenes llevan parados hace
siglos en una vía muerta de esa estación (imagen 2).
-- Otros responden que el Papa recibe y anima a los jóvenes desde esa estación, que es un signo del verdadero Vaticano (imagen 1).
-- ¿Qué pasa con el tren del Vaticano y con el Papa Francisco que más que "Pontífice (guardián de puentes) tendría que ser Maquinista del tren del Evangelio?
Terminada esta reflexión, que sigo manteniendo
intacta, he podido leer un trabajo inquietante de la gran prensa, sobre las
presiones que Francisco está recibiendo de parte de un "lobby"
económico de mucho poder que quiere controlar el Vaticano:
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/03/09/actualidad/1425934055_197178.html. Lea ese trabajo quien quiera evocar un aspecto del tema. Vuelva luego a mi reflexión, si aún lo desea... para poner de nuevo en marcha el tren de la Iglesia
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/03/09/actualidad/1425934055_197178.html. Lea ese trabajo quien quiera evocar un aspecto del tema. Vuelva luego a mi reflexión, si aún lo desea... para poner de nuevo en marcha el tren de la Iglesia
UNA MARCHA CON DIFICULTADES. SIETE
"CONTRAS", UN TREN PARADO EN LA ESTACIÓN DEL VATICANO
Algunos me
dicen que todo es lo mismo, con un pequeño retoque cosmético… Vivir en Santa
Marta en vez de hacerlo en la estancias del viejo Vaticano, hablar un lenguaje
más popular, romper alguna vez el protocolo (¡para que se note mejor el
protocolo!). Parece que cambia mucho, para que todo siga igual; así me vienen
diciendo algunos, y quiero recoger sus voces, en forma de siete “peros”, que
significan “aquí nada se mueve”, y el que se mueve queda irremisiblemente
fuera, evidentemente, el lector verá que ésa no es mi opinión, pero la pongo
aquí, como se hacía en los tratados filosófico/teológicos de la Escolástica.
Así aparece por ejemplo en la STh de Tomás de Aquino.
1. Ciertamente, Francisco ha realizado algunos signos
muy significativos, en su lenguaje más cercano, en su forma de acercarse a los
marginados, en su libertad frente a las instituciones. Pero no todos están de
acuerdo con esos
pequeños movimientos, especialmente entre sus hermanos de episcopado. Así me
dijo un amigo (colega de escuela, obispo en las Américas): “Desengáñate,
Xabier, todo esto es un bluff, un maquillaje de imagen. Ya lo verás pronto, nos
está engañando. Hace que se mueve, un paso hacia adelante, para quedar otra vez
donde estaba, en la vía muerta de la estación vaticana, convertida Término
Absoluto. Tú has estado en Roma, sabes lo que es la Stazione Termini, pues eso;
allí acaba todo, queda para siempre”.
(No, no creo que sea pura cuestión de maquillaje; de
manera que parece ingenua, Francisco está preparando unos cambios mayores, con
gran inteligencia).
2. Sí, me han dicho otros. Éstas son palabras
textuales de un Catedrático de Teología de la Universidad Católica más famosa
del mundo: “Francisco dice cosas, y algunas importantes, pero donde no tenía
que decirlas: Volviendo tras un viaje de avión, en rueda de prensa
informal, ante periodistas, pero luego nada… Le falta seriedad: Repite
ocurrencias de momento, titulares de periódico, para que la gente se
entretenga, en especial los periodistas que no tienen otra cosa que hacer. Pero
los que estudiamos y enseñamos historia de la iglesia vemos que es poco más que
engaño. Pequeños cambios externos, mucho protagonismo, Viva il Papa otra vez,
con pequeños matices en el nombramiento de obispos, pero luego todo igual:
Mucho Opus, con cielinos y catecúmenos y demás grupos de presión. El evangelio
no ha pasado por esa Estación del Vaticano, convertida en Sepulcro donde han
enterrado a Pedro para que no salva a vivir a la calle con el aliento de
Jesús”.
(Pero quizá lo que quiere Francisco es precisamente
eso; poner los grandes temas en la calle, a la luz de todos, que no sean sólo
cuestión de algunos especialistas..., en secreto).
3. Un padre de familia me sigue rebatiendo, después de
haber leído mi libro: “Sí, le interesa el tema de la familia. Conoce la
calle algo más que los papas anteriores, pero la conoce por haber pasado
algunas veces por allí, sin haber vivido y sufrido sus problemas.
