Por qué no va Rouco a Melilla?
¿POR QUÉ NO VA ROUCO A MELILLA?
JOSÉ MARÍA CASTILLO, castillo.sanchez.p@gmail.com
MADRID.
JOSÉ MARÍA CASTILLO, castillo.sanchez.p@gmail.com
MADRID.
No planteo
esta pregunta como exigencia. Y mucho menos como reproche. ¿Quién soy yo para
exigir al Sr. Cardenal, Arzobispo de Madrid, que haga tal cosa? Y más aún, ¿qué
autoridad o qué poder tengo yo para atreverme a llamar la atención -y menos
todavía reprochar- a otro ser humano, sea quien sea, por lo que hace o por lo
que deja de hacer? No, ¡por favor!, que nadie interprete lo que aquí digo como
una forma de intromisión en algo en lo que no tengo que entrometerme.
Por lo demás,
lo que digo del cardenal de Madrid, lo podría decir igualmente del presidente
de la Conferencia Episcopal. O quizá de una comisión especial, nombrada “ad
hoc”, por el episcopado español. Y lo digo (además, en un medio público) por
una razón muy sencilla.
Si el papa
Francisco, obispo de Roma, ha ido a Lampedusa, para estar siquiera unas horas,
con los miles de criaturas que esperan poder entrar en Italia, ¿no sería
igualmente un acto de generosidad y de bondad que el obispo de Madrid (o el
presidente de los obispos españoles) hiciera en España algo semejante a lo que
ha hecho en Italia el obispo de Roma, cabeza del Colegio Episcopal que gobierna
toda la Iglesia?
Yo sé que
los obispos españoles se preocupan por los que sufren. Pero, si además de
preocuparse, van a estar con ellos, al menos unas horas, ¿no harían, en
definitiva, lo mismo que hizo Jesús cuando, abandonando Jerusalén, se fue a
Galilea (Mc 1, 14 par), la región más pobre y seguramente la más abandonada en
los lejanos tiempos en que el Señor andaba por el mundo? Me limito a indicar la
importancia que tendría hacer una visita. Aunque, la verdad, recordando algo
que solía decir el recordado José María Díez Alegría, cuando los
cristianos leemos los evangelios, encontramos dos relatos que dan pie a pensar
en dos “misterios”: el misterio de la visitación (Lc 1, 39-56) y el misterio de
la encarnación (Lc 1, 26-38).
Y digo yo:
ejemplar es visitar a los últimos de este mundo. Pero, ¿no sería más evangélico
dejarse la propia instalación y llegar incluso a encarnarse en los pobres y con
los pobres? Y conste que yo no lo he hecho. Pero, por lo menos, ¿no nos vendría
bien a todos pensar seriamente en este asunto, es decir, en que nuestra
sociedad sea más igualitaria? Al menos, pensar en esto, aunque nos deje el
lastre de la mala conciencia.