Ciertamente, ha querido que la Iglesia sea realista ante la nueva realidad de
la familia, parejas de hecho, amores y soledades múltiples, libertad sexual,
formas de ser distintas (con hetero- y homo-sexualidad y otros asuntos)… Sin
duda, quiere una ma-paternidad responsable… Esas cosas de las que tú has
hablado en tu libro sobre La Familia en la Biblia. Pero luego todo sigue igual:
Está empeñado en un Sínodo abierto entre el 2014 y el 2015…, pero no ha sido
capaz ni siquiera de lograr que triunfen las tesis que él parece defender,
presentadas en el aula sinodal por el Cardenal Kasper. No te desengañes,
todo es lo mismo. Seguimos ante una iglesia de clérigos que sólo conocen la
problemática familiar de un modo sesgado, de oídas y escondidas”.
(Ciertamente, el Papa ha sabido y sabe perder... Pero
pienso que él se atreve a perder para ganar mejor, para que gane el evangelio.
La pelota está sobre el tejado, la decisión queda abierta para la segunda
sesión del Sínodo).
4. Dejo que hable otro y que me diga: “Parece que
la joya de su corona es la lucha contra la pederastia clerical, me dice
otro, y está muy bien. Fíjate que ha dedicado a eso la Congregación para la
Doctrina de la Fe. ¡Qué diría Pio V si levantara la cabeza! Pero resulta que
todo termina en la foto y en unas cuantas frases. Mientras no cambie el tipo de
clero (¡que no está para cambiar!) todo seguirá lo mismo. Tú sabes bien que
todos, incluidos los ministros del evangelio (y ellos más que todos los
restantes, pues han de ser maduros en amor) necesitan un “escape”, un
desaguadero, como decía Teresa, la Santa de este año, cuando le criticaban su
amistad con Gracián. Sólo cuando la afectividad del clero sea clara y
claramente se despliegue, en matrimonio o celibato, o en otros esquemas, pero
con libertad clara y caminos de “escape (de recreación de las vidas frustradas)
podrán evitarse abrevaderos escondidos. Tú conoces bien ese campo; una
parte del clero de la iglesia vive en estado de frustración. Y por lo que
parece, el Papa no ha hecho todavía en ese campo nada.
(El Papa ha pedido claridad y evangelio, el resto
vendrá por añadidura. Una vez que sea vean las cosas, que se sepan, serán
necesarios los cambios).
5. ¡Ah, el dinero! Está muy bien lo que va diciendo el
Papa Francisco, añade un cristiano de base, comprometido en la lucha contra la
pobreza. Noticias y más noticias, me recuerda, comisiones y más comisiones
sobre el IOR y el Banco Vaticano, con expulsiones y protestas de los
expulsados. Pero en el fondo todo sigue igual. Napoleón decía que “cuando
quiero que una cosa se haga la hago, y cuando no quiero se haga nombro una
comisión”. Así parece que estamos en el reino de las comisiones, con
cardenales o funcionarios de Curia en la foto, pero siempre los mismos, sin
cesar lo mismo, pequeños retoques que llegarán, a lo más, a la supresión del
secreto bancario, con lo que debía haberse empezado. ¡No, no ha hecho nada
este Francisco, me dice diciendo este cristiano! ¡Tenía que haber empezado con
un golpe de mano, cambiar las cosas desde el fondo, suprimir toda pareja de
hecho entre Vaticano y Capital…! ¡El Papa tiene autoridad para hacerlo, pues
que lo haga, y que no se ande con medias tintas, que sólo sirven para titulares
de prensa que a algunos nos están cansando!
(Repito lo dicho al comienzo: ¡Creo que a pesar estas
críticas algo se está moviendo en el Vaticano, como muestra el artículo de
prensa que he citado).
6. El sexto pecado no es el sexo, sino la Curia
Vaticana, me dice un viejo amigo, que quisiera volver a creer en la
Iglesia, pero que no encuentra aún razones para creen en ella. El Papa
Francisco ha nombrado una comisión de C8 cardenales encargados de la Reforma,
que se juntan un par de veces al año para decir cada vez que el Papa es muy
bueno y que las cosas andan bien, que llegará la luz… pero ese parto esperado
de montes no llega. Estas cosas, añade, hay que hacerlas rápido, y no basta una
Reforma, que desemboca en un más de lo mismo. Es necesaria una Ruptura, romper
la baraja del sistema, abrir un camino que sea radicalmente evangélico (como
Jesús, que empezó en la calle), para trazar una forma distinta de comunicación
cristiana, fundada en el encuentro directo entre todas las personas (¡todos iguales!),
sin nudos de poder superior, como los de ahora, volver a la raíz, “rifare
daccapo” como decían los sabios cardenales de antaño y ese capo o cabeza desde
el que se debe rehacer, recrear no es otro que el Jesús caminante, que no
necesitaba este tipo de curias.
(¡Pienso que el Papa Francisco está decidido a retomar
y trazar un nuevo camino en este campo; sino, tiempo al tiempo. Lo que pasa es
que los temas se resuelvan desde dentro, cuando las cosas están maduras...
Esperemos que viva muchos años Francisco).
7. El séptimo es la mujer o, mejor dicho, la
igualdad en la iglesia. Hay docenas de titulares en los que el Papa habla de la
dignidad de la mujer, de la igualdad de los hombres y mujeres en la Iglesia, me
dice Eloísa, que me llamó ayer, día de la mujer (8.3.15), diciendo: “Mira tu
Papa, echa flores a las mujeres desde la barrera del balcón del Vaticano, pero
no permite que ellas sean sin más personas en la iglesia, en igualdad de
derechos y deberes”. Es como si la Iglesia tuviera un miedo ancestral a las
mujeres, como si necesitara “domesticarlas”. Así me decía Eloísa, no sé si es
cierto. Pero el hecho es que la Stazione Vaticano hay un letrero que dice
“vietato a donne” o “divieto di ingresso per le donne” (prohibido entrar a las
mujeres). Estas cosas (de la importancia e igualdad de las mujeres en la
Iglesia) no se dicen, se hacen, sin más programas, sin más discusiones,
volviendo a la raíz del evangelio (¡no hay varón, no hay mujer, hay seres
humanos” Gal 3, 28). Si se ponen a buscar razones los escolásticos de turno
podrán encontrar justificaciones para todo, como el Diablo de las tentaciones
de Jesús.
(Parece que el Papa ha dicho que en el campo del
"sacerdocio" de las mujeres la cuestión está zanjada... Pero ésa es
sólo una carta de la baraja. Las cartas principales son otras: el sentido de
los ministerios... Sólo la nueva visión de los ministerios con la igualdad
radical entre hombres y mujeres hará que podamos creer en el evangelio en la
iglesia).
No he querido "criticar" la postura de
aquellos que insisten en estos siete "pero" de la marcha de
Francisco. Creo que a través de ellos se ofrece una visión sesgada de su
pontificado. Pero hay en ellos algo que debe tomarse bien en cuenta para
valorar el camino y tarea de la iglesia.
En esa línea, conforme a mi estilo, no he querido
criticar los siete puntos anteriores, sino que los dejo ahí, como temas
abiertos, momentos de un camino en el que el Papa Francisco debe (a mi juicio)
precisar la puntería y optar de un modo más intenso a favor del evangelio, sin
miedos, sin deseo de contentar a todos... como verá quien siga leyendo.
SIETE A
FAVOR. LA BUENA "MARCHA" DE FRANCISCO
Recordando la famosa palabra de Galileo Galilei,
frente a los siete peros anteriores (¡aquí nada/nadie se mueve), me gustaría
contestar “eppur si muove”, y sin embargo se mueve. Galileo se refería a la
tierra, que muchos preferían parada/clavada en el suelo del centro de todos los
espacios. Yo quiero referirme al tren de la Iglesia de Francisco que lleva
parada en su pequeña estación del Vaticano desde hace siglos. Nadie recuerda
cuándo se movió por última vez, aunque intentó hacerlo en el Concilio
(1962-1965), pero cuando empezaba la máquina a moverse la pararon.
Éste es el tema, que Francisco y otros muchos con él
pongamos en marcha un tren viejo, para que se ponga a la cabeza de la humanidad
o, mejor dicho, para que el tren de la Iglesia Vaticano se ponga al lado del
resto de la humanidad, al servicio de la vida, es decir, del Dios encarnado por Jesús en la
historia concreta de los hombres. Desde ese fondo, antes de precisar los siete
puntos de la marcha de ese tren, quiero recordar los cinco momentos del gran
programa de Francisco en Evangelii Gaudium:
1.Primerear, tomar la iniciativa. Jesús ha
primereado en el amor (cf. 1 Jn 4,10); y, por eso, la Iglesia sabe adelantarse,
tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y
llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos.
2. Involucrarse. Jesús lavó los pies a sus discípulos. El Señor se involucra e involucra a los suyos, poniéndose de rodillas ante los demás para lavarlos La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, así tiene que «oler a oveja».
3. Acompañar. La Iglesia debe acompañar a la humanidad en todos sus procesos, por más duros y prolongados que sean. Sabe de esperas largas y de aguante apostólico.
4. Fructificar. La comunidad evangelizadora siempre está atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el trigo y no pierde la paz por la cizaña.
5. Festejar. Por último, la comunidad evangelizadora gozosa siempre sabe «festejar». Celebra y festeja cada pequeña victoria, cada paso adelante en la evangelización. La evangelización gozosa se vuelve belleza en la liturgia en medio de la exigencia diaria de extender el bien.
1. Recuperar a Jesús, volver al evangelio
Éste es el punto de partida, volver a la calle de los
hombres, como hijo Jesús… Estoy convencido de que es esto lo que quiere hacer
Francisco. En un mundo sin certezas, con grandes dolores , los cristianos deben
ofrecer y proclamar el mensaje de Jesús, como experiencia gozosa de vida,
testimonio de trascendencia y compromiso de humanidad, al servicio de los más
necesitados. Ese mensaje no sirve para confirma lo que había (un orden superior
ya dado, un Vaticano), ni para sacralizar el sistema imperante, sino para
encender una luz y ofrecer una experiencia alternativa de humanidad. La Iglesia
sólo puede ofrecer ese mensaje a través de su palabra y con el testimonio de su
vida, volviendo con Jesús al mundo concreto de los hombres y mujeres que
parecen y están a veces muy perdidos en el mundo.
Francisco sabe que no hay más principio de renovación
que Jesús, entendido con radicalidad, desde su proyecto mesiánico de Reino, un proyecto que los primeros
cristianos han retomado tras la pascue. Éste es un Jesús a quien ahora
(principios del siglo XXI) debemos situar ya en un mundo post-cristiano, donde
ya no puede probarse la existencia de Dios en un nivel científico-social, pues
todo sucede como si Dios no existiera y la Iglesia no importara. Pues bien, en
este mundo, la Iglesia de los seguidores de Jesús no puede entenderse ya en un
plano de poder (con privilegios especiales, como Estado o sistema religioso),
sino como grupo que ofrece el testimonio de su vida y mensaje en un contexto
esencialmente pluralista. Creo que por ahí avanza el tren que Francisco quiere
poner en marcha.
2. En un
mundo distinto, un Dios encarnado y comprometido
Por eso, los cristianos ya no pueden entenderse como
“sociedad total” (con pretensión de verdad sobre los otros), sino como
presencia kerigmática es decir, como fermento, dentro de una sociedad civil
autónoma donde nadie puede arrogarse una pretensión de saber y poder absoluto
(ni los creyentes, ni los no creyentes; ni los cristianos, ni los fieles de
otras religiones). La iglesia ya no está por encima de los otros, como Madre y
Maestra que resuelve todos los problemas desde su “trascendencia”, sino que
ella se inserta en el espacio de una humanidad dividida, para así dialogar con
todos, ofreciendo sin imposición superior su ejemplo de vida. Pienso que eso
quiere, que está empezando a realizar el papa Francisco.
Desde esta base (ante que la Iglesia está el hombre
concreto, los hombres en necesidad y riqueza vital) se entiende la tarea
kerigmática (es decir, de testimonio y anuncio) de Jesús, que es testigo del
Dios kenótico, es decir, que no se impone con poder desde lo alto (como clave
ontológica de realidad), sino que se ofrece en Persona, ofreciendo su Vida y
entrando en la vida de los hombres, asumiendo el sufrimiento de la realidad, de
un modo purificador y creador, en compromiso personal, para transformar todo lo
que existe. Pienso que aquí se sitúa el programa de Francisco, en el paso de
un “Dios de poder” (que organiza las cosas desde arriba) a un Dios de
encarnación, es decir, de “kénosis”, un Dios de Jesús que se introduce y
vive en la vida de los hombre. Éste es el gran anuncio de la Iglesia, la buena
noticia (evangelio) de su vida que algunos creyentes de vieja cristiandad
parece que no han entendido todavía, pues da la impresión de que quieren que la
Iglesia se pueda seguir imponiendo como antes sobre el mundo.
2. En gesto
de solidaridad, a paso de hombre
Francisco sabe que el mensaje y camino de Jesús ha de
entenderse como experiencia y tarea de solidaridad, dirigida a superar en lo
posible el sufrimiento, ofreciendo y compartiendo unos estímulos de vida. Pues
bien, en ese contexto, los cristianos no pueden apelar a una verdad antecedente
para imponerla desde arriba (su verdad no se prueba, ni refuta con razones),
pero pueden (y deben) ofrecer un camino compartido de experiencia y esperanza
sanadora, que les permite superar la angustia de la muerte. Por eso, ellos no
quieren crear un sistema sagrado, que domine sobre el mundo, sino abrir para
los hombres un espacio de libertad y diálogo interhumano, en gesto de comunión
personal.
En principio, el Dios de Francisco (de sus discursos y
sus gestos) ya no aparece como Señor impositivo (dominando desde arriba la
historia de los hombres), sino como amor y vida encarnada, al servicio del
despliegue de la vida, desde el interior de la historia. El dios de la filosofía y de la
práctica ontológica de un tipo de Iglesia imperial no responde bien al
evangelio. El nuevo cristianismo ha de insistir en lo que he llamado la kénosis
de Dios, que es su presencia creadora y redentora en el interior de la vida de
los hombres: Dios no está sobre el mundo (creación) para dominarlo desde
arriba, ni en sus bordes para limitarlo, sino en su mismo centro, para así
animarlo, siendo así su alma, en gesto de participación, sufrimiento compartido
y transformación. Según eso, el Dios de la Iglesia de Cristo es el Dios del
mismo camino de la historia de los hombres.
4. De la
teocracia a la comunión
Francisco quiere pasar del Dios teo-crático (autoridad
dominadora) al Dios interior y compañero de la comunión personal y de la
comunicación libre entre los hombres, como habían descubierto los israelitas en
su camino de desierto y como supieron los cristianos al situarse ante Jesús. El
Dios teo-crático dominaba sobre el hombre y le imponía su pretendida verdad
desde arriba. Por el contrario, el Dios de Jesucristo penetra en la vida de los
hombres y mujeres, potenciando su diálogo en amor y superando así el poder de
la muerte (en esperanza de resurrección). Sólo en ese contexto se puede hablar
de un designio de Dios, que no se impone por ley física o social, sino que abre
un camino de futuro (resurrección) por desbordamiento gratuito de vida. Dios no
traza (ni impone) un designio establecido de antemano, sino que abre un camino,
que él mismo recorre con (a través) de los hombres.
Ese Cristo de Dios de Francisco no es por tanto una
especie de emperador supremo, que podría conceder su potestad a la Iglesia,
sino el hombre Jesús, aquel en
quien Dios ha encarna de manera privilegiada su proyecto de amor, comprometido
en el despliegue de la historia de los hombres. Ese Cristo de Dios no
sobre-viene sobre un mundo ya hecho, para dirigirlo desde arriba, sino que se
introduce como hombre de amor en el mismo despliegue de la historia de los
hombres. Así lo hizo Jesús en Galilea, así quiere hacerlo Francisco desde el
Vaticano, donde lo tiene inmensamente más duro. Jesús salió del ámbito sacral
del templo para iniciar su camino. Francisco sólo a salido a medias de su
Vaticano simbólico para retomar la marcha del evangelio.
5. Iglesia,
una experiencia de comunión
Desde el fondo anterior ha de entenderse la nueva
visión de la Iglesia, que se despliega y entiende como experiencia de comunión,
abierta a los que creen en Jesús, y, de un modo más extenso, a todos los
hombres que aceptan y promueven el misterio de la vida en actitud de encuentro
mutuo, sin imposición intelectual ni moral (ni social), pero con una gran
creatividad. Hoy, por vez primera, tras veinte siglos visión sacral
impositiva (los jerarcas religiosos dirigen desde arriba, desde su Vaticano la
vida de los hombres), es posible exponer y abrir el cristianismo (la Iglesia)
como proyecto y camino de humanidad kenótico-redentora, abierta por Jesús a la
culminación pascual de Dios (es decir, de la Humanidad).
Todos hablan en la Iglesia de comunión de hermanos (de
iguales), desde los más pobres, pero de hecho se trata de una “comunión
protegida” a través de una especie de dictadura sacral donde algunos dicen lo
que otros han de hacer. Pues bien, Francisco ha querido iniciar un camino
distinto, en el que su palabra no se impone, sino que penetra como fermento
(con Jesús) en el diálogo y palabra de los hombres, para caminar todos los que
quieran en igualdad y amor, desde el misterio de Dios. Eso significa que
Francisco no tienen que poner en marcha el tren de la Stazione Vaticano, sino
quizá dejarlo allí, para salir de sus muros y asumir el camino del tren de la
humanidad, con Jesús en el corazón y en los labios.
6. Una
Iglesia para el evangelio.
No es el evangelio para la Iglesia, sino la Iglesia
para la evangelización, es decir, para la extensión del mensaje y presencia del
Reino de Dios. Eso implicará un cambio de estructura eclesial, que es difícil
programar de antemano, pues ello sólo puede hacerse a medida que se avanza en
el camino. No se trata de tirar por la borda lo que ha sido la tarea histórica
de la Iglesia, sino de asumirla para recrearla (superarla sin negarla) según el
evangelio.El antiguo paradigma ontológico (un cristianismo entendido como
instancia de verdad que podría imponerse de algún modo sobre el mundo) no
responde a las nuevas experiencias de la vida social y de la ciencia. Por
impulso científico/social y, quizá por influjo de fondo del mismo evangelio, la
modernidad ha destruido ese paradigma, de manera que las formas de religión
antigua (ontológica) están perdiendo su sentido. Según todos los indicios,
nos hallamos en un momento clave de transformación, de manera que si la
jerarquía de la Iglesia sigue defendiendo su modelo antiguo acabará perdiendo su
sentido (y se opondrá además al evangelio). Pues bien, el nuevo paradigma
emergente, por el que Dios no aparece dominando desde arriba, de un modo
necesario todo lo que existe, abre un camino nuevo para el cristianismo.
Quizá por vez primera, tras siglos de imposición
religiosa, que ha corrido el riesgo de velar el evangelio, los cristianos
pueden recuperar el poder radical de la propuesta de Jesús. Ésta no es
ocasión para pequeños retoques estéticos, sino para un cambio radical, en línea
de evangelio y de modernidad, en clave católica, pero aceptando y
compartiendo los retos e impulsos de otras tradiciones cristianas (ortodoxa,
protestante), retomando un impulso religioso de trascendencia y encarnación que
también puede encontrarse en otras religiones.
7. ¿Un nuevo
concilio? ¿Devolver la Iglesia a los pobres?
Algunos cristianos quieren que, en este contexto, a
los cincuenta años del Vaticano II, aprovechando el tirón de Francisco se
convoque un nuevo Concilio abierto a las diversas confesiones cristianas y, en
el fondo, a todas las religiones. Quizá es idea buena, pero tendría que ser un
concilio distinto, que no sea exclusivo de obispos (de estos obispos que apenas
asumen el espíritu de Francisco, muchos de ellos agazapados, esperando que
acabe este paréntesis argentino de la Iglesia). Pienso que un Concilio con
los obispos actuales de la Iglesia no lograría mucho, y eso lo ha visto el
mismo Papa en el Sínodo de la Familia (y en la resistencia que encuentra en
muchos cardenales) que no aceptó (en la primera fase del 2014) sus propuestas.
Sería necesario un concilio distinto, de tipo
evangélico, fundado en la realidad del ser humano, desde los pobres del mundo,
el concilio de aquellos cojos-mancos-ciegos con los que se encontró Jesús que
le llevaron a salir de las instituciones establecidas para iniciar una marcha
de evangelio. Por eso, para volver a la imagen del comienzo, quizá sería
necesario olvidar la vieja Estación del Vaticano, para recrear el espíritu de
Jesús desde las calles y plazas de la vida, desde los márgenes, como quiso
Jesús. Creo que eso quiere el papa Francisco, aunque quizá debería apresurarse…
Yo quiero que se cure, que vaya viendo, palpando, sintiendo… para dar un
día, pronto, un gran “golpe de evangelio”, para sacar la Iglesia de los muros
de esta Estación ya larga del Tren del Evangelio, parado demasiado tiempo en la
estación del Vaticano. Y todo eso por amor al evangelio, por amor a la Iglesia.